Durante 40 años, los saharaui han permanecido exiliado de su tierra natal, desplazados en lo que se conoce como el “desierto de los desiertos”, donde viven con la esperanza de experimentar algún día el ansiado regreso a su tierra prometida: su patria de Sahara Occidental.
Ha sido tan larga la espera que generaciones enteras vivieron y murieron albergando la esperanza de regresar. La saharaui Tecber Ahmed Saleh me dijo: “Mi abuela falleció sujetando un radio, pensando que anunciarían un referéndum al día siguiente”.
El referéndum que la abuela de Tecber esperaba escuchar lo acordaron realizar por vez primera en 1991, cuando, tras décadas de colonización y conflicto, el Gobierno marroquí consintió un cese al fuego que hubiese conllevado a una votación sobre la independencia o soberanía dentro del estado marroquí.
Pero resultó ser un espejismo, por lo que la generación actual de saharauis se impacienta cada vez más. Tecber me dijo que la “generación más joven está pensando: ‘Oh, hemos esperado por su solución pacífica durante 40 años, no vamos a morir en el desierto, tal vez perderemos, pero lo intentaremos’”.
El pueblo saharaui fue desplazado a este “jardín del demonio” –como se conoce a este desierto– en 1975, cuando España colonial se retiró de África, los ejércitos marroquí y mauritano se movilizaron para ocupar el territorio abundante en recursos de Sahara Occidental, dando inicio a un conflicto sangriento que terminaría con Marruecos anexando la región en 1976.
Confrontados con la ocupación del Ejército, el pueblo saharaui buscó refugio en la provincia vecina de Tinduf en Argelia, y establecieron uno de los campos de refugiados más grande y prolongado en la historia, desde donde el Gobierno saharaui occidental funciona en exilio.
En la actualidad, solo un trillado acuerdo de cese al fuego entre el Ejército marroquí y el Frente Polisario de Sahara Occidental mantiene la situación bajo control, por lo que la reanudación de la guerra continúa siendo una posibilidad latente.
El Frente Polisario, creado como una defensa armada para proteger los territorios saharauis occidentales de las incursiones marroquíes y mauritanas de 1976, se ha convertido en un movimiento con una ideología heterogénea cuyo objetivo principal es la independencia del pueblo saharaui.
El Frente Polisario ha buscado vías pacíficas para asegurar la independencia desde 1991, aunque se reserva el derecho a recurrir al uso de armas si Marruecos no cumple con el acuerdo de cese de hostilidades, que incluye el referéndum prometido. El acuerdo de paz que se estableció entre el Frente Polisario y Mauritania en 1979 todavía se encuentra vigente.
Para lograr la paz, se necesita de buena voluntad. Pero con un muro de 2700 km que separa al pueblo saharaui de sus valiosas tierras y mares al oeste, y se estima que entre cinco a 10 millones de artefactos explosivos se encuentran enterrados debajo de ese muro, no es de sorprender que el pueblo saharaui tenga tan poca fe en la buena voluntad marroquí y recurre, en cambio, a la comunidad internacional. Este muro, conocido por los saharaui como el “muro de la vergüenza”, fue construido por etapas durante la década de 1980, luego de que se reavivaran las hostilidades entre Marruecos y el Frente Polisario. En la actualidad, marca el límite entre las ‘Provincias del Sur’ marroquíes y la zona libre controlada por el Polisario.
Tecber indica que el pueblo saharaui “cree realmente en la comunidad internacional, en la ley y la justicia internacional”. Esta es la razón por la que Tecber realizó una visita a Australia en septiembre de 2018, para solicitar a la audiencia australiana y a la comunidad internacional que no olviden a los 170 000 refugiados saharaui que se encuentran abandonados en la esquina suroccidente de Argelia, donde las temperaturas pueden elevarse por encima de los 50 grados Celsius durante los meses de verano.
Los refugiados saharaui han vivido en esos campos desde 1975, cuando Argelia los reconoció oficialmente como refugiados y autorizó el acceso a los servicios públicos. En la década de 1980, Argelia solicitó ayuda a Naciones Unidas para cubrir las necesidades básicas de los refugiados, y hasta el día de hoy los campos dependen de la ayuda internacional para sobrevivir. Dado que los presupuestos de ayuda internacional se sobrecargan durante los periodos de agitación global, las condiciones en los campos de refugiados han ido empeorando. Tecber dice: “Cada vez estamos recibiendo menos y menos alimento. Comenzamos con dos kilogramos de azúcar o dos litros de aceite al mes por persona. Ahora recibimos la mitad, y las familias tienen que personalizar sus necesidades por completo”.
Tecber es una profesional de la salud del Ministerio de Salud de Sahara Occidental que funciona desde los campos de refugiados. Su investigación reveló que la dieta de los refugiados saharauis no proporciona siquiera los requerimientos nutricionales mínimos indispensables. Explica que esto se debe a que las raciones de los refugiados pretendían ser temporales –lo suficiente para ayudarlos a sobrellevar la situación hasta su reasentamiento. No obstante, la situación “temporal” se prolongó por más de 40 años.
Tecber menciona también que los refugiados tampoco tienen acceso a cantidades adecuadas de agua potable libre de contaminantes. Según indica, el agua “está llena de minerales que influyen directamente en la salud –por ejemplo el yodo– las personas están bebiendo agua potable que a la larga les está generando más problemas de salud que beneficios”.
Aunque la comunidad internacional no brinda financiación adecuada para satisfacer las necesidades humanitarias de los refugiados, Kamal Fadel, representante del Gobierno de Sahara Occidental en Australia y Nueva Zelanda, habla muy bien del país que alberga al pueblo saharaui. “La libertad y el respeto a los derechos de los demás es algo que está incrustado en la mentalidad argelina”, afirma. “Es parte de su personalidad”.
De acuerdo con Kamal, la solidaridad de parte de las naciones que se liberaron de la opresión colonial –países como Argelia y Timor Oriental– ha sido importante para mantener la moral del movimiento independentista. “Saber que a personas en el exterior les interesa”, Kamal indica, “es lo que nos mantiene en la lucha. Esto es lo que nos da fuerza a pesar de todos los desafíos”.
En los campamentos de casas hechas de adobe y tiendas de campaña, los saharaui se han esforzado por construir la infraestructura y el aparato del Estado: crearon los servicios de educación y salud, ministerios y un cuerpo diplomático. Su esfuerzo de crear soberanía ha sido reconocido en diferentes momentos en la historia por 80 países, y Sahara Occidental es un estado miembro fundador de la Unión Africana. La verdadera soberanía, no obstante, continúa siendo esquiva por los intereses económicos de Francia, la impotencia diplomática española, el poder y la influencia marroquí y incongruencia estadounidense y, lo más importante, la ignorancia internacional. “Todos saben sobre Palestina, pero nadie sabe acerca de la situación de Sahara Occidental”, Tecber lamenta.
En 1991, casi se obtuvo una solución al conflicto cuando el Gobierno marroquí y el Frente Polisario acordaron participar en un proceso de paz de la Misión de Naciones Unidas para el referéndum en Sahara Occidental (MINURSO), que presagiaba el tan ansiado referéndum de la autodeterminación. Tras casi 30 años, no obstante, este referéndum continúa siendo inalcanzable.
Kamal Fadel sostiene que no solo la misión pacificadora de Naciones Unidas no produjo el referéndum –tampoco pudo proteger al pueblo saharaui de las violaciones de los derechos humanos. “MINURSO es la excepción a la regla”, afirma. “Cada misión de Naciones Unidas en el mundo tiene la orden de llevar un seguimiento e informar sobre la situación de los derechos humanos: menos MINURSO”.
En los intentos recientes de expandir el mandato de la misión de Naciones Unidas, los aliados de Sahara Occidental y las naciones que respaldan el referéndum han unido fuerzas para oponerse al poder de veto de Francia en el Consejo de Seguridad de Naciones unidas, que apoya firmemente los intereses marroquíes en Sahara Occidental. “Este tipo de situación, como siempre, tiene que cesar”, Kamal indica. “No podemos permitir que MINURSO continúe por siempre porque está gastando bastante dinero y no está haciendo su trabajo”.
Para avanzar este punto muerto, Kamal propone una postura más fuerte de parte de los Gobiernos del mundo que respaldan una expansión del mandato de MINURSO para que se incluya un seguimiento de los derechos humanos, que reconozca al Frente Polisario como el representante legítimo del pueblo saharaui, y que inste a Naciones Unidas para que avance sin más retraso en la realización del referéndum ya ordenado.
Dejando de lado las preguntas sobre geopolítica, intereses comerciales y procesos diplomáticos, la pregunta de justicia que plantea Tecber Ahmed Saleh –su súplica al mundo– es más simple: “¿Por qué no podemos tener nuestras tierras?”.