«La mano de la comunidad moldeó el resultado»: La Casa de Adoración bahá’í de América del Sur ha recibido el prestigioso Premio Internacional bienal del Real Instituto de Arquitectura de Canadá (RIAC). No fue únicamente el impacto del templo sobre la sociedad, sino también la naturaleza de su ejecución lo que sorprendió al jurado.
El prestigioso Premio Internacional bienal del Real Instituto de Arquitectura de Canadá (RIAC) no es un premio de arquitectura al uso. Un jurado internacional compuesto por seis arquitectos de gran renombre ha de escoger un edificio que destaque por ser «transformador en su contexto social» y «que exprese los valores humanísticos de la justicia, el respeto, la igualdad y la inclusión». Esta selección la realizan de entre una muestra poco habitual de estructuras arquitectónicas de todo el mundo que han tenido repercusión en la vida social de las comunidades en las que se han construido.
Este año, el Premio internacional RIAC dotado con 100 000 dólares fue otorgado a la Casa de Adoración bahá’í de América del Sur. El premio se está destinando a la conservación del templo a largo plazo. Encargada por la Casa Universal de Justicia y diseñada por el arquitecto canadiense Siamak Hariri, la Casa de Adoración de América del Sur se ha convertido en un símbolo icónico de unidad para Santiago y mucho más allá. Con vistas a la ciudad desde las laderas de los Andes, el templo ha recibido más de 1,4 millones de visitantes desde su inauguración en octubre de 2016. La Casa de Adoración no solo simboliza la unidad, sino que ha dado expresión a una poderosa convicción de que la adoración de lo divino está íntimamente relacionada con el servicio a la humanidad.
La interrelación entre el medio construido y el bienestar de la sociedad fue una de las preocupaciones primordiales para el jurado del Premio RIAC. Diarmuid Nash, presidente del jurado, explica que tres proyectos arquitectónicos fueron seleccionados como finalistas por el impacto transformador que tuvieron en sus respectivas comunidades. «El templo bahá’í fue un proyecto comunitario. Gran número de voluntarios trabajaron en este proyecto, de manera similar a cómo funciona un proyecto comunitario en un pueblo pequeño, pero este fue a escala mundial».
«El templo ha trascendido a la comunidad», prosigue. «Ilustra los principios de la Fe bahá’í, a saber, que todas las personas son iguales y que todos pueden venir aquí a reflexionar y a regenerarse. Su impacto ha sido tal que ha tenido repercusiones más allá de la comunidad y ha atraído a un número creciente de personas de todas las condiciones sociales».
El proceso de selección fue riguroso y se prolongó durante más de seis meses. Se pidió a los miembros del jurado que realizaran visitas in situ como parte del proceso de investigación y de selección. «Pedimos a Stephen Hodder, antiguo presidente del Real Instituto Británico de Arquitectos y miembro invitado del jurado, que visitase este proyecto», afirma Diarmuid Nash. «Consideramos que sería un observador imparcial».
Stephen Hodder realizó este año una visita al templo de tres días de duración, y pasó una considerable cantidad de tiempo con la comunidad local. Posteriormente compartiría sus impresiones con el jurado, refiriéndose a la Casa de Adoración como «una arquitectura espiritual, imperecedera y verdaderamente transformadora, sin parecido con ninguna otra que haya contemplado y cuya influencia se extiende mucho más allá del edificio».
Hablando acerca de la visita de Stephen Hodder, Diarmuid Nash dice: «Stephen me comentó que no había sentido un impacto emocional tan grande desde que había entrado en Ronchamp, que es una famosa capilla que todos hemos visitado en nuestras carreras como arquitectos. Es un referente en la arquitectura moderna. Me dijo que «esto va mucho más allá de Santiago, llega al mundo entero»».
Stephen Hodder en sus comentarios al jurado compartió las siguientes reflexiones:
«¿Cómo puede ser que un edificio capture el espíritu de «unidad», o de un lugar sagrado, o que imponga un silencio imperante sin instigación alguna? El espacio interior se retuerce hacia lo alto como en un vórtice, culminando en el óculo en el que se encuentra la inscripción «Oh Tú Gloria del Más Glorioso». Los asientos se orientan hacia Haifa y hacia el santuario del Báb, el precursor de Bahá’u’lláh… pero ¿por qué acude la gente en masa al templo bahá’í? ¿Es por el jardín, plantado con especies autóctonas y cuidado con sumo amor por los voluntarios, o por las vistas sobre Santiago y los impresionantes atardeceres, o por el curioso objeto que se engarza en las montañas? El templo es el ancla… Por la noche, la opacidad de la envoltura exterior de vidrio fundido y la translucidez del mármol portugués se invierte y la cúpula parece brillar etéreamente desde el interior… El templo no solo ha proporcionado un centro focal para la comunidad bahá’í sino también, en su compromiso de «servicio» al vecindario y su bienestar».
No fue únicamente el impacto del templo sobre la sociedad, sino también la naturaleza de su ejecución lo que sorprendió al jurado. «Está realizado con amor», afirma Diarmuid Nash. «El trabajo en madera, en piedra y en vidrio, en todos ellos perdura la huella de la mano que los ha moldeado, lo cual sorprende en un proyecto de tanta sofisticación. Este factor ha tenido una fuerte influencia en el jurado. Daba esa impresión de que la mano de la comunidad había moldeado el resultado».
Tras recibir el premio, Siamak Hariri ha estado reflexionando sobre la obra. «Cientos de personas trabajaron sacrificadamente en este proyecto, con gran dedicación, enorme destreza y se esforzaron al límite mismo de lo que es posible en arquitectura».
«El templo refleja una aspiración. Los arquitectos solo dan forma a la aspiración. Cuando te surge una oportunidad como esta, en la que las aspiraciones son tan elevadas, exige llegar a los confines mismos de la imaginación para afrontar el desafío», agrega.
El premio fue entregado el 25 de octubre en una ceremonia en el Castillo Westin Harbour de Toronto. «Sobre todo nuestra gratitud es extensible a la Casa Universal de Justicia que fue nuestra inquebrantable fuente de guía, de valentía y de constancia», mencionó Siamak Hariri durante la velada.
Diarmuid Nash, quien estuvo presente, declara que al terminar la charla la gente estaba en pie ovacionando. «Todos nosotros nos sentimos muy inspirados. Es un proyecto que tiene vida propia. Se supone que es un edificio construido para durar 400 años. Sospecho que durará muchísimo más».