Se suponía que el héroe liberal progresista demócrata-republicano recibiría la presidencia en 1800, y en su lugar hubo un empate.
Alguien iba a tener que pagar. Y el pago adecuado sería un cargo por traición.
Se sabe que Thomas Jefferson era un liberal progresista porque decía cosas muy bonitas. También esclavizó, azotó y violó. Inventó afirmaciones de superioridad racista blanca para probar que no todos los hombres fueron creados iguales – afirmaciones que inspiran a los visitantes fascistas de Charlottesville hasta el día de hoy. Inventó el derecho de los estados esclavos a «anular» la ley federal, sin mencionar que fue el principal creador de nuestro amado sistema bipartidista.
Era la presidencia de Jefferson. Lo había esperado. Ahora le tocaba a él. Y ese maldito Aaron Burr tenía exactamente tantos votos como él. Primero habría que arreglar esto. Entonces Burr tendría que ser castigado.
Jefferson estaba en desventaja. No tenía ni la CIA, ni MSNBC. Le faltaba toda una sopa de letras de herramientas e implementos modernos. Pero, si la historia contada en el nuevo libro de Jennifer Van Bergen es correcta, Jefferson encontró una manera de vengarse. El libro se llama Malicia: La conspiración de Thomas Jefferson para destruir a Aaron Burr. De alguna manera, Jefferson inventó todos los ingredientes, hasta los absurdos documentos y expedientes falsificados.
Russiagate es un caso de proyección, distracción y temeraria imprudencia extranjera. Comenzó con WikiLeaks revelando correos electrónicos del Partido Demócrata que coincidían con lo que ya estaba claro: el Partido Demócrata había amañado sus elecciones primarias. Se culpó a Rusia y a Donald Trump por proporcionar este servicio público, acusados de fraude electoral al revelar la manipulación de las elecciones. Esta historia fue mucho más agradable que la primera que simplemente la reemplazó. El resultado fue que el reloj del día del Juicio Final se acercó más que nunca a la medianoche.
El caso de Aaron Burr fue un caso de proyección, distracción y temeraria imprudencia extranjero. Jefferson había apoyado expediciones a territorio español. La expedición Freeman/Custis Red River estuvo a punto de iniciar una guerra con España. La Ley de Neutralidad que Jefferson acusó a Burr de violar era el resultado de las expediciones ilegales que Jefferson había impulsado y patrocinado. Jefferson culpó a Burr de lo que él mismo había hecho. La historia falsa reemplazó a la real. El resultado fue un aumento de la hostilidad y el militarismo. Se creó un gigantesco escándalo de traición. El único problema fue que Burr fue absuelto y los cargos en su contra resultaron ser fraudulentos. El anticlímax del Informe Mueller no está exento de precedentes.
Sin embargo, todo el mundo recuerda a Burr como un traidor, al igual que muchos residentes de Estados Unidos que han sido dueños de una televisión durante los últimos tres años se imaginarán algún tipo de acuerdo entre Putin y Trump. Jefferson y Hillary Clinton serán recordados como nuestros verdaderos y legítimos líderes.
En realidad, Trump desalojó a diplomáticos rusos, sancionó a funcionarios rusos, puso misiles en la frontera de Rusia, envió armas a Ucrania, presionó a las naciones europeas para que abandonaran los acuerdos energéticos rusos, abandonó el acuerdo con Irán, rompió el Tratado de la CNI, rechazó las ofertas de Rusia de prohibir las armas en el espacio y la guerra cibernética, y expandió la OTAN hacia el este, agregó un socio de la OTAN en Colombia, propuso agregar a Brasil, exigió y logró que la mayoría de los miembros de la OTAN compraran más armas, derrochó más armas nucleares, bombardeó a los rusos en Siria, supervisó los ensayos de guerra más grandes de Europa en medio siglo, condenó todas las propuestas de un ejército europeo e insistió en que Europa se adhiriera a la OTAN. ¿Se puede imaginar un peor candidato sobre el cual fantasear con la servidumbre de Vladimir Putin?
Si Van Bergen tiene razón, Burr era la persona menos probable en la tierra a quien acusar de haber hecho el tipo de cosas que hizo Jefferson. Jefferson declaró a Burr culpable, como si él fuera Barack Obama hablando de Chelsea Manning antes del juicio. Si Van Bergen tiene razón, Jefferson trabajó mucho tiempo y arduamente en su esfuerzo fallido de colgar a Burr. Estoy seguro de que este ejemplo servirá de guía para muchos de los falsos escándalos que se avecinan.
Traducido del inglés por Estefany Zaldumbide