La gran industria de alimentos de hoy no busca saciar el hambre, quiere satisfacer antojos y adicciones. Su éxito radica en fórmulas químicas sabrosas, el bajo costo de estas y su alta disponibilidad. “Fabricar un refresco que garantice la aparición del ansia requiere el fino cálculo del análisis de regresión e intrincados gráficos para planificar lo que los conocedores llaman el punto de éxtasis, la cantidad exacta de azúcar, grasas y sal que llevará al consumidor a tocar las estrellas”, escribió el periodista estadounidense Michael Moss, en el libro de cabecera para entender el poder de la industria: “Salt, sugar, fat” (2014). No importa el porcentaje de alimento real que concentren (que muchas veces es casi nulo), sino la alquimia que excite el cerebro y estimule nuestras 10.000 papilas gustativas.
La definición de los alimentos y bebidas ultraprocesadas es tan aterradora como su impacto en la salud. Sus tres pilares son la sal, las grasas y el azúcar. La Organización Mundial de la Salud (OMS) las define como fórmulas industriales elaboradas a partir de sustancias derivadas de alimentos: tienen una calidad nutricional muy mala, por lo general son sabrosos, y a veces, adictivos. En América Latina, las ventas per cápita de estos productos aumentaron en 8,3%, y se prevé que continúen aumentando en más de un 9,2% para el 2019. La producción y venta de productos ultraprocesados está dominado por multinacionales como Coca Cola, Nestlé, Grupo Bimbo, Gruma y Sigma (de México), pero existe también empresas locales que han ido ganando mercado: Nutresa, en Colombia, por ejemplo; y Alicorp y Gloria, en Perú.
“Los dueños de la comida” es una serie periodística -coordinada por la Red Transfronteriza de OjoPúblico– que en alianza con otros medios y periodistas, busca exponer el poder detrás de esta producción y venta de alimentos, así como las malas prácticas que afectan la salud de los ciudadanos en América Latina.
En esta primera entrega exponemos los casos de Perú y México, para comprender a algunos de los grupos de poder económico en la industria de alimentos en ambos países, y en Colombia, el reportaje se aproxima a cómo una mala regulación de las plantas de carnes puede amenazar la salud de los consumidores.
COMIDA CHATARRA. Entre el 2000 y el 2013 el consumo de comida rápida se incrementó en la región. Perú fue el país que más creció.
Fuente: Organización Panamericana de la Salud
En la región, el mercado de productos ultraprocesados es oligopólico. Hasta el 2013, último año del que se tienen datos, la concentración en cuatro o menos compañías alcanzaba el 82,2% en el rubro de bebidas gaseosas, 74,7% en el de snacks, 66,7% en el de cereales y 55,9% en dulces y caramelos. La OMS ha advertido que esta alta concentración de empresas alimentarias genera graves preocupaciones por su poder mercadotécnico y su influencia en los consumidores, «así como por su poder político ante los Estados y la consiguiente capacidad de influir en las políticas que afectan el suministro de alimentos».
Desde hace más de 5 años una de las principales recomendaciones de la autoridad mundial en salud, para enfrentar el aumento de casos de obesidad, diabetes y otras enfermedades asociadas a la mala alimentación en la región, es que las “políticas fiscales deben tender a aumentar los impuestos sobre los productos ultraprocesados y restringir su disponibilidad en los negocios que no venden comestibles”.
La respuesta del sector privado no se ha hecho esperar. Sus argumentos y de algunos políticos aliados de ellos contra las medidas que desincentiven el consumo de la comida chatarra y las bebidas azucaradas se repiten. En México, la multinacionales como Coca Cola impulsan proyectos para promover la actividad física, pero silencian los perjuicios de estas bebidas. México es el país de América Latina que más bebidas gaseosas consume y es el lugar donde la obesidad se ha convertido en una de las principales epidemias.
La misma explicación la dio el entonces senador y actual presidente de Colombia, Iván Duque, cuando el gobierno anterior propuso incorporar un impuesto a las bebidas gaseosas. En Perú, donde dos compañías concentran la mitad de los ingresos del sector, aún no se habla de impuestos, pero la respuesta del sector industrial al reglamento del etiquetado fue similar, que era antitécnico y que la obesidad tenía otras causas como el sedentarismo. Solo entre el 2000 y el 2013 el consumo de alimentos ultraprocesados creció en 107% en este país.
MERCADOS OLIGOPÓLICOS. La producción y venta de golosinas es una de las más concentradas en la región.
Fuente: Organización Mundial de la Salud
La misma OPS reconoce que existen serias presiones para que estas nuevas regulaciones no se apliquen. Estas propuestas, “se han visto obstaculizados por la desinformación y las publicaciones científicas tendenciosas, además de la presión de los intereses comerciales”, dice la autoridad mundial en salud. Con esta serie, en OjoPúblico iniciamos la publicación de una serie de reportajes para explicar lo que está en juego: el futuro de la alimentación y su impacto en la salud pública.
El tema de fondo detrás de los alimentos es el precio y el acceso. Comprar alimentos frescos y saludables es más caro. En ese contexto, la obesidad es la expresión más cruel de una forma diferente de pobreza en la América Latina reciente. «Los dueños de la comida» no solo indagará en los conflictos de interés y estrategias de la industria de alimentos que van en contra de la salud pública, también será un ejercicio para transparentar las inversiones y los grupos de poder económico que están detrás de la producción y venta de estos alimentos.