En este último tiempo me sucede cada vez más a menudo advertir, en la vida personal y social, divergencias. Y estas divergencias van en aumento y, como una red que en el espacio se extiende en direcciones diversas, también las direcciones mentales se van abriendo en ángulos cada vez más amplios.
Por ejemplo esta divergencia entre quienes creen que este sistema tiene arreglo y los que buscan construir algo nuevo; quienes creen en el dinero y los que se dan cuenta que necesitamos ir más allá.
Los que creen en un mundo monolítico y unipersonal y quienes descubren la policentralidad del mundo, sus infinitas facetas, la pluralidad de soluciones.
Los que piensan que todo se solucionará con una buena dosis de violencia, autoritarismo y frases hechas y quien experimenta la circularidad, el consenso, la no-violencia.
Quienes están referidos a valores y moralismos fracturados desde hace tiempo y quienes buscan en su experiencia los principios que puedan guiar su existencia.
Los que sostienen que ha diferencias “naturales” entre los seres humanos y los que advierten la profunda unidad de su esencia.
Yo mismo cuando busco la solución fácil en un pasado lejano o reciente o cuando miro más allá del mundo establecido, escrutando nuevos horizontes.
Estas divergencias, a veces, cuando se las enfrenta de modo liviano pueden llegar a provocar una gran consternación y desestructuración; estas divergencias van a profundizarse más aún hasta convertirse en opuestos evidentes, hasta la aparición alegórica de la vía del Sí y de aquella del No.
Cuando llegue el momento lo que todavía es comprendido plenamente por pocos le resultará claro a todos y podremos extraer las consecuencias del caso. Podremos hablar y compartirlo. Entre tanto practicar la coherencia (el conocido principio de tratar a los demás como se quiere ser tratado) y una particular atención a los demás pueden ser buenos consejos.
Un poco de optimismo: me parece que falta muy poco para ese momento!