Era una cola exclusiva para brasileños, la mayoría de los cuales abandonaba Japón. El vuelo con escala en Alemania estaba repleto de brasileños que volvían a casa: el sueño de enriquecerse en Japón había cesado para ellos.
El archipiélago se enfrenta a su peor crisis económica desde el final de la Segunda Guerra Mundial. El país que recibió a los inmigrantes brasileños, la mayoría descendientes de japoneses, ya no ofrece buenas condiciones de trabajo y de vida. La soñada economía que garantizaba un futuro mejor al volver a Brasil es muy difícil de alcanzar. La pareja comentó que había tenido que apretujar bastante las cosas para que la mudanza cupiera en las maletas; hasta hubo que desinflar el balón de fútbol para incluirlo en el equipaje.
Finalmente, encontré al gato dentro de una gran jaula. Después estuve hablando con el chico, que había pasado catorce años en Japón. Comentó que también querían traer al perro, pero no fue posible, pues sería muy caro, así que optó por traer solo el gato de la novia, que pesaba menos y era más barato. También se lamentaba de haber dejado el coche atrás: “se lo dejé a mi hermano, no valía la pena venderlo, no iba a ganar casi nada”.
Me identifiqué con su regreso, pues yo también volvía. La verdad es que fue un viaje más bien corto, de solo catorce días. Llegaba al final de mi viaje a Japón; tras participar en las ceremonias de las bombas de Hiroshima y Nagasaki, y vivir los terremotos de Tokio y Nagoya, llegaba la hora de partir. El viaje me había propiciado una experiencia profunda.
En los últimos días he tenido encuentros importantes. El principal de ellos fue con la coordinación del área de paz de Soka Gakkai, organización social budista presente en todo el mundo, inclusive en Brasil. Estoy satisfecho porque el viaje a Japón ha ayudado a abrir las perspectivas para el trabajo de Pressenza y de la Marcha Mundial por la Paz y la No Violencia en extremo oriente.
En el equipaje, no llevaba un gato de verdad, sino un gato de la suerte (maneki neko) en el llavero. Deseé a la pareja que los gatos japoneses, ya fueran de verdad o como llavero, nos dieran buena suerte en nuestro regreso.
*(Traducción del portugués al español: Pilar Royo)*