por Jimena Montoya y Solange Martinez
Mientras en Bolivia crece la cifra de muertos y heridos, se institucionaliza la persecución a dirigentes populares y el gobierno de facto emite decretos para usar la fuerza sin regulaciones ni penalidades, el movimiento popular argentino mostró su apoyo al pueblo boliviano: comprende que actuar en defensa del pueblo hermano, es actuar en defensa propia.
Una Wiphala de 100 metros se abre paso en medio del sol abrasivo de las dos de la tarde del lunes, desde avenida 9 de julio hasta Plaza de Mayo, frente a la sede del gobierno argentino en Buenos Aires. La escoltan las Mujeres de Pollera, símbolo de la lucha y la resistencia del pueblo boliviano. Detrás, miles de bolivianos, argentinos, latinoamericanos.
Elizabeth, que viene del municipio de Florencio Varela, se agarra con una mano de la bandera que la representa, mientras camina en fila detrás de otras y otros, miembros de la comunidad boliviana en Argentina, que comenzó a llegar de manera masiva al país en la décadas del 1980, el 90 y el 2000.
“Venimos en apoyo de la Wiphala”, dice, y sintetiza con eso la respuesta al error más grande que cometió el autoproclamado gobierno de Jeanine Añez junto al sector militar, policial y civil que la sostiene: enaltecer la biblia para restaurar un orden casi colonial, quemar Wiphalas, ofender la cultura de la nación indígena que representa más del 60% de la población en Bolivia.
“Hagan respetar la Wiphala porque no solamente es Bolivia. Es Latinoamérica y nuestros presidentes interinos se olvidaron de que nosotros venimos de ese pasado. Somos indios. El hecho de que se hayan alzado económicamente y sean de alta clase, no quiere decir que no lo lleven en la sangre, porque lo llevan”, señala Elizabeth.
Explica con sencillez lo que señaló hace un día en entrevista televisiva el vicepresidente Álvaro García Linera: ”El discurso de clase en Bolivia está entremezclado con la herencia colonial racializada”. Fruto de la democratización social surgió una clase media indígena que tuvo nuevas oportunidades. La clase media tradicional, lejos de recibirla bien, “se atrincheró en odios raciales”.
En las columnas que avanzan la gente corea. “La Wiphala se respeta, carajo. La Wiphala se respeta, carajo”.La marcha fue convocada por el Comité de Solidaridad con Bolivia, creado al calor de los acontecimientos por las Centrales de Trabajadores Argentinos (CTA) y CTA Autónoma (CTAA), organizaciones de la CGT, como el Fresimona, la Corriente Federal de Trabajadores y más de 70 organizaciones sociales, políticas y estudiantiles.
Entre las que se destacan el Comité Internacional de la Juventud por la Paz en Nuestramérica, las Abuelas de Plaza de Mayo, Madres de Plaza de Mayo línea fundadora, la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH) y el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), entre otros organismos que conforman la Mesa de Derechos Humanos.
En la larga columna de organizaciones sociales y comunidad boliviana que avanza hacia la plaza los carteles dejan ver que la disputa es política pero está atravesada por un profundo rasgo cultural. El pueblo boliviano, que por cuestiones de sincretismo también es católico, ha sido profundamente herido en su identidad por este Golpe de Estado.
“Ella (Jeanine Áñez) no tiene vergüenza. Viene con la Biblia en la mano, pero la biblia en los 10 mandamientos dice no matar. No pueden discriminarnos a nuestras mujeres de polleras. Ellas son indígenas, nacieron de esa tierra”, observa Geovana que sostiene delante de sí un cartel que dice “Jeanine racista”.
Otros carteles dicen “No al golpe de estado”, piden frenar la masacre y paz para Bolivia. Piden por Evo, lo enuncian como el presidente legítimo, le dicen que no está solo y repiten la frase que dejó en el aire antes de salir del país: “Mientras tenga vida seguirá la lucha”.
Según el último censo oficial del año 2010, más de 345 mil bolivianas y bolivianos residen en Argentina. Es la segunda colectividad más grande en el país. Una nota del diario La Nación, que recupera datos de la Dirección Nacional de Migraciones, aporta que desde 2011 a 2017, unos 414 mil bolivianos se radicaron, temporaria o permanentemente, en la Argentina. Lo cierto, es que el núcleo duro de esa comunidad está organizada económica y políticamente.
Para ellas y ellos, la revolución que gobierna Bolivia desde 2006, fue un espacio de pertenencia e identificación. Eso se plasmó en las urnas consulares del pasado 20 de octubre: De los empadronados para participar del proceso electoral, el 82% por ciento (más de 100 mil personas) votó por Evo Morales.
“Nos movilizamos para expresar el repudio al golpe de estado que tiene una carga enorme de machismo y odio de clase y para expresarle a toda Latinoamérica y el mundo que no queremos racismo en nuestro continente. No queremos odio hacia los pueblos originarios y ni que se use otra vez la biblia para santificar golpes de estado que van por la riqueza, por el gas, el litio, el petróleo”, dice Hugo Yasky, de la la Central de Trabajadores Argentinos (CTA).
Enlazado por los codos con dirigentes sindicales forma un cordón que se detiene detrás de dos Abuelas de Plaza de Mayo, que por un tramo encabezan la marcha en silla de ruedas, sosteniendo una Wiphala.
Luto por los derechos humanos
David Blanco Mendoza, acaba de mojarse la cara, para aliviar el sopor de los 30 grados. Dice que viene desde Villa Celina y sostiene una caña que eleva la bandera boliviana. De abajo para arriba se ve verde, amarillo, rojo y en la punta de la caña, negro. Una bolsa de consorcio anudada, anuncia el luto.
“Esto es por la gente que ha muerto”, explica David. “El nuevo gobierno está matando gente en Bolivia. Son más de 20. Cuando salió el presidente Evo Morales no hubo ni una bala y ahora con la nueva presidenta y los nuevos generales, están matando gente. El pueblo somos nosotros, no son ellos”, asegura.
Un hombre lleva un recipiente y va sahumando el avance de la marcha para bendecir y agradecer “la lucha”, explica René Gutiérrez, residente en la Villa 1-11-14 y originario de Cochabamba. “Queremos darle fuerza a nuestros paisanos que están peleando allá”.
“Estamos marchando para cuidar nuestra wiphala, nuestra sangre está siendo derramada, venimos a reclamar por nuestros derechos. Somos quechuas, aymaras y es una costumbre que tenemos, exigir respeto”, dice Cecilia Puma, que nació en el estado Sucre.
«Llamamos a la comunidad internacional a comprometerse con una resolución pacífica, para que haya elecciones sin que ningún partido ni ninguna persona sean proscritos para que el pueblo boliviano pueda elegir democráticamente”, dice Delfina Rossi, referente de 3D, una plataforma juvenil y política de la Ciudad de Buenos Aires.
Cerca de ella, Nicolás, un abogado de unos 50 años que camina con una constitución en la mano expresa: “La actual gobernante ha roto la constitución y es una dictadura que estamos viviendo. Es una matanza total. Sigamos luchando para que vuelva la democracia ordenada, de acuerdo a la constitución política del estado. Quiero una Bolivia libre, con igualdad de derechos y soberana”.
En la plaza, a un costado del escenario se ve a la Tupac, la organización que representa Milagro Sala, referente social presa sin sentencia firme hace cuatro años en la norteña provincia de Jujuy “por mujer, por pobre y por india”.
También flamean entre Wiphalas y banderas bolivianas el estandarte del Movimiento Territorial de Liberación, el MTR, el MAS, Los Irrompibles, La Unión para la liberación de los Pueblos, la Vía Campesina, el Frente Popular Darío Santillán, La Cámpora, el MST.
En la fuente de la plaza, revisitan la tradición popular y se bañan los niños. Un conjunto de agrupaciones culturales hacen sonar sikus y bombos. “Mediante nuestra música ancestral nos comunicamos, para ser partícipes no por un partido sino por la hermandad de Bolivia que está sufriendo”, dice Betsy que vive en Buenos Aires en Parque Chacabuco y es originaria de Cochabamba.
En pocos minutos abrirá el festival la cantante argentina Teresa Parodi y dirá en sus primeras estrofas: “Canta compañero no te quedes sin el fuego. Vamos, canta compañero, no dejes de cantar”.
Kamisleydis Lorca, del Comité Internacional de la Juventud por la Paz en Nuestramérica, saludó “a los hermanos y hermanas bolivianas en este momento en el que la vida del pueblo está en peligro. Conocemos el plan Cóndor. Estamos ante la posibilidad de que se repita esto que sucede en otros países. Venimos de las experiencias de Venezuela, Chile Ecuador y Haití. El pueblo argentino está brindándole hoy su apoyo a Evo y al pueblo boliviano porque no nos queda otra que vencer”.
Una señora bajita, de unos 60 años, con un aguayo cruzado en el pecho y un sombrero se afirma en la baranda que protege la vereda para ver pasar la manifestación. “Soy de Yungas y hace más de 20 años que vivo en Argentina. Quiero acompañar a mi pueblo y estoy muy orgullosa por cómo nos está acompañando el pueblo argentino. Me emocioné y lloré. Queremos que vuelva nuestro presidente, porque desde que estuvo él no pasaron estas cosas. Gracias por acompañarnos en este momento cuando más necesitamos. Gracias Argentina”.
Antes de que el festival sea interrumpido por una fuerte lluvia, el bullicio se calma y las banderas suben más alto para hacer honor al mensaje grabado que Evo Morales desde México. La voz de Evo agradeciendo al pueblo movilizado “en lucha contra la dictadura” retumba en la plaza. Expresa su dolor por los caídos y su admiración por la movilización popular “en defensa de la vida, de la democracia y la Patria Grande”.
“Quien no condena y denuncia un golpe de estado, es su cómplice”, sentencia la rapera Malena D´alessio, al finalizar su último tema, antes del aguacero.
* Investigadoras-redactoras del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)
Las fotografías son de Soledad Fernández, Noelia Hoorn y Edison Burbano.