En estas breves líneas quería desearnos felices últimos tres días de macrismo a quienes resistimos durante estos cuatro años. Porque fueron unos 1460 días de bancarnos a un gobierno de insensibles, conformado por personas que me generaron siempre un rechazo hasta vegetativo. Difícil de explicar con la razón la especie de «asco» registrado al escucharlos hablar, al ver lo qué hacían y pensaban, que me fue siempre evidente hasta físicamente.
Por eso mismo, en estos días registro una sensación similar a cuando me saco un peso de encima, porque se están alivianando atmósferas mentales negativas surgidas en estos años neoliberales. Me florece también la esperanza, un sentimiento como de suave apertura de futuro, de que será posible que las cosas mejoren para quienes más padecen necesidades y falta de posibilidades, de que mejoren las condiciones para todas las personas de «buena mente» y de elevadas intenciones.
Se viene un nuevo momento político-social para el país que vendrá no sin contradicciones ni dificultades en una región convulsionada, amenazada por las fuerzas destructivas del poder económico internacional, con sus pueblos en plena lucha. Comienza una nueva etapa que, más que obviamente, no será la revolución tal como la imagináramos, pero si se logran condiciones sociales más favorables para las mayorías, también la conciencia humana tendrá mayores posibilidades de avanzar, desarrollarse, y más temprano que tarde, superar crecientemente el dolor y el sufrimiento. Y eso ya es mucho.
Hoy agradezco entonces a quienes compartimos, nos acompañamos, nos dimos fuerza en estos cuatro largos años. Porque nos merecemos celebrar, nos vemos el 10 de diciembre en la Plaza, en esa plaza del pueblo, para fortalecer en comunión la esperanza de la posibilidad futura.