Hoy me encuentro con un patrimonio que me permite reconocer, antes de que sucedan, los posibles errores y horrores que ya fueron vividos por la humanidad que me precedió.
La memoria de esos errores y de esos horrores me transmite la imagen de un muro.
Un muro que una vez más se está levantando entre las mejores aspiraciones humanas y la realidad.
Un muro que tiene como base los “valores de la raza” y los instintos primitivos y zoológicos.
Sobre esta base si erigen, con evidente sincronía cromática, etnocentrismo y racismo.
La sincronía continúa, porque sobre él se apoya el odio, la xenofobia y la violencia.
Lo reconozco. Es el mismo muro detrás del cual si consumó el holocausto.
Pese a que tenga colores distintos y se muestre de forma más aceptable gracias a un velo de democracia formal,
lo reconozco. Es el mismo muro. No tengo ninguna duda. La memoria no me engaña.
La memoria me dice que no hay tiempo que perder.
Ese horror no llega de la noche a la mañana. Ese muro no fue construido en un día.
Fueron muchos los que vieron ese muro que se levantaba lentamente, día tras día.
Fueron muchos los que pensaron que en el fondo era solo un muro y que en cualquier momento alguien lo botaría.
No fue así. Mis padres y los padres de mis padres llegaron a comprenderlo muy tarde.
Y hubo violencia. Mucha violencia. Cuando se llega demasiado tarde no queda más que la violencia.
Y llegó la liberación. Pero la violencia no se mata jamás a sí misma.
Hubo liberación, pero no de la violencia del poder abrumador.
Lo demuestra el muro que una vez más se está levantando entre las mejores aspiraciones y la realidad.
La memoria es para el futuro, de otro modo no sirva para nada.
La memoria nos dice que, antes que la violencia levante vuelo, es necesario derrumbar el muro.
No hay que cometer el mismo error que nuestros padres.
Esta vez es la no-violencia la que debe entrar en escena.
Ese muro debe ser derrumbado antes de que sea demasiado tarde.
Antes de que se haga necesaria más violencia.
Para que la historia no se repita, es necesario anticiparse a ella.
Y no existe otra forma de anticiparse a la repetición de la historia sino con la no-violencia.
No dejemos que aquellos que gozan de esta falsa democracia detengan la historia
y nos arrastren nuevamente hacia una inevitable violencia.
La memoria es de todos. El futuro es de todos. No lo dejemos nuevamente en sus manos.
Esta vez seremos más veloces. Esta vez nosotros seremos la historia.