– A los 70 años, Eluminada Roca, originaria de San Isidro, en Filipinas, se unió a otras mujeres de su pueblo para recuperar la turbera y devolver la riqueza que tenía en su juventud, cuando cosechaba tikog, con la que se tejían esteras y cuando comían los delicioso peces que abundaban en sus aguas.
Roca, quien vivió toda su vida cerca de la cuenca de Leyte Sab-a, ahora tiene nietos que viven en el mismo lugar. Pero a diferencia de ellos, se crió mirando las colinas verdes desde donde discurre el agua hacia la turbera.
En la actualidad, la tierra pierde agua, la hierba desaparece y las reservas de peces disminuyen de forma drástica.
La comunidad está integrada por agricultores de subsistencia que dependen del pescado, tanto para su consumo como para venderlo.
En la década de los años 70, el gobierno de Filipinas alentó a la población de la zona a limpiar la turbera y comenzar a cultivar.
Y en la cuenca Leyte Sab-a implicó destruir las colinas y construir caminos y canales. Pero tras varias décadas, los canales drenan el agua y se secan. Por suerte, hay una nueva iniciativa para tratar de revertir el daño.
En una cálida tarde de marzo, Roca se reunió con la Asociación de Mujeres de San Isidro, para conversar sobre los motivos para recuperar la zona.
“Necesitamos recuperar la turbera para poder continuar con nuestra vida como antes”, explicó Roca, y las oyentes asintieron, incluso Janeline Garica, de 32 años, la más joven del grupo.
Turbera – fundamental para luchar contra el cambio climático
Las turberas son humedales ácidos cuyo suelo está compuesto por 65 por ciento o más de materia orgánica, derivada del material vegetal más o menos descompuesto.
Ese ecosistema permite preservar la biodiversidad, ofrece agua potable, minimiza el riesgo de inundaciones y ayuda en la lucha contra el cambio climático.
Según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN), las turberas almacenan hasta 30 por ciento del dióxido de carbono global.
Pero también es una de las mayores fuentes de emisiones de gases invernadero. Cuando se seca emite gigatoneladas de dióxido de carbono cada año, lo que representa casi seis por ciento de los gases invernaderos liberados a la atmósfera y favorece el cambio climático.
La recuperación de la turbera será de gran ayuda para reducir una proporción importante de las emisiones contaminantes. Se urgió a los países a incluir la recuperación de esos ecosistemas en sus compromisos dentro de los acuerdos internacionales como el Acuerdo de París contra el cambio climático.
Turbera en Filipinas
Filipinas tiene 20.000 hectáreas de turbera, según el Departamento de Ambiente y Recursos Naturales, en las que está la cuenca de Leyte Sab-a, que tiene cuatro pueblos, entre ellos San Isidro, y es una de las dos turberas más grandes del país.
En 2013, cuando Filipinas sufrió el impacto de tifón Hayan (conocido como Yolanda en este país), la destrucción de Leyte y su capital, Tacloban, fue devastadora.
El desastre natural “dejó al descubierto la gran vulnerabilidad de mujeres, niñas, niños y personas discapacitadas, mayores y LGBT en comunidades pobres”, según un estudio de Oxfam.
A medida que trataba de recuperarse, la población local notó cambios en su entorno, y comenzaron a identificarlos uno por uno.
Los árboles, entre ellos el “Lanipao” (Terminalia copelandii), y plantas arbóreas como syzygium quedaron destruidos. Además, murciélagos, pájaros y el tarsio, una especie de primate en peligro, casi desaparecieron.
La pérdida de vida silvestre preocupó a las comunidades locales, e incluso muchas personas sienten que la turbera se ha vuelto inhabitable.
En 2017, la no gubernamental Weaver, de Tacloban, comenzó un proyecto para recuperar 1.180 hectáreas de la cuenca de Leyte Sab-a con la participación de las mujeres locales, y con apoyo del gobierno local, de la Universidad del Estado de Bisayas y del no gubernamental Instituto Internacional para la Reconstrucción Rural.
“Es un proyecto en el que las mujeres locales serán las principales actrices”, destacó Paulina Lawsin Nayra, fundadora de Weaver, en diálogo con IPS.
“Los diferentes socios contribuirán investigando sobre cultivos alternativos para la población local, sobre qué otra forma de generar ingresos pueden desarrollar porque no se puede sacar a la población del lugar”, puntualizó.
“Los ayudaremos a organizarse, a capacitarlos para que puedan generar ingresos con la recuperación de la turbera”, añadió Lawsin Nayra.
La capacitación de las mujeres comenzará después de abril e incluirá: profundizar el conocimiento de la turbera y su vínculo con el cambio climático, y sobre su vulnerabilidad frente a los incendios, además de las varias formas de recuperar el ecosistema.
La capacitación incluirá la recolección de semillas y la plantación de árboles propios de las turberas, además de la vigilancia contra incendios, por su elevada vulnerabilidad, y la gestión de viveros.
Las mujeres de San Isidro ya tienen esperanzas para el futuro, aunque todavía no comenzaron formalmente la capacitación en tareas de recuperación.
“Si plantamos suficientes árboles, las aves volverán y podremos crear un santuario de aves como atracción turística”, se emocionó María Cabella, de 52 años, al frente del grupo de mujeres.
“Podemos instalar un teleférico para turistas para que disfruten del paisaje de la turbera abajo”, propuso Estilita Cabella, de 42 años, consultada por IPS. “Y podemos volver a tejer esteras de tikog”, añadió Roca.
Pero para Janelina Garcia, la salud de la turbera está estrechamente relacionada con el futuro de su bebé de nueve meses.
“Una vez que recuperemos la turbera, mi esposo podrá pescar para mantener a nuestro hijo”, comentó a IPS con una sonrisa.