Por Soledad Fernández
Desde el 14 de Noviembre la senadora Jeanine Áñez se autoproclama presidenta del Estado Plurinacional de Bolivia, tras el golpe de estado del 10 de noviembre cuando el Comandante en Jefe de las Fuerza Armada Williams Kaliman le pide la renuncia a Evo Morales, presidente reelegido por tercera vez consecutiva, el día 20 de Octubre.
Así fue el comienzo de una ola de protestas, con represiones, asesinatos, amenazas y persecuciones para los y las que pidieran que se respete el orden democrático y el resultado de la elecciones.
Nos reunimos en La Paz a veinte días del golpe de estado, con las representantes, de varios sectores y departamentos de la Confederación de Mujeres Indígenas Originarias Campesinas “Bartolinas Sisa”. Este encuentro fue programado con varios días de anticipación, con el compañero Beymar Acuña, un joven dirigente campesino de Chuquisaca, departamento de Potosí, quien fue nuestro nexo. Primero intercambiamos varios mensajes y fuimos preparando mi llegada. La Paz no es un lugar seguro en este momento, por eso me recomendaron estar el menor tiempo posible.
Me cuentan que se cuidan cuando salen, evitan andar por las calles, son muy precavidos con su seguridad y la ajena.
Un mensaje para el mundo
Estamos en la sala de reuniones de la Sede, en las paredes se ven cuadros de Bolívar, Evo y Bartolina, la bandera de Bolivia, la Whipala y fotos de varias actividades, cosecha de papas, encuentros con Evo, asambleas y distinciones. Nos sentamos alrededor de la mesa donde seguramente en tiempos de crecimiento se han desarrollado grandes proyectos para el sector. De la charla participan, Segundina Flores, Ejecutiva de las Bartolina Sisa, Guillermina Conhuaca, Secretaria de Artes del Departamento de la Paz, Laura Reyna, Secretaria de Hacienda perteneciente al Departamento de Chuquisaca y Santuza Rodríguez, Secretaria de Hacienda de Cochabamba.
Les pido permiso para comenzar a grabar, comienzo a buscar el mejor ángulo para la cámara y me dicen que no, que solo audio y que hay algunas cosas de la conversación que no podremos grabar porque son en confianza.
Fui muy protocolar para romper el hielo, ellas lo supieron hacer mejor. “Compañeras, primero quiero expresarles mi solidaridad, y el apoyo de la mayoría del pueblo argentino. Luego quiero que se sientan con la libertad absoluta de expresarse cuenten y comiencen por donde quieran, supongo que tienen mucho para hablar”.
Laura está sentada enfrente mío, sonríe y me dice “Hermana, quería agradecerle sus palabras, es muy importante su labor, acá no tenemos voz, nos están matando y los medios se callan. Necesitamos contarle al mundo lo que está pasando en Bolivia”.
Me avergüenzo un poco por sus palabras, ella está viviendo un horror y me agradece por hacer lo que debo. Ella que se juega la vida, por sus convicciones me agradece a mí que solo voy a registrar lo que está pasando y pronto me voy. Nos tomamos las manos hermanándonos.
Segundina está sentada en la punta, le dirijo la mirada y le digo si comenzamos, ella toma la palabra, “Voy a comenzar por lo vivido desde el 20 de octubre.Hemos sido ganadores, los campesinos y pueblos originarios, con voto mayoritario, pero la oligarquía neoliberal fascista y racista de Bolivia, como Camacho, Pumari con Carlos Mesa a la cabeza, no aceptaban el voto mayoritario y salieron a decir que era fraude”.
“Pero todavía no lo pudieron demostrar. El pueblo boliviano quiere ver el fraude en los departamentos, en la presidencia, que muestren las pruebas. Pero el Estado Plurinacional de Bolivia tiene un presidente, campesino e indígena, y no nos permiten continuar con el progreso”, continuó. Y luego pasó a enumerar “Hemos desarrollado proyectos, programas, carreteras, viviendas, obras para el campo y en las ciudades proyectos para los barrios, crecimos económicamente y eso no aceptan. Porque ningún presidente en Bolivia hizo lo que hizo Morales. Tienen mucho racismo, rabia, desprecio y salieron a gritar la palabra fraude”.
“Por eso salimos los indígenas, el campesino, las mujeres, los mineros, a defender el voto mayoritario. Pero masacraron a la alcaldesa en Cochabamba como a muchas mujeres, nos pegaron con palos, gases, porque salimos a defender nuestro voto, entonces nos tuvieron miedo y nos quisieron asustar con golpes. Ellos venían armados y nosotros sin armas, era indignante”, expresó con dureza.
Tras el golpe
“El 10 de noviembre cambia la coyuntura en Bolivia, renuncia Evo el domingo a la tarde, al día siguiente comenzaron a quemar la Whipala, que es nuestro símbolo patrio porque está dentro de la constitución, el pueblo ha reaccionado, principalmente la ciudad de El Alto, Cochabamba y otros departamentos que salimos a defender la whipala y a Evo., nos masacraron hermana, nos masacraron”, continuaba el relato Segundina.
En ese momento baja la cabeza y la mueve negativamente, como no queriendo recordar lo vivido. Se produce un silencio, toma aire, suspira y continúa.
“Entonces asume como presidenta autoproclamada Añez y le ponen la banda un militar, es un golpe cívico-militar. Para nosotros estamos en un estado de sitio, porque no hay prensa, no hay numero verdadero de fallecidos, hay persecución, las oficinas de las sedes de las organizaciones sociales, sindicales, indígenas han sido quemadas. Aquí estábamos amenazadas no podíamos salir, nos esperaban en la puerta, nos sacaban fotos, no sabíamos si era un sueño, estábamos viviendo un calvario”, explicaba.
“Nuestra única culpa era llevar a cabo esta revolución democrática cultural, con el socialismo como instrumento político. Pero esta parte del sector campesino de pueblos originarios, estamos en reunión permanente y nos damos cuenta que muchos se dieron vuelta, ayudaron al golpe, nos sentimos traicionados, los compraron, los amenazaron para que se vayan con ellos. Pero a nosotros no nos van a convencer, no nos van a comprar”, manifestaba con severidad. “El pueblo algún día va a juzgar quiénes somos, qué hemos hecho y dónde estamos”, pronunció con vehemencia.
Con la mano abierta y la voz emocionada, hace señas y pide que corte, la cabeza de todas sus compañeras asienten fervorosamente, y se escucha “así es, hermana”.
Conmovida y entusiasmada por las palabras finales de su compañera, Guillermina me dice que quiere que la grabe. “Quiero contar lo que hemos sufrido en La Paz y en todo Bolivia. Como mujeres hemos salido a defender que se respete el voto de los pueblos indígenas, con marchas pacíficas, ellos vinieron armados con gases, con mata suegras, que es un cohete fuerte, te lo arrojaban en el cuerpo, aun así hemos aguantado”, aseguró.
Y luego continuó la narración “Nosotros no teníamos nada, solo nuestras banderas. Mucho odio hubo, nos han discriminado, nos dijeron, “váyanse a sus comunidades a producir”. Claro, querían que nos vayamos a trabajar para que ellos coman, nosotros siempre los hemos mantenido con nuestro trabajo en el campo, trayendo productos a las ciudades. ¿Porque sino que comida van a tener?”.
“Nosotros podemos vivir sin plata porque sabemos producir, sabemos tejer nuestras ropas, no los necesitamos, pero ellos sí, por eso tanto odio nos tienen”, resumía la situación.
“Cuando nuestro presidente Evo renunció, nos dijo que nunca más nos dejemos oprimir. Venimos sufriendo hace mucho tiempo. Nos odian porque somos trabajadoras, mujeres fuertes y no vamos a dejar este proceso de cambio, siempre vamos a estar de pie y si hay nuevas elecciones, vamos a volver a organizarnos”, concluyó Guillermina.
Me llena de orgullo verlas tan claras, tan precisas, me siento tan chiquita ante estas mujeres gigantes, dueñas de la sabiduría ancestral y con la paciencia de saber que la lucha es constante y no claudica.
Editado por Mariano Quiroga