Por David Swanson
El gobierno de los Estados Unidos tiene poco reconocimiento por ello, ni siquiera le gusta presumir de ello, pero desde 2017 proporcionó «ayuda» militar al 73% de las dictaduras del mundo. Ocasionalmente, los Estados Unidos se vuelven contra uno de sus dictadores y elige ese momento para contarle a todos sobre él: Hussein, Noriega, Gadaffi, Assad. A veces pierde a un dictador por otras razones: el Shah de Irán, Hosni Mubarak.
A veces Estados Unidos impone un dictador estadounidense a una colonia extranjera: como históricamente en las Filipinas, Haití, Chile, o Irak después de la «liberación». Más a menudo selecciona y entrena, impone y apoya a un dictador de entre la población de «nativos» o «salvajes». Y a veces tal dictador pasa muchos años en los Estados Unidos preparándose y esperando la oportunidad.
Cuando escuché que Juan Guaidó, graduado de la Universidad George Washington en Washington, D.C., se había proclamado presidente de Venezuela, me recordaron que su colega Syngman Rhee, graduado de GW (y de Harvard y Princeton), fue trasladado a Corea del Sur por el gobierno de los Estados Unidos y puesto a cargo del lugar, y se le otorgó el poder para que cometiera atrocidades masivas, la más grande de las cuales fue empujar a la Península de Corea a la guerra. ¿Es que la Universidad George Washington recluta a estudiantes con promesas de distantes países pequeños en los cuales puedan tener poder sobre la vida o muerte de los nativos?
Entonces Khalifa Haftar volvió a aparecer en las noticias. Este hombre vivió en Falls Church, Virginia, desde 1990 hasta 2007, y en Viena, Virginia, hasta 2011. Si no eres del condado de Fairfax, Virginia, debes saber que prácticamente podrías derribar una pirámide de prisioneros musulmanes desnudos en el techo de la CIA en Langley, Virginia, y poner a algunos de ellos en Falls Church o en Viena. Haftar fue exportado a Libia en muchas ocasiones durante esos años en intentos fallidos de tomar el lugar. Su último intento ha sido continuo desde que los Estados Unidos lo exportaron en 2011. Tal vez hay un área de las exportaciones de los Estados Unidos a más del armamento que está aumentando.
Haftar no es el único. El área de D.C. alberga un número de dictadores en espera menos conocidos que Mike Pence. Está el príncipe heredero Ahmad Shah Khan y varios otros miembros de la familia real afgana. Está el príncipe heredero iraní Reza Pahlavi, hijo del último dictador que los Estados Unidos impusieron a Irán de 1953 a 1979. Pahlavi vive en Potomac, Maryland, (al otro lado del río de Langley) y aboga abiertamente por el derrocamiento del gobierno iraní (¿por qué 1953 ha funcionado tan bien?) o, como dice el Washington Post, «dirige una asociación de defensa de los derechos que habla abiertamente sobre la necesidad de la democracia en su país de origen».
Ahora, llámenme loco, pero me gustaría dejar que el pueblo de Irán gobierne su propio país, libre de sanciones, mentiras y amenazas. Pero la industria de exportación de dictadores no me parece que esté completamente sin valor. Seguramente debe haber algún lugar al cual -a pesar de su problemático aprendizaje- ahora podamos exportar a Donald Trump.
Traducido del inglés por Estefany Zaldumbide