Por Jhon Sánchez

Había leído Trenton Makes más de una vez. La primera vez fue para el taller de John Reed en The New School. Tadzio acababa de graduarse de su maestría en la prestigiosa Universidad de East Anglia en Gran Bretaña, y aterrizamos en la misma clase. Para mí, él era un compañero más con buen gusto y unos lentes de marco de madera muy chéveres. Discutimos la segunda parte de su libro, y leí la primera parte por mi cuenta. Quedé impresionado y, como un buen estudiante, escribí algunas notas, descarté un par de líneas e hice algunos comentarios a una pieza que ya era excelente. La segunda vez que lo leí fue a principios de este año cuando Tadzio estaba enseñando el mismo taller donde nos conocimos. Tenía curiosidad por saber qué cambios él había hecho en la novela. Y ahora, en preparación para esta entrevista, tuve el placer de leerla por tercera vez.

Tadzio, ahora soy tu lector consagrado.

JS: Hablemos de los talleres. ¿Por qué son importantes?

TK: El taller consiste en intentar conocer la propia escritura a través de la mirada crítica del lector. Aunque sospecho que nunca veré mi trabajo tal y como lo ven los demás, el taller es el lugar donde más me acerco a esa experiencia. Por eso es tan importante que los compañeros de taller vayan más allá de «Me gusta» o «No me gusta» y se ocupen de los aspectos del texto que impulsan sus gustos y disgustos, para ver las técnicas y examinar cómo afectan a su experiencia de la historia. Me han acusado de no seguir nunca consejos editoriales, pero eso no es cierto: he aprendido mucho de los talleres sobre lo que quiero decir y de la mejor manera de hacerlo.

JS: ¿Por qué elegiste ese título, Trenton Makes?

TK: Cuando supe que habían habido mujeres trabajadoras en las fábricas de cables de acero en Trenton durante la Segunda Guerra Mundial (algo que era esencial para la trama) pensé inmediatamente en el Puente Inferior de Trenton. He estado obsesionado con ese puente durante años y años porque tiene un eslogan con un mensaje extrañamente pasivo-agresivo para la industria regional: «Trenton Makes, the World Takes». Encaja tan perfectamente con una pregunta que quería que se hiciera en la novela: ¿hasta qué punto somos producto de nuestras propias decisiones y hasta qué punto somos «fabricados» por los mecanismos de la historia y la cultura? Por suerte, Trenton resultó ser un retrato perfecto de los Estados Unidos en el siglo XX: éxito y optimismo, seguidos de exageración y desintegración, todo ello con un motor oculto de pobreza y desventaja. Me permitió indagar lo que sospecho que es la esencia de la condición americana hoy en día: una larga y dolorosa resaca cultural de las muchas suposiciones sociales que han sido socavadas por la pérdida de fantasías excepcionalistas basadas en la raza, el género, la nacionalidad, etc.

JS: The Advocate tituló una crítica sobre su novela, «El libro’Trans’ del que no pude dejar de hablar este año». ¿Cómo te sientes al respecto? ¿Crees que su protagonista llamaría a la novela un libro trans?

TK: Kunstler no es un personaje trans, y ciertamente no pienso en Trenton Makes como un «libro trans»: no se trata de alguien que crece con la sensación de estar en el cuerpo equivocado. Se trata de una mujer a la que se le da un trabajo y un salario y la experiencia de la autosuficiencia y la independencia, y que anhela mantener esa autosuficiencia cuando las condiciones se las arreglan para quitársela. Se da cuenta de que hay un valor -cultural, económico, social- que el sistema invierte exclusivamente en el cuerpo masculino. Lo que Kunstler quiere es el valor, la oferta de autonomía; el cuerpo es sólo un medio para ese fin.

JS: Esta es una novela histórica. ¿Cómo cambia eso la visión con la que los lectores se relacionan con las experiencias de Abe Kunstler, el protagonista?

TK: Quería que los lectores sintieran lástima por Kunstler, específicamente por su aislamiento, al menos al principio, porque la novela pretende ser un argumento a favor del valor de la inclusión. Poner la novela en un momento determinado significaba que, aunque el mundo de Abe no era tan diferente del nuestro, a Abe se le negaron ciertos sistemas a través de los cuales hoy en día alguien podría esperar encontrar consuelo o aliento: El nunca contó con lugares de tertulia, ni grupos de apoyo, ni siquiera referencias culturales significativas ni figuras públicas a las que mirar. Creo que poner al personaje en esta posición extrema -como alguien completamente sin comunidad, sin oportunidad de desarrollar un sentido de pertenencia- finalmente hace un argumento más contundente sobre la importancia de la comunidad.

Más tarde, por supuesto, nos damos cuenta de que Abe ha tomado el camino equivocado. En lugar de luchar por el cambio, suscribe la idea de que «si no puedes vencerlos, únete a ellos», pero esa es sólo otra forma de reforzar el status quo. Para vencer al sistema, Abe se une a él, lo abraza, incluso lo ejemplifica -en cierto modo el ser del estadounidense, un hombre verdaderamente hecho para adelante y decidido a hacers un triunfador- y, por lo tanto, es destruido. Lo importante es que está corrompido y destruido por circunstancias que están totalmente dentro de nuestro control como cultura, pero que elegimos aceptar o pasar por alto. Como escribió un crítico sobre el monstruo de Frankenstein, «creemos que el monstruo, un monstruo que dá lástima y es mal utilizado». Así es como pienso de Abe. Su monstruosidad nos acusa a todos de nuestra apatía. Su historia es hasta cierto punto la historia de cada estadounidense que se convence a sí mismo de que las excepciones absuelven la regla, y así, por ejemplo, se escapa del conocimiento del racismo endémico al señalar en voz alta que algunas personas de raza negra son ricas. Absuelven el sistema por excepción es, en última instancia, acogerlo.

JS: Te inspiraste en la vida de Billy Tiptoe, el músico de jazz. ¿Puede comentar al respecto?

TK: Estaba en la biblioteca mirando álbumes de jazz, y leí en el reverso de uno que el músico y director de orquesta, Billy Tipton, era biológicamente una mujer; lo que descubrieron al momento de su muerte. Me fascinó lo que eso significaría a nivel personal, en términos de vivir la vida diaria. Me planteó un lienzo realmente grande para una discusión sobre la auto-creación, todas esas preguntas sobre la identidad personal y esa fiesta de disfraces. Una vez que empecé, sin embargo, rápidamente -y tal vez inevitablemente- se hizo mucho más grande. Cuanto más miraba los casos históricos de mujeres que vivían como hombres, más obvio era que la historia real era sobre nuestros sistemas sociales, económicos y políticos. Después de todo, no podemos decir nada con seguridad sobre Antonio de Erauso o James Barry en términos de género y sexualidad, pero sabemos sin duda que, como mujeres, no se les habría permitido convertirse en soldados o doctores o básicamente cualquier otra cosa a la que hubieran aspirado porque un sistema que está diseñado por personas como yo -hombres de raza blanca, etc.- se ha diseñado para abastecerse de nosotros mismos al mismo tiempo que nos anima a malinterpretar nuestros propios privilegios como si fueran un mérito.

JS: El libro está dividido en dos partes: Una es justo después de la Segunda Guerra Mundial, y la otra es durante la Guerra de Vietnam. ¿Por qué elegiste esos períodos específicos?

TK: En cuanto a mi novela, quería examinar hasta qué punto la guerra era otra expresión y excusa para el ejercicio de la obsesión de Estados Unidos por la masculinidad. No hay escapatoria al hecho de que el siglo americano es un siglo de guerra. Esta era la verdad detrás de la brillante belleza del cromo y su insulina de la América de mediados de siglo. Irónicamente, fue la guerra de Vietnam la que finalmente dejó claro que la imagen de la feliz nación suburbana se basaba en suposiciones que no se podían mantener. Después de todo, se te dijo que ibas a luchar por la libertad, pero luego volviste a casa con la segregación y los clubes restringidos y la legislación anti-gay y todo el resto de la desigualdad arraigada. La primera vez que esto ocurrió, después de la Segunda Guerra Mundial, la gente se dejó llevar por la esperanza. Para cuando Corea había terminado y Vietnam estaba empezando y nada había cambiado, se nos agotó las esperanza.

JS: Tu libro me hizo pensar en la masculinidad. ¿Estaría de acuerdo en que hay una yuxtaposición entre Abe y su hijo en la forma en que se miran el tema?

TK: Ese es el corazón de la novela. Los hice reflejar imágenes de una especie (ambos andróginos, ambos infelices en sus cuerpos, ambos incapaces de estar a la altura de los roles de género que la sociedad les había definido) para subrayar que es la manera en que miran las estructuras de la masculinidad – ya sea en la guerra, o en la fuerza laboral- que es lo que los separa. Después de todo, en cierto modo nadier debería entender a Art mejor que Abe; pero debido al camino que ha él ha elegido porque ha abandonado todo -toda la comodidad y la amistad humana, toda la solidaridad con los demás- para formar parte del sistema, no puede permitirse a sí mismo ver que el sistema es defectuoso. Art, por el contrario, quiere desafiar exactamente aquello a lo que Abe ha dedicado toda una vida.

JS: Abe Kunstler se comportó de una manera desaprobada por su sociedad. El lector también puede desaprobar a Abe, pero al mismo tiempo, nos preocupamos por él. ¿Cómo lograste ese effecto?

TK: Técnicamente, lo hice haciendo saber al lector el secreto de Abe muy pronto en la novela, creo que en la página 40 o algo así. Es una especie de truco sucio para hacernos sentir por esta persona que finalmente llega a representar los aspectos más opresivos de Estados Unidos, pero lo hice por una buena razón: mi intención para Abe fue siempre que su historia contrarrestara el típico estadounidense bueno que a veces se ve obligado a hacer cosas malas, lo que supone que todos podemos ser parte de un sistema malo pero que de alguna manera seguimos siendo intrínsecamente buenos. En cambio, quería que la novela demostrara el hecho ineludible de que los sistemas corruptos son profundamente corruptos. Sólo podemos experimentar esa corrupción como trágica si tenemos simpatía por Abe.

JS: Usted sirvió como escritor de campaña para Misty K. Snow, la primera candidata transgénero para el Senado de los Estados Unidos. ¿Podría comentarnos su experiencia con eso? En su opinión, ¿cuáles son los temas más importantes que debemos enfatizar a favor de las personas trans en los Estados Unidos?

TK: En nombre de Misty, quiero destacar que la apoyé sobre todo porque pensé que era la mejor candidata. Me sorprendió mucho su actuación en los debates primarios. Lo subrayo porque creo que Misty preferiría ser elegida por su plataforma que por su cuerpo, o por lo que su cuerpo podría representar. Fue un maravilloso bono que al apoyar a Misty también pude expresar mi creencia de que la solidaridad es nuestra mejor arma en la lucha contra el fanatismo. No sé si estoy capacitado para decir mucho sobre los problemas que enfrentan las personas trans específicamente, pero confío en que es con la solidaridad mutua -como las personas afectadas por el racismo, la pobreza, la intolerancia de todo tipo- con la que tenemos más probabilidades de alcanzar una sociedad equitativa y justa. El enfoque de Misty en los asuntos de la clase obrera es un ejemplo de ello: como trabajadora asalariada, se solidarizó honestamente con las personas que de otra manera no hubiese podido entender y por el contrario los habría cofundido la misma esencia de ellos y por lo tanto los ahuyentaría al mismo tiempo.

JS: ¿Cuál es su próximo proyecto? ¿Una novela?

TK: Es una novela. No sé si puedo decir mucho más en este momento, ya que todavía son garabatos salvajes, excepto que espero que analice los peligros de aceptar el insensato concepto de que existe algo así como un «verdadero estadounidense» definido por la religión, la raza, etcétera.

Bueno, ahora tengo que leer tu libro por cuarta vez. Dicen que necesitamos leer un buen libro al menos cinco veces. Gracias, mi compañero, mi profesor y mi amigo.


Tadzio Koelb es el autor de la novela Trenton Makes, preseleccionada para numerosos premios, entre ellos el Premio Por la Primera de Novela del Centro de Ficción y el Gran Premio de Literatura Americana de Francia. Sus reseñas y ensayos sobre arte y literatura aparecen regularmente en publicaciones a ambos lados del Atlántico, y han aparecido en el Times Literary Supplement, el New York Times Book Review, el Guardian y el Brooklyn Rail, entre otros. Otras publicaciones incluyen Morasses, una traducción de Paludes de Gide, y una breve biografía crítica de Lawrence Durrell para Scribner’s British Writers Retrospective. Koelb creció en Brooklyn, pero desde entonces ha vivido en Francia, Bélgica, España, Inglaterra, Madagascar, Ruanda, Uzbekistán y Túnez. Enseña creación literaria en Rutgers y en la New School.

Jhon Sánchez: Originario de Colombia, el Sr. Sánchez llegó a los Estados Unidos buscando asilo político. Actualmente, un abogado de Nueva York, es un graduado de JD/MFA. Sus cuentos más recientes son Pleasurable Death, disponible en The Meadow, The I-V Therapy Coffee Shop of the 21st Century, disponible en Bewildering Stories y «‘My Love, Ana,’-Tommy», disponible en https://www.fictionontheweb.co.uk/ . El 1 de julio, The Write Launch lanzó su novela corta The DeDramafi, que también será reimpresa por Storylandia en 2021. Fue galardonado con el Horned Dorset Colony en 2018 y con el Programa de Residencia Artística de Byrdcliffe en 2019.