Esta semana hubo una convocatoria masiva al llamado a saltar por encima de los torniquetes de pago del Metro de Santiago, en respuesta a la cuarta alza en lo que va del año. Principalmente estudiantes secundarios entraban en masa a las estaciones, sobrepasando la capacidad de respuesta de los guardias de seguridad. Poco tiempo pasó antes de que se cerraran algunas estaciones y entraran las fuerzas especiales de los Carabineros (Policía), reprimiendo con bombas lacrimógenas, lumazos y hasta perros. Hoy también hubo represión con perdigones, lo que dejó a varios estudiantes heridos.
El Metro de Santiago (que transporta a unos 2,6 millones de usuarios al día) es un icono del Chile serio, moderno y eficiente que se quiere proyectar hacia el exterior, pero al mismo tiempo es el más caro de América Latina (en boleto en la hora “punta” es de unos 1,17 dólares), y los salarios del país no alcanzan para mantener el creciente costo de la vida en una sociedad con una intensa desigualdad, la mayor de la OCDE. Un 50% de los chilenos gana menos de 550 dólares al mes (unos 400 mil pesos), y el transporte representa alrededor de un 10% de esa suma, a lo que se debe sumar las cuentas de servicios básicos como la electricidad y el agua, que también están entre las más altas de la región.
Si a eso se suman los costos de la vivienda, la educación y la salud, tenemos un pueblo que prácticamente vive a punta de créditos de consumo, temeroso de perder el trabajo y no poder pagar las deudas. Y los que se han jubilado reciben pensiones bajísimas (de menos de 175.000 pesos, unos 250 dólares) de sus AFP (Administradoras de Fondos de Pensiones), en un sistema privatizado del que ni siquiera pueden retirar los fondos ahorrados de toda una vida. Todas estas son consecuencias de las reformas neoliberales introducidas en la sociedad chilena en tiempos de Pinochet (1973-1989) y profundizadas por los sucesivos gobiernos de la Concertación por la Democracia, que optaron por no hacer cambios de fondo. De hecho, el país sigue rigiéndose por la Constitución de 1980, creada por el régimen militar.
Ayer jueves, y especialmente hoy, la “semana de la evasión” llegó a un punto de inflexión. Se cerraron varias estaciones del Metro, las que estaban abiertas se llenaron de policías y los estudiantes que lograban llegar al interior de los andenes intentaban hacer parar los vagones sentándose en los bordes de las vías. También fueron creciendo las manifestaciones en las calles, con ciudadanos “comunes y corrientes” sumándose a los estudiantes secundarios. Finalmente, toda la red de Metro tuvo que cerrar sin que se sepa cuándo reabrirá. Diversas organizaciones sociales convocaron a un cacerolazo en la noche del viernes 18, que tuvo un masivo seguimiento en toda la ciudad. Por la noche hubo manifestaciones con barricadas e interrupción del tránsito en diversos puntos de Santiago y en particular en la emblemática y central Plaza Baquedano. Según se ve en las noticias de televisión, está ardiendo el edificio de la eléctrica ENEL, aunque no sería raro que fuera un montaje para desviar la atención.
El gobierno de Sebastián Piñera reaccionó criminalizando a los manifestantes y responsabilizándolos de los inconvenientes que provocaron a lo largo de la semana a los trabajadores. En la tarde-noche del viernes, minutos antes del cacerolazo, dio señales de que se declarará el estado de emergencia por «graves alteraciones al orden público», lo que permitiría acuartelar a los militares y restringir la libertad de locomoción y reunión.
Reacciones políticas
La oposición, e incluso algunos políticos de su propio sector, lo acusan de “tratar de apagar el fuego con bencina” y de no ver las consecuencias de su propio modelo privatizador, en que unos pocos apellidos disfrutan de los beneficios que les corresponden a todos los chilenos.
En el opositor Frente Amplio, conglomerado de organizaciones sociales progresistas, Beatriz Sánchez, ex candidata a la presidencia en las últimas elecciones, tuiteó: “¿En serio la discusión para las autoridades es si van a poner 3 o 5 candados en la puerta del Metro, o si mandarán 10 o 15 carabineros? ¿No ven la desesperación de una familia que gana el salario mínimo ($301 mil) y que gasta $33.500 al mes para ir al trabajo?”
Catalina Valenzuela, presidenta del Partido Humanista, también miembro del Frente Amplio, declaró: “Sabemos que lo que está pasando no es fruto de la criminalidad, es fruto de la injusticia. Chile es un país que está dando miedo, Chile es un país en donde se criminaliza a la ciudadanía organizada, y donde se deja en libertad a los violadores de crímenes de lesa humanidad”.
El diputado del PH Tomás Hirsch, señaló por su parte en un tuit: “presidente @sebastianpinera: No puedes ser tan irresponsable de sacar los militares a la calle. Decretar Estado de Emergencia es propio de dictaduras como la que apoyaste tú y tu primo @andreschadwickp. Basta de represión. Dejen de abusar de la gente.”
El senador Francisco Chahuán, derechista moderado que preside la comisión de transportes del Senado, declaró: “es urgente cambiar la forma es que se establecen las alzas en el transporte, porque no se incluye el factor social en la fórmula. Pero también es necesario sancionar la violencia y destrucción”.
Proyecciones
Piñera, al que le encanta tener exposición pública nacional e internacional, será anfitrión de la Cumbre de la APEC en noviembre y de la COP25 (Cumbre Climática de las Naciones Unidas) en diciembre. Habrá que ver cómo estará el país para esas fechas, con toda la atención noticiosa internacional. A este ritmo, bien puede ser que le explote un estallido social como el que acaba de ocurrir en Ecuador.
Las manifestaciones ya han llegado a la prensa internacional, con artículos en el periódico español El País (https://elpais.com/internacional/2019/10/18/america/1571403677_862701.html) y el británico The Guardian (https://www.theguardian.com/world/2019/oct/18/chile-students-mass-fare-dodging-expands-into-city-wide-protest), entre muchos otros.
La CONFECH (Confederación de Estudiantes de Chile) convocó antes de que se declarara el estado de emergencia a una jornada de protesta nacional este lunes 21 de octubre, y en Santiago en la estación de Metro más cercana.
Hay quienes comparan estas movilizaciones con la “Revolución de la chaucha”, ocurrida en 1949 también por el alza del transporte. Está por verse si esto es un estallido social parecido, pero es evidente que la rabia de los estudiantes secundarios se ha alimentado de sus familias sin privilegios, con madres, padres y abuelos que han padecido a lo largo de las décadas la cara oscura del “milagro económico chileno”.
Fotografía de Sergio Bastías