Localizada en una de las regiones más conflictivas de África, Ruanda es un pequeño país de tierras fértiles, con una de las densidades de población más elevadas del mundo: aproximadamente 400 habitantes por kilómetro cuadrado.
El país es uno de los líderes de un fenómeno global que está repercutiendo también en África: el fortalecimiento de la posición de la mujer, proceso que en el continente se ha llevado a cabo con sorprendente rapidez. En dos décadas, la representación parlamentaria de la mujer ha aumentado del 6%, en 1988, al 18% de la actualidad.
En el caso de Ruanda, esta cifra es récord, con un 56% de participación femenina en el parlamento. Suecia es el segundo país, con un 47% de parlamentarias, mientras que en Brasil la participación femenina en el Congreso Nacional no supera el 9%.
Además, son varios los ministerios ruandeses encabezados por mujeres, entre ellos el de Relaciones Exteriores y Comercio.
**Cuotas de representación**
Un factor decisivo para este desarrollo ha sido el establecimiento de cuotas de representación. Tres países africanos estipularon una cuota mínima del 30%: Ruanda, Tanzania y Uganda. Los dos últimos tienen sistemas electorales por mayoría, y la única forma de garantizar la representación femenina ha sido reservando la cuota; sin embargo, Ruanda combina la reserva de escaños con un sistema proporcional de representación.
Con este sistema, se genera una base política para que las mujeres puedan marcar la diferencia en la realidad del país. En una sociedad patriarcal como la ruandesa, la fuerte presencia femenina actual tiene un impacto decisivo en cuestiones de propiedad, herencia y violencia sexual. Pero los rápidos cambios hacia la igualdad de género generaron mucha resistencia entre el sexo masculino, y uno de los efectos secundarios fue el aumento de la violencia doméstica.
**Pasado sangriento**
No obstante, un punto decisivo en la evolución de la posición de las mujeres en Ruanda vino marcado por el sangriento pasado del país. En 1994, Ruanda fue escenario de un genocidio de proporciones apocalípticas, en el que se masacró a más de un millón de personas. El país quedó totalmente en ruinas.
Muchos hombres fueron asesinados, hechos prisioneros, o bien huyeron al exterior. El Fondo de Desarrollo de las Naciones Unidas para la Mujer, Unifem, compara la situación en que se encontraba Ruanda inmediatamente después del genocidio con la de Europa tras el final de la Segunda Guerra Mundial. En ese momento, no hubo opción, y las mujeres tuvieron que asumir las responsabilidades de los hombres desaparecidos, ocupando cargos en el gobierno de transición que siguió al genocidio.
Su voz se hizo oír y los resultados fueron, sin duda, positivos. Los números no mienten: la participación parlamentaria de las ruandesas prácticamente se ha duplicado en relación con el 30% estipulado en la legislación, alcanzando así un récord histórico en la historia de las democracias.
*(Traducción del portugués al español: Pilar Royo)*