Cuando escuché las quejas del Honorable Diputado Sr. Urrutia, me parecieron muy razonables pues no de otro modo ha de asistirse a tan memorable acto como es la instauración del nuevo Congreso Nacional, sino vestido con corbata y no como lo hizo aquel mocoso veinteañero apellidado Sr. Boric, recientemente venido también a Honorable Diputado.
Por tal razón me acordé de mi entrañable Tía Eulalia, nunca antes ni posteriormente casada, razón por la cual muchos vulgarmente le daban el mote de solterona. La Tía Eulalia siempre me señaló que en ocasiones protocolares, en donde asistieran altas investiduras, previamente leyera el Manual de Carreño pues de otro modo, y de manera fortuita, bien pudiese incurrir en situaciones poco decorosas que podrían mancillar mi abolengo.
Pues bien, teniendo en mis extremidades superiores una mohosa edición del Manual ya mencionado, me puse a indagar acerca del uso de la corbata. Grande fue mi sorpresa cuando descubro que el venerable y respetado Carreño explicita el uso de este accesorio de camisas en sólo tres ocasiones, dos de las cuales no califican para la de marras, pues no estamos en presencia de Luto ni tampoco es la ocasión de Casamiento, por tanto sólo nos queda la que el venerado libro explicita en la página 291 a propósito del trato que debe brindar “el comerciante a las personas que entran a su establecimiento”, es decir, los clientes.
Carreño señala, a la letra y textualmente: “Es sobremanera incivil e impropio el conservar un comerciante su sombrero puesto, cuando se dirige a él en su establecimiento una señora, u otra persona que sea para él muy respetable, lo mismo que aparecer en cualquiera ocasión desaliñado o mal vestido, como en mangas de camisa, sin corbata, etc.”.
Este descubrimiento me puso en situación de dudar del Honorable Diputado, Sr. Urrutia, pues bien pudiese ser que se haya equivocado y en vez de considerarse un Honorable Diputado esté pensándose a sí mismo como un mero comerciante.
Por los fundamentos señalados en el párrafo anterior es que comencé a indagar acerca de los antecedentes de este Sr. Urrutia, que hasta este momento me había parecido una persona de mucha urbanidad y gran decoro.
Es así como leyendo el Decano de nuestra prensa -aquel periódico de tamaño tabloide que aparece diariamente y que se denomina El Mercurio-, con gran sorpresa me enteré que tiempo atrás el Honorable Diputado, Sr. Urrutia, expresó textualmente: “el día que se acepten homosexuales en el Ejército, seremos invadidos por Perú y Bolivia y nos volarán la raja”. El lector me disculpará la transcripción textual de “raja”, palabra usada por el vulgo para denominar el derriére, pero de otra forma no se entendería mi desilusión con el Honorable Diputado, Sr. Urrutia.
En efecto, el Capítulo “De las condiciones morales de la conversación” del sacro texto de Carreño, en su apartado 6 señala textualmente: “… en los casos en que pueda hacerse mención de alguna parte del cuerpo, deben elegirse las palabras más cultas y de mejor sonido, que son las que se oyen siempre entre la gente fina. Las palabras cogote, pescuezo, cachete, etc., serán siempre sustituidas en los diversos casos que ocurren, por las palabras cuello, garganta, mejilla, etc.”
¿Se dan cuenta?, El Honorable Diputado, Sr. Urrutia, ocupó la palabra “raja”. Por último, si no sabía francés para ocupar la palabra derriére, bastaba con referirse a esa parte de nuestra anatomía como “el popóh”.
Tal situación me alentó a continuar con el escrutinio del tabloide ya mencionado encontrándome que el Honorable Diputado, Sr. Urrutia, en ocasión ya transcurrida, a propósito que en el hemiciclo los curules conmemoraban la muerte del ex Presidente Allende, señaló a viva voz: “El cobarde que se suicidó”, violentando la congoja de muchos de sus propios cófrades que –aún con ideas disímiles a las vuestras- merecen todo el respeto. Y resulta que en el Capítulo “De la Honras Fúnebres” el gran Códice de Carreño señala que “En cualquier tiempo en que se celebren las exequias de una persona, o se conmemore su muerte, el de la ceremonia es un día de duelo para su familia”, recomendando el Maestro de la Urbanidad restringirse de cualquier acción que sea “contraria a todo sentimiento de humanidad y de decoro, y al mismo tiempo un ultraje que se haga a la memoria del difunto”.
Además, gran mohíno me asalta cuando me informo que el llamado Honorable Diputado, también aparece coligado en relaciones comerciales con aquellos mal recordados benefactores de Colonia Dignidad, aquellos que de buenos modales y decoro tienen muy poco, más aún cuando de inocentes se trata.
Y por último, leo en aquellas gacetas digitales El Mostrador y El Dínamo que denuncian al Sr. Urrutia por graves conflictos de interés en el negocio del Alcohol y que es uno de los tantos diputados que con indisimulado afán “esconden sus billeteras” al no declarar sus patrimonios, lo que la ley señala como de suyo importante, aunque no obliga.
Después de todo este afán investigativo, debo confesar que del Sr. Urrutia nunca seguiré modelo alguno pues confunde su alta investidura de Congresal, ni siquiera con la de honrado comerciante, sino de mero truhán y granuja mercachifle.
Y, nobleza obliga, mis reverencias y saludos a este sagaz y lozano mozuelo apellidado Boric, que de carilampiño más no tiene nada, pues como buen descendiente croata debe saber muy bien del origen de la Corbata.
Aunque no lo confiese, el ladino Boric se rehúsa a usarla pues conoce que en la génesis de la Corbata está Luis XIV, el Rey Sol y símbolo del absolutismo, quien en el S XVII recibe al triunfante Regimiento Croata, vencedor de los turcos. En tal magna ocasión los soldados croatas llegan con un adminículo enrollado al cuello que fascina al Rey, quien ordena a sus soldados usar un accesorio parecido, al que llamó Cravette (de Croacia), nombre que al castellanizarse se transforma en Corbata.
Y el Honorable Diputado, el descendiente croata Sr. Boric, sabe muy bien que la mezcla entre el absolutismo y el militarismo, es una mezcla que de Urbanidad, Decoro y Buenas Costumbres tienen muy poco, por no decir nada.