Para encarar el comercio informal e ilegal, el gobierno chileno junto con otras organizaciones tales como la Cámara Nacional de Comercio, la Cámara de Comercio de Santiago, el Observatorio del Comercio Ilícito, ha decidido tomar el toro por las astas mediante una campaña publicitaria bajo el nombre que encabeza esta columna.
Ella pone el foco en los perjuicios que ocasiona el comercio informal como la reducción de espacios públicos, aumento del riesgo de delitos afectando la seguridad de las personas, ausencia de garantías o respaldos por compras de productos de dudosa procedencia. A lo expuesto se agrega que atenta contra los comerciantes establecidos formalmente por tratarse de una competencia desleal, dado que éstos emiten facturas y/o boletas pagando impuestos. Por último reduce las posibilidades de que los trabajadores puedan acceder a empleos formales con los derechos correspondientes.
Por otra parte, se destaca que el comercio informal genera una significativa pérdida fiscal debido al no pago de impuestos que según los cálculos gubernamentales superan los 10 mil millones de pesos, esto es, sobre los 15 millones de dólares. Pérdida que afecta la capacidad del Estado para la entrega de beneficios sociales a los sectores que más lo requieren. Como puede verse, el objetivo perseguido por la campaña no puede ser más loable, razón por la cual no cabe sino aplaudirla y respaldarla.
Sin embargo, entiendo que si hemos de jugar limpio, asumo que debemos hacerlo en toda la cancha, a lo largo de todo el partido y campeonato, que sea extensivo a todos los jugadores, sin hacer la vista gorda ante algunas jugadas sucias ni porque afecte a determinados jugadores. No nos circunscribamos a unos en desmedro de otros.
Por ello, cuando se mira desde cierta perspectiva lo que está ocurriendo, a uno le empiezan a bajar dudas, sospechando que se nos quiere emborrachar la perdiz, o lo que es lo mismo, pasar gatos por liebres.
Estas dudas me asisten cuando observo que gran parte de los delitos de marca mayor, en el que participan conspicuos personajes de altas esferas, quedan en la más completa impunidad o reciben penas que no se corresponden con el daño infligido. Basta sumar las cifras esquilmadas al fisco por los fraudes de quienes se asumen que deben ser modelos de comportamiento.
Ejemplos tenemos por doquier. Ahí está el caso Penta, donde por sus delitos tributarios los hermanos Carlos quedaron libres de polvo y paja pagando módicas multas y asistiendo a clases de ética. Ahí está Gabriel Ruiz-Tagle, quien como si nunca se hubiese coludido con la Papelera, ha vuelto a las canchas sin arrugarse siquiera. Ahí están tantos peces gordos paseándose como Pedro por su casa. Ahí está el Servicio de Impuestos Internos cerrando locales por no emisión de boletas, pero frente a las colusiones mira al techo. Ahí están los fraudes en las instituciones armadas cuyos montos se actualizan diariamente en la medida que se descubren nuevas aristas.
Es hora de dar vuelta la campana, o el embudo. Es hora de que los de arriba jueguen limpio antes de exigir que los de abajo lo hagan. El día que ello ocurra, solo entonces, volverá a salir el sol.