En 1976 René Goscinny escribió un guión para su entrega de Astérix «Obélix y compañía» que resultó ser uno de los mejores estudios sobre el capitalismo neoliberal y las razones de su fracaso. En resumen, cansado de ser derrotado por la puñetera poción mágica bebida por los galos que se niegan a acatar la autoridad del Imperio Romano (la acción es en el año 50 a.C.), Julio César manda a un joven enviado llamado Cayo Coyuntural recién salido de la Escuela Latina de Economía (una caricatura de Jacques Chirac, uno de los pilares del avance de la agenda neoliberal de la época) a corromper a los galos con el dinero, la competencia y el consumismo con el fin de llevarlos al mismo nivel de decadencia que el Imperio Romano. Como era de esperar, el plan finalmente fracasa, creando una deuda paralizante para Roma y los galos regresan a su estilo de vida preferido, basado en la autodeterminación y en los valores de la comunidad.
Esta historia parece ser una alegoría perfecta del plan de Trump-Kushner para la «paz» en Oriente Medio, con su suposición de que los palestinos aprovecharán la oportunidad de tener un poco de consuelo material incluso si la ocupación continúa, Israel continúa restringiendo sus derechos y negándoles su propio Estado. También debemos recordar que el plan se presenta después de que Trump declarara que toda Jerusalén es la capital de Israel y que la UNRWA (agencia de ayuda de la ONU para los refugiados palestinos), así como la financiación de USAID para Gaza y los programas de Cisjordania han sido reducidos drásticamente por la administración de Trump.
El «Acuerdo del Siglo», tal y como se anunció antes de la reunión de Bahrein, consiste en conseguir 50.000 millones de dólares de algunos países árabes e invertirlos en el desarrollo del sector privado en Cisjordania y Gaza, como también algo para los países vecinos con refugiados palestinos, pero sin ninguna liberalización política ni levantamiento de las restricciones de viaje para los palestinos, sin poner fin a los asentamientos israelíes y, desde luego, sin siquiera insinuar una posible solución de dos Estados. Como era de esperar, el plan fue duramente criticado por los palestinos y por casi todo el mundo con un poco de sentido común, humanidad y decencia.
Los paralelismos entre Cayo Coyuntural y Jared Kushner son sorprendentes. Ambos tratan con desprecio a aquellos a los que pretenden ayudar, emprenden con arrogancia una tarea compleja envuelta en anteriores intentos desastrosos de encontrar una solución, y ambos creen que el dinero es el único sentido de la vida y el único instrumento de transformación, de manera cercana al delirio. También están igualmente ciegos a las obvias deficiencias de sus esquemas simplistas, fascinados por el engrandecimiento de sí mismos que creen que traería su éxito.
El mito del dinero
Cada época y sociedad tiene un Mito dominante, un núcleo de creencia que da dirección general al conjunto. Para el antiguo Egipto era el más allá vinculado a la inmortalidad del Faraón, en el Renacimiento y el Positivismo subsiguiente el gran Mito era el Conocimiento Humano y hoy vivimos con el Mito del Dinero.
En las palabras de Silo: «He aquí la gran verdad universal: el dinero es todo. El dinero es gobierno, es ley, es poder. Es, básicamente, subsistencia. Pero además es el Arte, es la Filosofía y es la Religión. Nada se hace sin dinero; nada se puede sin dinero. No hay relaciones personales sin dinero. No hay intimidad sin dinero y aún la soledad reposada depende del dinero.
Pero la relación con esa “verdad universal” es contradictoria. Las mayorías no quieren este estado de cosas. Estamos pues, ante la tiranía del dinero. Una tiranía que no es abstracta porque tiene nombre, representantes, ejecutores y procedimientos indudables.
Hoy no se trata de economías feudales, ni de industrias nacionales, ni siquiera de intereses de grupos regionales. Hoy se trata de que aquellos supervivientes históricos acomodan su parcela a los dictados del capital financiero internacional. Un capital especulador que se va concentrando mundialmente. De esta suerte, hasta el Estado nacional requiere para sobrevivir del crédito y el préstamo. Todos mendigan la inversión y dan garantías para que la banca se haga cargo de las decisiones finales. Está llegando el tiempo en que las mismas compañías, así como los campos y las ciudades, serán propiedad indiscutible de la banca. Está llegando el tiempo del Paraestado, un tiempo en el que el antiguo orden debe ser aniquilado.
Parejamente, la vieja solidaridad se evapora. En definitiva, se trata de la desintegración del tejido social y del advenimiento de millones de seres humanos desconectados e indiferentes entre sí a pesar de las penurias generales. El gran capital domina no solo la objetividad gracias al control de los medios de producción, sino la subjetividad gracias al control de los medios de comunicación e información. En estas condiciones, puede disponer a gusto de los recursos materiales y sociales convirtiendo en irrecuperable a la naturaleza y descartando progresivamente al ser humano. Para ello cuenta con la tecnología suficiente. Y, así como ha vaciado a las empresas y a los estados, ha vaciado a la Ciencia de sentido convirtiéndola en tecnología para la miseria, la destrucción y la desocupación«.
Eduardo Galeano añadió, refiriéndose a las guerras: «Nadie tiene la honestidad de reconocer: Mato para robar». El conflicto siempre se justifica con altos ideales, pero siempre se trata de recursos.
Cuando nos enfrentamos a la aparente solidez del sistema actual es importante recordarnos a nosotros mismos que descansa pura y simplemente en una creencia, y si esa creencia fuera a cambiar, por ejemplo, reemplazada por la conciencia del potencial evolutivo de la conciencia humana, los gurús y sumos sacerdotes de la religión del dinero, con sus bancos como lugares de culto y el dogma incontestable del capitalismo de libre mercado, perderían todo su control sobre nuestra civilización planetaria.
Los brotes (literalmente) verdes de la nueva etapa están en evidencia, aunque todavía no pueden mostrarse plenamente debido a las restricciones impuestas por los medios de comunicación dominantes en manos del Gran Capital. Pero no se puede ignorar a las nuevas generaciones que realizan huelgas escolares y demostraciones masivas bajo el lema «Cambiemos el sistema, no el clima». Exigen no sólo el fin del cambio climático inducido por los combustibles fósiles y la contaminación mortal, sino también la solidaridad y el fin de la desigualdad. Tan poderoso es su mensaje que muchas corporaciones sienten la necesidad de darse una «apariencia verde» cuando en realidad siguen creyendo en el dinero y por lo tanto siguen contaminando para obtener ganancias. Estos niños necesitan todo el aliento que podamos darles a medida que su conciencia da este gran salto, ya que las fuerzas del anti-humanismo harán todo lo posible para proporcionarles todo tipo de caminos que los distraigan de su lucha.
La analogía Kushner-Cayus Coyuntural también muestra bien el camino para superar el conflicto, el conflicto Israel-Palestina, cualquier conflicto. Cuando los galos se dan cuenta de que el lujo y el poder no tienen sentido, vuelven a su comunidad, a la solidaridad, a la autodeterminación. Los proyectos conjuntos creados por israelíes y palestinos para coexistir pacíficamente y para resistir la opresión junto con la No Violencia Activa están haciendo precisamente eso, incluso cuando son tratados como traidores por las fuerzas de la violencia, porque no hay nada más fuerte que darse cuenta de eso que crece en la propia conciencia de que algo grande, algo imparable dentro de nosotros mismos está abriendo el futuro.