Aram Aharonian
El gobierno del mandatario constitucional Nicolás Maduro y delegados de la oposición liderada por el autoproclamado presidente interino Juan Guaidó retomarán discusiones esta semana para buscar una salida a la crisis política y económica, en sede a definir entre la gélida Oslo (Noruega) y la caribeña Bridgetown (Barbados).
Un día clave para el devenir de los acontecimientos será el 5 de julio, día de la independencia de Venezuela que históricamente se celebra también con desfile militar, día en el está anunciado el informe final sobre la situación de los derechos humanos que presentará la Alta Comisionada de Naciones Unidas, Michelle Bachellet.
Desde las filas de la oposición se espera que el informe sea duro para con el gobierno, para que desde allí puedan invocar el “estado fallido” y nuevamente pedir una intervención militar extranjera. Intentan generar expectativas esperanzadoras en sus filas de que es posible salir de la revolución y, a la vez sembrar zozobra en la ciudadanía, con el habitual cóctel de odio y miedo.
¿Coincidentemente?, los representantes de Argentina, Brasil, Canadá y Chile, miembros del Grupo de Lima (aliados/cómplices de EEUU y Guaidó) condenaron en el G20 de Osaka “la represión y la sistemática violación de los derechos humanos de los venezolanos por parte del régimen ilegítimo de Nicolás Maduro», según la presidencia argentina.
La campaña comunicacional preparatoria ya comenzó, y a ella se suma el anuncio de la muerte en prisión del exoficial de la Marina Rafael Acosta Arévalo, sindicado de intento de magnicidio. Un video suyo difundido por redes sociales (con el alias de Gonzalo), habla sobre asesinar al Presidente. El gobierno deberá aclarar cómo sucedió.
Por ahora se habla de conversaciones, acercamientos, porque diálogo invoca otros procesos, tales como reencuentro, reconocimiento; negociación, acuerdos y ética; información y comunicación; independencia y responsabilidad nacional; democracia y paz. Las presiones por reiniciar las conversaciones vienen desde el Vaticano y sectores de la socialdemocracia europea, con el apoyo de Rusia y China.
«Los Estados Unidos nunca dijeron que su esfuerzo en Venezuela se limitaría a una ronda», expresó un funcionario del Consejo de Seguridad Nacional (CSN) en Washington, luego que el prestigioso Washington Post comentara los reveses que había tenido la denominada «operación libertad», destinada a deponer a Nicolás Maduro de la presidencia.
El Post señaló que el presidente Donald Trump estaba insatisfecho con los resultados obtenidos de las políticas seguidas desde el CSN por John Bolton y Mauricio Claver-Caronne, y que se había quejado de que sus asesores subestimaran a Maduro, a quien ahora considera un elemento «duro de roer». Y señaló que en vista de la frustración que generada, era razonable pensar que se podía producir una reformulación de la estrategia, tanto en los objetivos planteados como en las tácticas a seguir.
Guaidó restó importancia a la posibilidad de conseguir un gran avance, insistiendo en que la condición para cualquier negociación es que haya elecciones presidenciales inmediatas, repitiendo una consigna que todos saben que tiene viabilidad ninguna.
Sus asesores admiten que Guaidó está bajo una presión cada vez mayor por parte de Estados Unidos y otros gobiernos extranjeros para no retirarse de las negociaciones y entregar una victoria simbólica al gobierno constitucional. La oposición se ha quejado de que Maduro ha utilizado las negociaciones anteriores patrocinadas por el Vaticano y otras entidades para comprar tiempo.
Las partes, a instancias de Noruega, se reunieron en Oslo en mayo, pero no llegaron a un acuerdo, cuyos detalles no trascndieron, aún cuando se fueron implementando algunos acercamientos sobre temas puntuales.
También el grupo BRICS, conformado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, expresó su disposición a promover una solución de la situación en Venezuela dentro del diálogo, informó el viceministro de Finanzas de Rusia, Serguéi Storchak. “El bloque contribuirá a la resolución de este proceso en la medida de lo posible”, dijo Storchak, tras una reunión del grupo durante la Cumbre del G20, el sábado en Osaka, Japón.
Las deliberaciones de la OEA se llevaron a cabo en Medellín, Colombia, en forma simultánea al G20 y se constituyeron en un nuevo fracaso en la política de Washington, obsesionado en deteriorar al gobierno chavista. La delegación oriental abandonó el encuentro al ser sorprendida, junto a las representaciones de Bolivia, Nicaragua y México, por la acreditación intempestiva e inconsulta de representantes de Juan Guaidó, primer legislador en la historia de América Latina en autoproclamarse presidente.
El promocionado acuerdo entre la Unión Europea y el Mercosur que se anunció (pero pareciera que aún no se concretó) en Bruselas ha sido publicitado por las cancillerías argentina y brasileña como un éxito del oficialismo, cuando difícilmente sea aprobado por los Parlamentos de los países signatarios, ante los groseros desequilibrios que pretende instaurar.
En la fallida 49 Asamblea General de la OEA fue aprobada la resolución propuesta por quienes pedían elecciones presidenciales «libres, justas, transparentes y legítimas, lo más pronto posible» en Venezuela. La resolución contó con 20 votos a favor, ocho en contra y seis abstenciones.
México lamentó «profundamente» que la OEA «se atribuya» facultades que no tiene. Colombia pidió una respuesta regional frente a la migración de venezolanos y considerar la opción de darles el trato de refugiados, pero la resolución no obtuvo el consenso.
Esta asamblea demostró fielmente la fractura de la OEA: Uruguay, en actitud digna, abandonó la asamblea en protesta contra el reconocimiento de un nuevo gobierno en Venezuela, por «la vía de los hechos», mientras EEUU afirmaba que Maduro «no es un hombre con el que podamos negociar.» por lo que insistió que su salida debe ser el primer paso para restablecer la democracia en este país.
¿EEUU reformula su estrategia?
En las últimas semanas, la Casa Blanca ha moderado su discurso contra Maduro, pero fuentes oficiales aseguran que los esfuerzos para presionar al chavismo continúan, aunque no se hagan públicos
En una conferencia de prensa al término de su participación en la cumbre del G20, en Osaka, Trump preguntado por si está pensando en cambiar su estrategia hacia Venezuela dado que no ha conseguido expulsar del poder a Maduro, Trump respondió: “Tengo cinco estrategias diferentes, podría cambiar en cualquier momento. Demasiada gente está abandonando Venezuela, Venezuela va a ser un pueblo fantasma”, dijo.
“Tenemos muchas cosas reservadas si tenemos que llegar a eso. No queremos implicarnos hasta el punto que usted puede estar pensando”, afirmó, en referencia a la vía militar.
Pero, al surgir el espacio de negociaciones abierto por Noruega, Elliott Abrams tomó el relevo desde el Departamento de Estado y aceptó los encuentros de Oslo, negociación que no estaba contemplada. El vicepresidente Mike Pence había señalado en febrero que «no es momento de diálogo, sino de acción». Pero las acciones guiñadas y financiadas por EEUU, no lograron ninguno de sus objetivos
En un artículo en el Herald Tribune, Abrams se abre al camino a las negociaciones, reconoce el papel del chavismo en un futuro político y omite mencionar la condición previa de la salida de Maduro antes de la celebración de un proceso electoral, lo que lo aleja de la fórmula rígida del «cese a la usurpación», aunque en su última rueda de prensa coloca de nuevo el asunto sobre el tapete.
La reformulación completa de los objetivos estratégicos, que tienen como centro la reinserción plena de Venezuela en el dispositivo geopolítico estadounidense, está en proceso de consultas y elaboración. Washington no desiste (aún) del objetivo de una transferencia integral del poder hacia la oposición, sin siquiera un acuerdo previo de cohabitación y coparticipación en los distintos espacios de poder del Estado y la sociedad.
Hassine Abassi uno de los miembros del Cuarteto para el Diálogo Nacional en Túnez y Premio Nobel de la Paz, destacó (en una visita a Caracas) el papel de la sociedad civil “como mediador y fuerza convocante” de la paz, el diálogo y el fortalecimiento de la democracia. O sea, colocar los intereses del país por encima de los de carácter político y personales, y evitar la injerencia de actores extranjeros durante las negociaciones.
Transformado el diálogo en Venezuela en factor importante de la confrontación política, es absolutamente certero el consejo de Abassi. A propósito de sus recomendaciones, la socióloga Maryclén Stelling recuerda que diálogo invoca otros procesos, tales como reencuentro, reconocimiento; negociación, acuerdos y ética; información y comunicación; independencia y responsabilidad nacional; democracia y paz.
La paz al igual que el diálogo es un proceso que no se resume a un acuerdo formal o a un documento; a una firma o mero apretón de manos; tampoco a un pacto o foto. Es un lento proceso que toma tiempo para ser trasladado al ámbito societal y ser asumido por la ciudadanía.
*Periodista y comunicólogo uruguayo. Magíster en Integración. Fundador de Telesur. Preside la Fundación para la Integración Latinoamericana (FILA) y dirige el Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)