A su vez, esta dirección en la sensibilidad también colectiva que ya ha empezado, es un proceso concomitante con el declive final de todo medio de comunicación que estuviera orientado a la “creación de realidad”.
Definitivamente no existe la realidad única en la que se creía en el viejo paradigma del mundo que se fue.
Y alguien dirá ¿qué es entonces un terremoto o la imposición de una guerra?, a lo cual sólo se puede responder aclarando que lo que se manifiesta, efectivamente condiciona a todas/os en una nueva influencia, pero que el des-cubrimiento de lo anteriormente citado actúa mucho antes de la facticidad de los hechos. Es de esa realidad múltiple (cuántica), con sus componentes tangibles e intangibles, con los componentes de lo que resulta manifiesto y lo que todavía o ya no, de donde surgen unos u otros procesos y fenómenos.
El aumento posible de nuestro grado de libertad tiene todo que ver con la anticipación a los hechos, con la acción reflexiva en su dinámica, con un nuevo modo de pensar de tipo procesal y relacional. Es como en la historia de la pintura, en la cual según nos aporta lúcidamente Ortega y Gasset, se fue interiorizando el punto de vista. Implica una mirada no tan “ilusionada” con lo que el ojo cree ver…
Preguntas del mismo tipo que la del terremoto, se formulan ingenuamente frente al tema de la violencia o el de la pobreza, cuando sólo se plantean sobre la facticidad del asesinato o de la miseria, por ejemplo. Quien hoy lo piense con verdad interna, reconocerá al momento que las claves de tales sufrimientos, están mucho antes de que se manifiesten ciertas consecuencias de determinados modos de hacer.
Al parecer, es en esta anticipación en donde hemos de tomar posiciones fuertes en este tiempo que nos toca vivir. Y eso no es fácil, porque determinados grados de facticidad sufriente o desalmada, nos anonadan. Pero no queda otra, todas las posibilidades de saltar por encima de lo indeseado están en el antes, en la visión de proceso y su actuar coherente con ella.
Quizás podríamos sintetizar diciendo que en el viejo paradigma todo se creía a partir del ojo que lo ve, y que a eso se le llamaba “realidad”, forcejeando desde los poderes a que todo ojo viera lo mismo. Entonces, una nueva concepción más evolucionada consiste en considerar “realidad” también a aquello que solamente está adentro nuestro, así como a todo aquello que todavía no se ha manifestado, pero late complementariamente a lo manifiesto, ya sea como aspiración profunda o como simple compensación de lo que no nos gusta y nos toca lidiar.
Del mismo modo, también podemos pasar a considerar «realidad» nuestra capacidad de producir experiencias de pedido por aquello deseado que podemos «llamar» o traer internamente a la vivencia. Esto está muy alejado de los viejos modos de oración en donde se apelaba a «entidades externas»… Ya no estamos en una espiritualidad supersticiosa, sino de toma de contacto real con lo insondable que está en nuestro sustrato existencial.