Mohandas Karamchand Gandhi nació el 2 de octubre de 1869: Hace 150 años, este año.
Se publicarán muchos homenajes a Gandhi en 2019, así que me gustaría añadir uno de los míos.
Esto refleja no sólo mi creencia de que él dio al mundo inspiración, ideas y poderosas estrategias para abordar la violencia en una amplia gama de contextos, sino también porque mi propia experiencia en la aplicación de sus ideas ha demostrado su valor. Esto incluyó su conciencia que le llevó a declarar que «si queremos progresar, no debemos repetir la historia, sino hacer una nueva historia. Debemos añadir a la herencia dejada por nuestros antepasados». Y su estímulo para reflexionar profundamente y escuchar la «voz interior» de cada uno: «debes seguir tu voz interior cualesquiera que sean las consecuencias» e «incluso a riesgo de ser malinterpretado».
En esencia, podemos aprender productivamente de la historia, pero también podemos construir sobre ella. Y, lo que es vital, esto incluye abordar la violencia de manera más eficaz.
Entonces, ¿cómo me influenció Gandhi?
Poco después de la medianoche del 1 de julio de 1942, mi tío Bob murió cuando el USS Sturgeon, un submarino estadounidense, disparó sus torpedos contra el barco japonés prisionero de guerra (POW), Montevideo Maru. El barco se hundió inmediatamente y, junto con otros 1.052 prisioneros de guerra, murió Bob.
Aparte de su hermano mayor, el hermano gemelo de mi padre también fue asesinado en la Segunda Guerra Mundial. En el caso de Tom, fue derribado sobre Rabaul en su primera (y última) misión. Era un wireless air gunner (artillero aereo) en un bombardero Beaufort. Ver «Los últimos guardacostas: mis hermanos».
Mi infancia está llena de recuerdos de Bob y Tom. El ocasional servicio de recuerdo, las medallas de guerra y la rara historia compartida por mi padre.
En 1966, el año en que cumplí 14 años, decidí dedicar mi vida a averiguar por qué los seres humanos se matan unos a otros y averiguar cómo se podía poner fin a esos asesinatos. La buena noticia de esta ‘decisión’ es que a los 14 años ¡todo se sentía manejable! Pero no había cumplido muchos años más antes de que mis investigaciones preliminares demostraran que incluso comprender por qué los humanos son violentos iba a ser un desafío profundo. Y comprendí intuitivamente que necesitaba esta comprensión para que cualquier estrategia para poner fin a la violencia fuera efectiva.
En cualquier caso, como era de esperar, mi investigación sobre la violencia y las estrategias para abordarla me llevaron a la no violencia. No encontré prácticamente nada sobre la no violencia durante mis propios estudios en la escuela y la universidad, pero se me presentaban regularmente informes de noticias sobre personas que participaban en actividades -como manifestaciones y huelgas- que más tarde aprendí a calificar de «acción no violenta».
En 1981 decidí buscar documentación sobre la no violencia y la acción no violenta para poder aprender más sobre el tema. No llevaba mucho tiempo leyendo cuando la referencia rutinaria a Mohandas K. (o Mahatma) Gandhi, de quien había oído hablar un poco y conocía su papel en la lucha por la independencia de la India, me obligó a prestar más atención a su vida y trabajo. Así que busqué sus escritos y empecé a leer algunos de sus trabajos publicados. Una autobiografía: La historia de mis experimentos con la verdad era un libro notable y temprano, pero había muchos otros, además. También leí muchos libros sobre Gandhi para tener un sentido más claro de su vida como un todo, tal como lo relataron sus compañeros de trabajo y contemporáneos, así como lo han documentado los eruditos desde su muerte. Y pasé muchas horas en el sótano de una biblioteca estudiando Las obras completas de Mahatma Gandhi.
Lo que me impactó inmediatamente de Gandhi fue que su propio interés en abordar la violencia tenía un «sentido» integral al respecto. Es decir, no sólo estaba interesado en la violencia que ocurre cuando las naciones pelean guerras o cuando una persona mata o hiere a otra. Estaba interesado en abordar la violencia que ocurre cuando los individuos y las naciones explotan a otros individuos/naciones (como cuando el imperialismo británico explotó a la India y a los indios) y la violencia que ocurre cuando una estructura (como el capitalismo o el socialismo) explota a los individuos dentro de ella. En sus palabras: «La explotación es la esencia de la violencia». Le interesaba la violencia que se produce cuando los miembros de un grupo social (por ejemplo, los hindúes) «odian» a los miembros de otro grupo social (como los musulmanes). Le interesaba la violencia que se produce cuando los hombres oprimen a las mujeres o las castas hindúes oprimen a los «intocables». Le interesaba la violencia que se produce cuando los seres humanos destruyen el medio ambiente. Y le interesaba la violencia que uno se inflige a sí mismo.
Este amplio interés resonó profundamente en mí porque, aparte de la guerra, mi propia infancia y adolescencia había revelado muchas manifestaciones de violencia que iban desde la hambruna en los países en desarrollo hasta el racismo en los Estados Unidos (subrayado por el Rev. Martin Luther King Jr. durante la década de 1960), pasando por la destrucción del medio ambiente, cada una de las cuales se había incrustado gradual pero profundamente en mi conciencia. Abordar la violencia era una tarea mucho más grande de lo que había imaginado originalmente. La violencia está en todas partes. Lo más grave, me pareció que había una enorme violencia dirigida contra los niños en el hogar familiar, pero poco se hablaba o escribía sobre esto.
Entonces, ¿cómo explicó Gandhi la violencia y cuál fue su estrategia para abordarla?
Gandhi sobre el conflicto y la violencia
Para Gandhi, el conflicto era una condición perenne. También lo veía positivamente y lo consideraba deseable. Para él, es un medio importante para una mayor unidad humana precisamente porque el conflicto que comparten podría recordarles a los antagonistas la más honda, quizás trascendental, unidad de la vida, que es mucho más profunda que el vínculo de su relación social.
Sin embargo, él veía la violencia de manera diferente. Y, como podría deducirse de las muchas configuraciones de violencia que le preocupaban, como se señaló anteriormente, consideraba que la violencia estaba integrada en las estructuras sociales y no en las personas.
Fundamentalmente, como lo caracterizó Leroy Pelton, Gandhi entendió que la verdad no puede ser alcanzada a través de la violencia («que viola las necesidades humanas y destruye la vida»), porque la violencia misma es una forma de injusticia. En cualquier caso, la violencia no puede resolver el conflicto porque no aborda los temas en juego.
Reiterando entonces, para Gandhi no había nada indeseable en el conflicto. Sin embargo, la preocupación de Gandhi era averiguar cómo manejar el conflicto sin violencia y cómo crear nuevos arreglos sociales libres de violencia estructural. La esencia, entonces, del enfoque de Gandhi era identificar aproximaciones al conflicto que salvaguardasen a la gente mientras sistemáticamente se demolía la estructura maligna. Sin embargo, él creía firmemente que la purificación estructural por sí sola no es suficiente; la propia purificación también es esencial.
En otras palabras, en opinión de Gandhi, resolver el conflicto (sin violencia) es sólo un aspecto del resultado deseado. Para Gandhi, el éxito también implica la creación de una estructura social superior, un mayor grado de valentía y confianza en sí mismo tanto por parte de los satyagrahis (activistas no violentos) como de sus oponentes, y un mayor grado de unidad humana a nivel de las relaciones sociales.
Dos preguntas clave
A pesar de la enorme influencia que Gandhi tuvo en la configuración de mi propia concepción de conflicto y de la concepción precisa de la no violencia que debería utilizarse para abordarlo, me mantuve convencido de que quedaban dos preguntas sin respuesta: ¿Cuál es el origen psicológico del comportamiento violento del individuo que lo perpetra? Y ¿qué teoría o esquema debería guiar la aplicación de la acción no violenta para que las campañas de todo tipo sean estratégicamente eficaces?
La primera pregunta es importante porque incluso si alguien está atrapado en una estructura social (como el sistema de clases) que es violenta, el individuo debe elegir, consciente o inconscientemente, participar (como perpetrador, colaborador o víctima) en la violencia perpetrada por esa estructura o debe elegir, conscientemente, resistirse a ella. ¿Por qué tantos individuos desempeñan uno de los tres primeros papeles y tan pocos, como el propio Gandhi, eligen el papel de resistir?
La segunda pregunta es importante porque mientras que el propio Gandhi era un pensador estratégico asombrosamente intuitivo (cuya estrategia no violenta de 30 años liberó a la India de la ocupación británica), nadie antes de él o desde su muerte ha demostrado nada que se asemeje remotamente a su capacidad en este sentido.
Por lo tanto, aunque la no violencia, que es intrínsecamente poderosa, ha conseguido algunos éxitos notables, luchas vitales por la paz (y para poner fin a la guerra); para poner fin a los ataques contra la biósfera de la Tierra; para garantizar la justicia social para las poblaciones oprimidas y explotadas; para liberar a los grupos nacionales de la dictadura, la ocupación o el asalto genocida; y las luchas en relación con muchas otras causas justas cojea desprovista de estrategia (o usa una que está mal concebida). Estamos fallando tan torpemente, de hecho, que los humanos ahora nos tambaleamos al borde de precipitar nuestra propia extinción. Vea ¿Extinción humana para el 2026? Una última estrategia para luchar por la supervivencia humana.
De todos modos, después de haber estudiado ampliamente a Gandhi y aprendido de su enfoque estratégico de la no violencia (elementos los cuales fui incluyendo progresivamente en campañas no violentas en las que participé yo mismo), retomé mi investigación original para comprender el origen fundamental de la violencia humana y también decidí desarrollar una teoría y un marco estratégico para abordar la violencia en el contexto de una campaña, de modo que el pensamiento estratégico de Gandhi pudiera ser copiado fácilmente por otros activistas no violentos.
Resultó que el desarrollo de esta teoría estratégica y plan era más simple que el objetivo original (entender la violencia) y he presentado este pensamiento estratégico en dos sitios web: Estrategia de Campaña No Violenta y Defensa no violenta/Estrategia de Liberación.
A pesar de mis esfuerzos preliminares en la década de 1990 para animar a otros activistas a utilizar este esquema, pronto se hizo evidente que sólo el más raro de los activistas tiene la capacidad de pensar estratégicamente sobre un tema, incluso cuando se le presenta un esquema para hacerlo.
El origen de la violencia humana
En consecuencia, la importancia vital de comprender el origen de la violencia humana me fue demostrada una vez más porque sabía que respondería a preguntas complementarias clave como éstas: ¿Por qué tantas personas viven en la negación/delirio totalmente incapaces de percibir la violencia estructural o de lidiar poderosamente con la violencia (militar, social, política, económica y ecológica)? ¿Por qué tantas personas, incluso activistas, no pueden pensar estratégicamente? ¿Cómo pueden los activistas creer que se puede lograr el éxito, particularmente en los temas más importantes de nuestro tiempo (como las amenazas de guerra nuclear, la devastación ecológica y el cataclismo climático), sin una estrategia enfocada e integral, particularmente dada la resistencia de la élite a tales campañas? Véase “La Élite Global es un Loco Revivido”.
Por lo tanto, en un intento de responder a preguntas como éstas, Anita McKone y yo nos recluimos en un esfuerzo por entender cómo funcionaban nuestras propias mentes para que pudiéramos entender mejor las mentes de los demás. Esperaba que tardara unos meses. Me llevó 14 años.
Entonces, ¿cuál es la causa de la violencia en todos los contextos y que crea, dependiendo de su configuración precisa en cada caso, perpetradores de violencia, personas que colaboran con perpetradores de violencia, personas que son víctimas pasivas de la violencia, personas que viven en la negación/delirio, personas que son sexistas o racistas, y activistas que no pueden pensar estratégicamente (entre muchos otros resultados adversos)?
Cada una de estas manifestaciones del comportamiento humano es resultado de la guerra de los adultos contra los niños. Es decir, la violencia de los adultos contra los niños es la causa fundamental de todos los demás tipos de violencia.
¿Cómo es posible que esto suceda? Esto sucede porque cada niño, desde su nacimiento, es socializado – más exactamente, aterrorizado – para que encaje en su sociedad. Es decir, cada niño está sometido a un régimen implacable de violencia «visible», «invisible» y «totalmente invisible» hasta que ofrece la obediencia que todo adulto -padre, maestro, figura religiosa…- exige.
Entonces, ¿qué constituye la violencia «visible», «invisible» y «totalmente invisible»?
La violencia «visible» incluye golpear, gritar y abusar sexualmente de un niño, lo cual, lamentablemente, es muy común.
Pero el mayor componente del daño proviene de la violencia «invisible» y «totalmente invisible» que los adultos infligimos inconscientemente a los niños durante el curso ordinario del día. Trágicamente, la mayor parte de esta violencia ocurre en el hogar familiar y en la escuela. Para una explicación completa, véase «¿Por qué la violencia?» y «Psicología del valor y Psicología del temor: Principios y Práctica».
La violencia «invisible» es las «pequeñas cosas» que hacemos todos los días, en parte porque estamos «demasiado ocupados». Por ejemplo, cuando no tenemos tiempo para escuchar y valorar los pensamientos y sentimientos de un niño, éste aprende a no escucharse a sí mismo, destruyendo así su sistema de comunicación interna. Cuando no dejamos que un niño diga lo que quiere (o lo ignoramos cuando lo hace), el niño desarrolla disfuncionalidades de comunicación y de comportamiento mientras trata de satisfacer sus propias necesidades (para las cuales, como estrategia básica de supervivencia, está genéticamente programado).
Cuando reprochamos, condenamos, insultamos, nos burlamos, abochornamos, avergonzamos, humillamos, nos mofamos, instigamos, hacemos sentir culpable, engañamos, mentimos, sobornamos, chantajeamos, moralizamos y/o juzgamos a un niño, socavamos su sentido de autoestima y le enseñamos a reprochar, condenar, insultar, burlarse, abochornar, avergonzar, humillar, mofarse, instigar, hacer que otro se sienta culpable, engañar, mentir, sobornar, chantajear, moralizar y/o juzgar.
El resultado fundamental de ser bombardeados a lo largo de su infancia por esta violencia «invisible» es que el niño está totalmente abrumado por sentimientos de miedo, dolor, ira y tristeza (entre muchos otros). Sin embargo, las madres, los padres, los maestros, las figuras religiosas y otros adultos también interfieren activamente con la expresión de estos sentimientos y las respuestas conductuales que son generadas naturalmente por ellos, y es esta violencia «totalmente invisible» la que explica por qué los resultados conductuales disfuncionales realmente ocurren.
Por ejemplo, al ignorar a un niño cuando expresa sus sentimientos, al consolarlo, tranquilizarlo o distraerlo cuando expresa sus sentimientos, al reírse o ridiculizarlo, al aterrorizarlo para que no exprese sus sentimientos (por ejemplo, al gritarle cuando llora o se enoja), y/o al controlar violentamente una conducta generada por sus sentimientos (por ejemplo, al pegarle, restringirlo o encerrarlo en una habitación), el niño no tiene otra opción que reprimir inconscientemente su conciencia de estos sentimientos.
Sin embargo, una vez que un niño ha sido aterrorizado para que suprima la conciencia de sus sentimientos (en lugar de que se le permita tener sentimientos y actuar en consecuencia), el niño también ha suprimido inconscientemente su conciencia de la realidad que causó estos sentimientos. Esto tiene muchos resultados que son desastrosos para el individuo, para la sociedad y para la naturaleza, porque ahora suprimirá fácilmente su conciencia de los sentimientos que le dirían cómo actuar más funcionalmente en cualquier circunstancia dada y progresivamente adquirirán una variedad fenomenal de comportamientos disfuncionales, incluyendo algunos que son violentos hacia sí mismos, hacia otros y/o hacia la Tierra.
Entonces, ¿qué hacemos?
Bueno, si quiere hacer una enorme contribución a nuestro esfuerzo para poner fin a la violencia, puede hacer el compromiso que se describe en «Mi promesa a los niños». Si usted necesita hacer algo de sanación por su cuenta para poder nutrir a los niños de esta manera, entonces considere la información proporcionada en el artículo «Poniendo los sentimientos primero».
Si desea abordar sistemáticamente la violencia contra la biósfera, considere la participación (acelerada) en la estrategia de quince años, inspirada por Gandhi, esbozada en «El Proyecto Árbol de Fuego para salvar la vida en la Tierra». Este proyecto esboza un plan sencillo para que la gente reduzca sistemáticamente su consumo, al menos en un 80%, involucrando tanto energía como recursos de todo tipo -agua, energía doméstica, combustibles para el transporte, metales, carne, papel y plástico-, a la vez que expande drásticamente su autosuficiencia individual y comunitaria en 16 áreas, de manera que todas las preocupaciones ambientales sean tratadas de manera efectiva. Como Gandhi observó hace 100 años: «La Tierra provee lo suficiente para las necesidades de cada persona, pero no para la codicia de cada persona».
Pero, aunque creía que la acción personal era muy importante, Gandhi también era un extraordinario estratega político y sabía que tenemos que hacer algo más que transformar nuestras vidas personales. Tenemos que ofrecer oportunidades que obliguen a otros a considerar hacer lo mismo.
Así que, si su pasión es hacer campaña por el cambio, considere hacerlo estratégicamente, como hizo Gandhi. Vea Estrategia de Campaña No Violenta.
Y si quiere unirse al movimiento mundial para poner fin a la violencia contra los seres humanos y la biósfera, puede hacerlo firmando la promesa en línea de «La Carta de los Pueblos para la Creación de un Mundo No Violento».
Gandhi fue asesinado el 30 de enero de 1948. Pero su legado perdura. Usted también puede aprender de él, si lo desea.
Traducido del inglés por María Cristina Sánchez