En Argelia, el lema Yatnahaw ga’ [que se vayan todos], resume la voluntad popular ampliamente compartida de poner fin al “sistema Bouteflika”. Se trata de poner en marcha un proceso de transición hacia una Segunda República.
El viernes 19 de abril, Ramzi Yettou de 23 años, murió víctima de la represión después de haber sido golpeado por la policía durante la gran marcha del viernes 12 de abril, provocándole una hemorragia interna y graves heridas en la cabeza. Es el segundo mártir desde el inicio del movimiento el 22 de febrero, después de Hassan Benkhedda, hijo de Youcef Benkhedda, una gran figura del nacionalismo y de la revolución anticolonial, que murió el 1 de marzo durante una manifestación en Argel en circunstancias aún no aclaradas. El medio de comunicación online TSA (Tout sur l’Algérie) nos recuerda que “Hassan Benkhada fue también sobrino del mártir Mohamed Al Ghazali Al Hafaf, el primero en ondear la bandera argelina el 1 de mayo de 1945, antes de ser asesinado salvajemente por el ejército francés”.
El eco de las palabras del cantante, músico, cantautor y poeta kabil Lounès Matoub, asesinado el 25 de junio de 1998, resuena bajo una luz diferente desde la insurrección de las conciencias en Argelia: “No espero nada de un poder corrupto. Y no espero nada de la alternativa fundamentalista. No espero nada de un poder desacreditado por toda la población. La madurez popular supera la madurez gubernamental en nuestro país. Estos asesinos deben comparecer ante los tribunales. Sólo soy un poeta testigo de mi tiempo.”
Los mandatos de la vergüenza
En muchos países africanos, los jefes de Estado gozan de un apoyo sustancial por parte de la estructura que han establecido para mantenerse en el poder a toda costa, incluso si ello significa modificar la constitución para aspirar a nuevos mandatos, una fachada democrática que se agrieta con el tiempo.En Egipto, el presidente Abdel Fattah al-Sissi, elegido en 2014 en un simulacro de elecciones democráticas bajo el régimen militar que reinstaló brutalmente en el verano de 2013, modifica la constitución para aumentar su segundo mandato de cuatro a seis años, que finalizará en 2024, dándole la oportunidad de presentarse a un tercer mandato… hasta 2030.
En Uganda, el 18 de abril, el Tribunal Supremo aprobó una medida por la que se abolía la edad límite de 75 años para presentarse como candidato a la presidencia, una disposición controvertida adoptada a finales de 2017 que permitirá al Presidente Yoweri Museveni, que ha estado en el poder desde 1986, presentarse a un sexto mandato en 2021. La constitución ya había sido enmendada en 2005, lo que le permitió postularse para su tercer, cuarto y quinto mandato como jefe del país.
En muchos países africanos, los jefes de Estado gozan de un apoyo sustancial por parte de la estructura que han establecido para mantenerse en el poder a toda costa.
En Argelia, el pueblo superó repentinamente las demandas sectoriales que habían aparecido hasta entonces para disputar, de forma coordinada y masiva desde el 22 de febrero, el quinto mandato para el que el Jefe de Estado Abdelaziz Bouteflika quería postularse. El levantamiento más importante desde la independencia en 1962 fue tan intenso que Bouteflika tuvo que dimitir el martes 2 de abril, bajo la presión de la calle y del ejército.De hecho, el Viceministro de Defensa y General Mayor, en representación del alto mando militar, Gaid Salah, que apoyó el quinto mandato de Bouteflika antes de retirarse bajo presión popular, aprovechó la oportunidad para expulsarlo a fin de preservar el vigor del régimen.
Bouteflika se añade así a la lista de presidentes-dictadores expulsados del poder por la insurrección popular, junto a Ben Ali —en el poder durante 23 años en Túnez— y Mubarak —casi 30 años al frente de Egipto— ambos derrocados en 2011. En la misma lista están Blaise Compaoré —por 27 años presidente de Burkina Faso— quien tuvo que huir con la ayuda de Francia en 2014, o, de incorporación más reciente, Omar al-Bashir, que permaneció en el poder durante 30 años en Sudán…. Estas personalidades tuvieron tiempo de sobra para dar forma a un sistema hecho a su medida y difícil de deconstruir.La insurrección popular logró derribar a Bouteflika. Una primera victoria, ciertamente, pero no suficiente para el Hirak [movimiento] que exige la salida del “3B” o del “4B”, en referencia a la primera letra con la que comienzan los apellidos del presidente interino desde el 9 de abril, Abdelkader Bensalah; el primer ministro Noureddine Bedoui; Tayeb Belaiz que finalmente renunció a la presidencia del Consejo Constitucional el 16 de abril bajo la presión del movimiento popular y del presidente de la Asamblea Popular Nacional (APN, la cámara baja del Parlamento), Mouad Bouchareb.
El lema Yatnahaw ga’ , [que se vayan todos”], resume la voluntad popular ampliamente compartida de poner fin al “sistema Bouteflika”, gangrenado por la corrupción y el clientelismo. También observamos un rechazo categórico a que las personalidades del régimen organicen las elecciones presidenciales previstas para el 4 de julio por el gobierno de Abdelkader Bensalah —miembro fiel del clan Bouteflika, firme partidario de su candidatura para un quinto mandato— quien representa un sistema en el que, en los últimos veinte años, las elecciones “pluralistas” —reintroducidas tras décadas marcadas por el régimen de partido único de 1965 y la guerra civil de los años noventa— han estado marcadas por un fraude electoral masivo. Se trata de poner en marcha un proceso de transición democrática, fuera de las instituciones heredadas del sistema de Bouteflika, para avanzar hacia una Segunda República. El ejército, o más precisamente el alto mando militar, es claramente un obstáculo importante, sobre todo porque todo el mundo es consciente del fracaso de la revolución en Egipto para superar el control de los militares en la transición posterior a Mubarak.
Impacto sobre la diplomacia y el papel de los medios de comunicación
Mientras que la 30 Cumbre de la Liga de los Estados Árabes se clausuraba el 31 de marzo en Túnez, los diplomáticos árabes todavía no habían emitido ninguna declaración oficial desde el anuncio de la dimisión de Bouteflika. En Egipto, el presidente Abdel Fattah al-Sissi, que llegó al poder tras un golpe de Estado militar que asfixió a un movimiento popular masivo en 2013, acusó a los movimientos de protesta de varios Estados de la región de poner de rodillas a “estos países”. “Actualmente, en los Estados de nuestra región, la gente habla de la situación económica y de las difíciles condiciones de vida. De esta manera, sólo están llevando a la ruina a sus países”, dijo en un discurso televisado. En la prensa egipcia, controlada por el poder, la dimisión de Bouteflika y las manifestaciones que están afectando a Argelia siguen siendo relativamente olvidadas. Por su parte, la prensa francesa se limita a informar sobre los acontecimientos más significativos sin mencionar la connivencia del Estado francés —que colonizó Argelia durante más de un siglo—con el régimen o las reivindicaciones por una “segunda independencia” pues la primera de ellas permanece inacabada…De hecho el 5 de julio de 1962 Argelia puso fin a 132 años de colonialismo francés. Pero esta independencia demasiado “formal” deja un sabor amargo y muchos reclaman una segunda independencia con una soberanía real que ponga fin a toda injerencia extranjera, al saqueo del país y de sus recursos por parte de las élites, especialmente en el Sáhara rico en gas y petróleo, donde en 2015 surgió una fuerte resistencia contra la explotación del gas de esquisto. Un discurso que al régimen no le gusta oír.
Para preservar su control económico, Francia tiene todo el interés en un rápido “retorno a la calma” y una situación política estable.
Este control extranjero opera mucho más en las entrañas del subsuelo argelino para extraer recursos que en los intentos de desestabilización dentro del levantamiento en curso, como afirma el régimen argelino para desacreditarlo. Por el contrario, para preservar su control económico, Francia tiene todo el interés en un rápido “retorno a la calma” y una situación política estable; pero como no puede ir abiertamente en contra de un movimiento popular masivo y pacífico, la antigua potencia colonial se mantiene cautelosa en sus declaraciones oficiales.Antes de convertirse en Presidente de la República Francesa, durante un viaje a Argelia el 5 de febrero de 2017, Emmanuel Macron declaró que “la colonización es un crimen contra la humanidad”. En este 8 de mayo de 2019, triste aniversario de la sangrienta represión de las manifestaciones anticolonialistas en Setif, Guelma y Kherrata, que dejaron entre 15.000 y 45.000 argelinos muertos, es esencial pasar de las palabras a la acción, empezando por la correcta mención de estos hechos en los libros de texto y programas de historia.