El pasado 22 de febrero decenas de miles de manifestantes salieron a protestar en las principales ciudades de Argelia ante la posibilidad de un quinto mandato del actual presidente Abdelaziz Bouteflika. La juventud argelina llenó las calles de Argel, Selif, Tizi y Bejaia con millones en un movimiento histórico para el país que no se daba en años.
Las causas de las manifestaciones
Las manifestaciones contra el mandato de Bouteflika, que surgieron de forma espontánea mediante convocatorias en Redes Sociales, están determinadas por los siguientes factores:
1- Hastío político
Abdelazis Bouteflika es una figura muy importante para la mayoría de argelinos que vivieron la «década negra» tras una violenta guerra civil en la que murieron 200.000 personas y donde los fundamentalistas del Frente Islámico de Salvación (FIS) y el Grupo Islámico Armado cometieron algunos de los crímenes más horribles que recuerda el país.
Tras ser elegido como presidente al ganar las elecciones de 1999, Abdelazis Bouteflika pasó a convertirse en el responsable de recuperar la paz, combatir el extremismo e instaurar la estabilidad.
Su gestión de la post-guerra y el miedo a un nuevo auge del integrismo islámico hicieron que Bouteflika haya podido mantenerse en el poder durante 20 años sin mayor oposición. Ni siquiera durante la ‘Primavera Árabe’ de 2011 hubo intentos de derrocar al gobierno, que lejos de sustentarse en la división, el miedo, el conflicto y el exterminio sistemático de ideas disidentes, apostó desde el principio por la reconciliación nacional.
Tantos años en el poder han provocado que surjan los ‘parásitos’ en el entorno de Abdelaziz Bouteflika, asentando la corrupción en un sistema que prácticamente no se ha modernizado desde la independencia de Argelia en los años 50.
El hastío político entre la juventud, deseosa de cambios, se vio agravado por el delicado estado de salud de Bouteflika, que en 2013 sufrió un infarto cerebral y desde entonces ha evitado todas las apariciones públicas. Esta situación ha provocado un gobierno en la sombra del hermano de Abdelaziz, Said Bouteflika, que desde su cargo no-oficial de «consejero especial del presidente» ha hecho suyo el sistema junto con su gabinete.
Una de las mayores críticas de los manifestantes más jóvenes es que «un cadáver» no puede hacer que el país avance.
2- Crisis económica
Además del hastío político, el factor económico es fundamental para entender por qué se dan ahora las protestas y no en 2011-2012.
La Primavera Árabe, impulsada por el entorno de los Hermanos Musulmanes y la injerencia exterior apenas tuvo tirón en Argelia por su violento pasado reciente en el que sufrieron la violencia del FIS, cercano a la hermandad. Sin embargo, la economía actualmente pasa por uno de sus peores momentos.
Las exportaciones argelinas dependen en un 95% de los hidrocarburos, que representan el 40% de su PIB. El problema de este modelo económico sin diversificar y dependiente de los recursos reside en que en 2014 hubo una crisis de los hidrocarburos cuyos precios cayeron y todavía no se han recuperado.
Los jóvenes, que al no haber vivido la violencia del Frente Islámico de Salvación carecen de un especial apego a la figura que representa Bouteflika, son las primeras víctimas de la situación, y no se lo perdonan al gobierno.
Las nuevas generaciones no quieren un símbolo de estabilidad sino un gobierno eficiente y un presidente con plenas facultades para ejercer su cargo. En un país en el que el más del 50% de la población tiene menos de 30 años.
Actualmente Argelia tiene un paro juvenil del 25% que fuerza a muchos a abandonar su país emigrando hacia Europa. El programa de subsidios y asistencia social se ha vuelto insuficiente para mitigar la recesión económica.
A finales de 2018 el Internacional Crisis Group (ICG) ya alertaba de que la economía argelina debía reformarse para evitar una crisis aun mayor. Las autoridades pertinentes, sin embargo, ignoraron el informe del ICG, intentando ganar tiempo alimentando una inflación que crece imparable. Saben que el modelo es inviable, pero no son capaces de modernizarlo.
Por eso es tan importante comprender el factor social y económico para entender las dinámicas de las protestas. No se trata de una revuelta contra una dictadura ni una «Primavera» como ciertos sectores desean. Sencillamente es un movimiento legítimo de un pueblo que pide reformas económicas para mejorar su calidad de vida, y un gobierno fuerte capaz de llevarlas a cabo.
Más; el problema del gabinete que rodea a Bouteflika es, que lejos de tener la caracterización de una dictadura, es demasiado «blando» acomodado en su quimera de corrupción y buena vida.
Las manifestaciones están marcadas por un claro componente nacionalista y secular, y agrupan a gente de todas las ideologías. En estas marchas se han podido llegar a ver miembros del partido socialdemócrata RCD o incluso a Djamila Bouhired, prominente figura del nacionalismo argelino que pasó a la historia por ser la primera mujer condenada a la guillotina en el país por su participación en la lucha contra la ocupación francesa y por la independencia de Argelia.
Entre los millones de movilizados, Al-Qaeda en el Magreb Islámico, simpatizantes del disuelto Frente Islámico de Salvación y otros sectores islamistas han intentado infiltrarse, pero no han podido lograrlo por el momento.
La figura de Rachid Nekkaz
El hombre de occidente en Argelia, principalmente de Francia, es el multimillonario Rachid Nekkaz.
Aunque desde medios europeos se lo ha presentado como una de las figuras clave de la oposición, la realidad es que apenas tiene calado entre la población. Su fama se debe más que nada al dominio que tiene de las redes sociales, donde se ha convertido en un personaje polémico.
Detrás de la imagen del «simpático» demócrata que se ha creado, la realidad es que Rachid Nekkaz es un bufón hedonista que se codea con el sector más duro del fundamentalismo Europeo.
Entre su andaduras más famosas encontramos que se intentó presentar a las elecciones francesas de 2007, se dedicó a pagar las multas de mujeres que rompían la ley llevando niqab en Dinamarca y fue miembro de la campaña para pedir la liberación del miembro de los Hermanos Musulmanes Tariq Ramadan; detenido en Francia por cargos de violación.
Lo surrealista llega cuando Nekkaz, ante la imposibilidad de presentarse a las elecciones presidenciales por no llevar viviendo 10 años continuados en Argelia, se presentó a través de su primo, que tiene el mismo nombre.
Desde el sector fundamentalista y el exterior se ha intentado explotar la violencia y el conflicto entre la cúpula cívico-militar y la población de Argelia, pero todo apunta a que no lograrán sus aspiraciones.
Hasta ahora los únicos enfrentamientos que ha habido han sido al final de las marchas por parte de grupos minoritarios de malandros. Los propios manifestantes son quienes han frenado a estos violentos.
Cánticos muy significativos de las manifestaciones fueron: «Policía y pueblo somos hermanos, ni disturbios ni destrucción, solo queremos cambio». Ni la población ni el gobierno quieren que corra la sangre.
En un movimiento para des-legitimar al sector más «ultra» de la oposición, el pasado 11 de marzo Bouteflika se mostró dialogante y anunció que no se presentaría a las próximas elecciones. Ese mismo día el Primer Ministro Ahmed Ouyahia, también con un estado de salud delicado, anunció que renunciaba de su cargo. El nuevo Primer Ministro será Noureddine Bedoui, anterior Ministro de Interior y figura respetada en el país.
Bouteflika restableció la soberanía de Argelia, aseguró la paz y unió al pueblo. La reconciliación por la que apostó evitó el derramamiento de sangre y llevó la prosperidad al país. Pero eso sucedió hace dos décadas, y el sistema ya está caduco.
Los argelinos no quieren una primavera como la de Siria o la de Libia, pero quieren cambios con los que poder superar los tiempos difíciles. Pueden hacerlo y lo harán, pero solo a través del diálogo se podrá mantener el camino de la paz por el que se apostó hace ya 20 años.
Alberto García