Publicado por Revista Somos.-

Es el tercer libro de este escritor quien –tal como Teseo, siguiendo el hilo de Ariadna– va desenrollando su propio hilo para salir del laberinto de la mente y conectar con lo sagrado y lo trascendente en uno y los demás.

Por Ana L’Homme

Estamos ambos en un café, esperando a nuestro hijo que está en una clase. Me han pedido hacerle esta entrevista. Es una buena oportunidad para conocer desde adentro cómo vivió esta relación íntima que se tiene con un pensamiento, con una intuición, con una búsqueda. He tratado de hacer las preguntas con un interés sincero para no caer en clichés. Y ahí estamos ambos sentados en un café ruidoso, escudriñando cada uno en sí, yo las preguntas y él las respuestas. Si hay algo que me gusta en él, diría que es alguien que valora muchísimo la comunicación verdadera, y no pierde oportunidad de practicarla.

Dario Ergas, humanista, discípulo de Silo, continúa el desarrollo de la Psicología del Nuevo Humanismo en el Parque de Estudio y Reflexión Punta de Vacas, ubicado al pie del monte Aconcagua. La unidad en la acción recientemente publicado por editorial Catalonia, proyecta hacia la acción las experiencias de reconciliación y unidad, tratadas en sus dos libros anteriores: El sentido del sinsentido (1998) y La mirada del sentido (2006), editados en varios países y traducidos a distintas lenguas. Sus libros, charlas, y conferencias están disponibles en varios idiomas y formatos en el sitio web mencionado al final de esta nota.

El laberinto de la mente
– ¿Tiene este libro, el tercero que escribes, alguna relación con los dos anteriores? ¿Hay acaso un hilo conductor que vas desarrollando para salir del laberinto de la mente?

– Esta pregunta ha sido un hilo conductor de mi vida. Podría seguir escribiendo un cuarto y quinto libro, sin poder completarla. Es como si lo respondiera para ciertas etapas, para ciertas situaciones y para ciertos ángulos. Busco transmitir lo que he aprendido con la pregunta, no necesariamente la respuesta. Solo hacerse la pregunta desestabiliza, y enfrentarla requiere cierta valentía, que nos enseña cosas, y esas cosas trato de comunicar. Imagino a mi lector, que es mi interlocutor, rescatar de allí algo que le permita avanzar más lejos que lo que yo he llegado. Tiene ese sentido de comunicación, de diálogo y de que ojalá le sirva a alguien para salir de algún empantanamiento y llegar más lejos aún.

– ¿En qué tipo de categoría pondrías tus libros?

– De diálogo espiritual, conmigo mismo y con una co-presencia que es el lector. Al profundizar en mí, trato que el lector pueda tocar ciertas zonas de sí mismo. Es un diálogo extraño pero es un diálogo, al fin. Mis libros estarían clasificados en espiritualidad, incluso psicología y espiritualidad, porque tienen tesis filosóficas y psicológicas que están sustentando la experiencia espiritual de la que hablo. Me apoyo mucho en la psicología de Silo, y esa psicología tiene un sustento muy concreto; en lo que se refiere a psicología de los impulsos, de la imagen, del espacio de representación y las estructuras de conciencia dadas por los desplazamientos del yo; precisamente es la estructura de la conciencia inspirada lo que permite la comprensión de las realidades más profundas y vitales. En el libro se incursiona con mayor profundidad en el tema de la acción; en definitiva qué hacer con la vida y cómo se justifica.

Cambio personal y social

– ¿Quién es Silo para ti?

– Yo leí muy joven La Mirada Interna, que significó una orientación, un camino, sobre aquello que me he preguntado toda la vida: ¿Para qué vivo? ¿Hacia dónde voy? ¿Qué quiero de esta vida? En realidad me preocupaba mucho por qué yo sufría, por qué la pasaba tan mal. Y leyendo a Silo capté que no era un caso único. Lo que me pasaba era en realidad algo bastante más existencial y más profundo, propio de la época, incluso propio a la especie. Así, me puse a seguirlo.

Lo conocí en 1978, en las islas Canarias; lo que él enseñaba era lo que a mí me pasaba, y esa orientación, cuando todo alrededor es muy confuso, tiene mucho valor. Las distintas filosofías y las distintas políticas de la época realmente no daban una respuesta. Uno se preguntaba: ¿cómo cambiar la sociedad? ¿Cómo hacer para que esta sociedad fuera más correcta y más justa? Pero intuía que no sacaba nada con cambiar la sociedad si uno no cambiaba, si no se producía al mismo tiempo un cambio mental. Todo su planteo de un cambio personal y social simultáneo me resonó mucho.

– Entre la persona que medita, sumergida en su propio mundo, y aquel que busca generar cambios sociales, hay un abismo de diferencias. Acabas de hablar de esos dos aspectos como formando parte de una sola cosa. ¿No hay ahí una contradicción?

– Para mí la contradicción es justamente de no preocuparse de ambos aspectos. En las búsquedas de un cambio personal, de un cambio profundo, de un contacto con el sentido de la vida, estamos todo el tiempo relacionados con otros. Frente al sufrimiento del otro tenemos que cuestionarnos: ¿Qué responsabilidad nos toca en ese sufrimiento? ¿Cuál es la conducta que corresponde? Y rápidamente vamos llegando a concluir que lo social es un tema que no podemos soslayar. Puede que no nos resulte el cambio. Pero no podemos dejarlo de lado.

En el libro estoy constantemente enfrentando mi búsqueda de felicidad con la de los que me rodean y de la sociedad. ¿Qué pasa con la conciencia cuando se llega a posiciones de poder? La conducta constante de no ser coherente con los valores de la sociedad a la que se aspira merece una reflexión. No es posible hacer una revolución de cualquier manera si se aspira a una sociedad mejor. Lo primero será saber si se experimenta la necesidad de un cambio.

– Entonces, ¿se trata de un cambio simultáneo en lo social y lo personal?

– Sí, de una acción y una dirección de cambio social que, al mismo tiempo, va cambiando la propia violencia que hay en nuestro interior. Y de un contacto con experiencias profundas de sentido, que nos impulsan a crear condiciones sociales de libertad para los demás.

– Hablas de una mirada interna. Hay místicos que hablan del despertar de la mirada o del despertar de la conciencia. ¿En qué difieren tus investigaciones de estos místicos o filósofos?

– No sé si difieren. Lo que te puedo decir es que lo que trato de hacer ahí es describir un cierto estado de conciencia que se genera con un determinado tipo de acción, de comunicación con las otras personas, que es el contacto con la unidad interna. Y ese contacto con la unidad interna es realmente revolucionario. Es la posibilidad de un cambio muy profundo, de uno, del otro.
Si se toma esa vía es un cambio de la conciencia humana que puede llevarnos muy lejos. Intento describirla desde lo que voy captando en mí mismo. No está planteado desde un punto de vista teórico, sino desde la descripción de una experiencia. Y de ese modo pretendo también que el lector pueda reconocer en sí mismo experiencias similares.

“¿Qué es esto?”
– Dices también que la época favorece el despertar de una mirada interna. Pero ésta es una época muy agitada y violenta. Uno tiende a pensar que el desarrollo espiritual se produce en momentos apacibles, en que la gente tiene tiempo para desarrollar estos temas…

– Cuando uno tiene cosas muy claras en su cabeza, cuando cree que lo sabe todo, que todo lo que piensa y siente es la verdad misma, en realidad nada nuevo le va a pasar. Nada nuevo va a ocurrir con uno, salvo corolarios de algo que ya creemos que sabemos. Afortunadamente, la época está desmoronando todo lo que sabemos, todo eso que creemos saber, ya sea por los avances de la ciencia o por los acontecimientos políticos, por la razón que sea. Se va derrumbando nuestra seguridad de las cosas que pensamos o creemos. Al fracasar nuestras creencias, al ya no sostenernos, y al tambalear la afirmación de uno mismo, se genera un vacío. Y en ese vacío la experiencia espiritual, la experiencia más profunda irrumpe y se manifiesta. Y en esa manifestación te quedas con la boca abierta, y dices: “¿qué es esto?”
Por eso digo gracias a la época, gracias a que esta época está desbaratando todo lo firme que tengo en mi conciencia. Me pongo más humilde, ya no soy dueño de una verdad, y ese vacío interior posibilita que una experiencia profunda se exprese.
Pero esto tiene un problema, porque eso que viene de lo profundo y que se manifiesta en mí, requiere de una adecuada interpretación para ser traducido en una correcta acción, una acción que aumente la unidad interna. Si la interpretación es incorrecta, esto puede convertirse en un desastre y yo creo que hay manifestaciones psicosociales de esos desastres.

– Hablas de la importancia de reconocer los propios fracasos. ¿No llevaría eso a una depresión?

– La depresión es para mí justamente lo que estás describiendo. Es la negación del fracaso. Es la negación de reconocer que aquello que deseo, que siento y que creo que es verdad, ya no lo es. Y al negar eso me resiento, me deprimo y caigo en el sinsentido.
El reconocimiento del fracaso es más bien una vía de verdad interna, un momento de sinceridad con uno mismo.
Este libro se apoya mucho en el tema del fracaso. El fracaso produce el vacío para lo nuevo. El fracaso es también reconocimiento de algo muy verdadero y muy profundo, de que convivimos con la muerte. La presencia de la muerte pone en duda todos los éxitos aparentes de la vida. Así que contrariamente a lo que se dice, el fracaso es la posibilidad de salir de la depresión. Es la posibilidad de encontrar un sentido de vida más verdadero. Es justamente el sinsentido el que nos ha llevado a la depresión.

Experiencia espiritual y acción
– ¿Puedes hablar de los dos libros anteriores?

– Son etapas vitales distintas. El primer libro, El sentido del sinsentido, investiga cómo salir de un gran sufrimiento en que se había sumergido mi vida. En rigor, es el libro que marca un camino de búsqueda; empecé una reflexión en que me digo: “Si alguna vez logro salir de este estado tan oscuro, voy a comunicarlo para que otros se demoren menos en salir, para que sufran menos”. Eso se convirtió en un impulso que hasta ahora ha seguido orientándome en la escritura y en muchas cosas que he hecho en mi vida.
El segundo libro es otro tipo de experiencia, que fue cuando Silo lanzó una síntesis de su doctrina que llamó El Mensaje del Silo. En ese camino que él proponía, hay una experiencia que él llama la “experiencia de fuerza” y una cierta meditación sobre las preguntas de ¿quién soy? y ¿adónde voy? Trabajé en ello con mucha tenacidad y seriedad, porque a pesar de todo lo que había investigado, tenía que reconocer que no entendía todavía este tema del sentido y el sinsentido. Trabajando con ese mensaje, irrumpieron en mí experiencias de sentido muy potentes y muy novedosas que cambiaron mi modo de pensar. Y eso es lo que cuento en La mirada del sentido, mi segundo libro.
Y el tercero, que es éste, profundiza en esas experiencias pero plantea otro tipo de acercamiento y propone que estas experiencias no tienen verdadero valor si no son interpretadas correctamente y si no tienen consecuencias en la acción.
Si no tienen consecuencias en la acción, por muy alucinantes que sean esas experiencias, no van a ser verdaderamente significativas. Ese es el libro. Y ahí plantea distintos temas referidos a la actualidad, las religiones, la política, en esa meditación de cuáles son las consecuencias de la acción. Y plantea también por qué la acción es importante, en base a qué elementos de la conciencia se justifica la primacía de la acción.

Más información: www.darioergas.org