por Pedro Brieger
La decisión de varios gobiernos latinoamericanos de desconocer el segundo mandato del presidente de Venezuela Nicolás Maduro y legitimar la opositora Asamblea Nacional ha motivado múltiples reacciones que exceden la situación interna de este país. Es así que el presidente de Colombia Iván Duque propuso disolver completamente la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) y crear un nuevo bloque regional. Para analizar el nuevo momento en América Latina y el Caribe conversamos con el expresidente de Colombia Ernesto Samper, que también fue el último secretario general de UNASUR desde agosto 2014 hasta enero 2017
-Usted ha dicho que el nuevo mandato del presidente de Venezuela de Nicolás Maduro ha desatado una tormenta diplomática internacional. ¿A qué se debe esta tormenta?
-La tormenta que ha desatado la posesión del presidente Maduro está relacionada con las propias relaciones bilaterales que tienen varios países, especialmente de América Latina, con el Gobierno de Venezuela. En ese sentido, lo que se está exteriorizando a través de declaraciones, como la declaración del llamado Grupo de Lima, es precisamente estas diferencias, que no quiero entrar a calificar, pero que en el fondo están reflejando un tema mucho más profundo y es la conformación en la región de un bloque de derecha, de gobiernos conservadores, que no están de acuerdo con la visión del concepto de integración que existía hasta este momento y que era liderada por países como Brasil, Ecuador, la propia Venezuela y Bolivia.
Digamos entonces que hay dos visiones sobre esto, una que podríamos calificar de progresista, que entiende la integración como una comunidad de naciones que se unen para defender unos principios, pero, además, para acordar una agenda de políticas públicas como se venía haciendo o se viene haciendo en UNASUR en temas tan importantes como la salud, la infraestructura, la conectividad, la tecnología, la educación, entre otros.
Y, por otra parte, está la visión limitada sobre lo que es la integración, para la cual ésta se reduce a la suscripción de tratados de libre comercio en los que se rebajan aranceles, se hacen cláusulas de respeto a la propiedad intelectual y protección a las inversiones. Los partidarios de este tipo de integración son los que en este momento están buscando que haya una estrategia distinta que se ajuste a su concepción neoliberal de lo que debe ser la integración. Repito, es probable que detrás del rechazo a Venezuela y de las malas relaciones que tiene con algunos países, esté escondida la visión derechista, que se ha expresado en el rechazo a lo que ha sucedido, independientemente de que entremos o no a valorar lo que está sucediendo en el país vecino.
-Durante su mandato como secretario general de UNASUR en Venezuela hubo enfrentamientos, incluso violentos, con riesgo de una guerra civil. Sin embargo el conflicto político continúa. ¿Tiene UNASUR mecanismos para contribuir a una negociación entre el gobierno y la oposición en Venezuela? ¿Cuál es el rol de UNASUR?
-Efectivamente, durante mi mandato como secretario general de UNASUR, por orden de los presidentes y de la mano del Consejo de Cancilleres, se hicieron aproximaciones muy productivas entre los distintos actores políticos de Venezuela, negociaciones que permitieron que se eliminara la violencia como forma de hacer política, y me refiero tanto a la violencia callejera como a la violencia de rechazo a la misma. A partir de ese supuesto se intentó un diálogo entre los sectores políticos, el cual estaba orientado hacia la conformación de tres espacios. El primero, al que llamábamos de garantías electorales, estaba a cargo del expresidente Martín Torrijos, para definir el tema de garantías a la oposición y protección del derecho a elegir y ser elegido.
El segundo, un espacio que encabezaba el expresidente de España, José Luis Rodríguez Zapatero, sobre reformas institucionales que pretendía cambiar las condiciones de desequilibrio institucional que existen todavía en Venezuela, como resultado de la concentración de poderes. Y un tercer diálogo, que encabezaba el expresidente Leonel Fernández, para orientar la parte social y la estabilización, lo que hubiera evitado parte de la crisis humanitaria que hoy día se vive y que contenía medidas de carácter cambiario, antiinflacionario, medidas de subsidios y de ajustes de precios de combustibles.
El diálogo produjo resultados importantes durante los meses que duró, hasta que fue prácticamente imposible que la oposición encontrara un camino conjunto que por lo menos identificara una agenda de cambios que le interesaran en la mesa de negociaciones. Esto, por supuesto, sumado a cierto distanciamiento del gobierno, invalidó la posibilidad de continuar el diálogo y lo que vino después fue la creación de la Asamblea Constituyente y la reelección del presidente, que ya son hechos conocidos, pero en los cuales no participó UNASUR.
A pesar de todo, yo creo que aún existen mecanismos dentro de UNASUR a nivel del Consejo de Presidentes, del Consejo de Cancilleres y del Consejo mismo electoral, para que se intente una salida pacífica a la situación que vive Venezuela. Me preocupa que cada día se escuchan más voces y más duras que están pidiendo una salida confrontacional a la situación, una salida que incluye las posibilidades de un golpe militar y, particularmente, creo que debemos insistir hasta el final en que la única salida que garantiza una solución incruenta es la salida del diálogo institucional entre los actores políticos venezolanos.
-¿Por qué cree usted que el presidente de Colombia Iván Duque plantea disolver UNASUR y crear un nuevo organismo regional sin Venezuela?
-Precisamente esto es parte de lo que comentaba en la primera pregunta y es que UNASUR, en sus 10 años de existencia, puede demostrar que en otras oportunidades convivieron dentro de este espacio gobiernos de distinto signo ideológico y que se avanzó en temas fundamentales como la conformación del Consejo Suramericano de Defensa, que de alguna manera reafirmó la condición de la región como una zona de paz en el mundo, el Consejo Electoral que presidió más de 110 elecciones y envió más de 20 misiones electorales, o los avances que se hicieron en materia de salud a través del Instituto de Salud o las obras de infraestructura proyectadas para integrar la región.
A pesar de todos estos avances, hay una idea distinta sobre lo que es la integración, que es una idea alimentada por un pensamiento conservador que se podría expresar a través de un acuerdo en la misma UNASUR, si es que el asunto se trata de darle un giro a los programas y a los 23 grupos de trabajo que todavía hoy están trabajando en la identificación de una agenda de intereses públicos.
Repito, no sé cuáles fueron las motivaciones que pudo tener el presidente Duque, no compartí y lo expreso hoy, de manera pública y explícita, el retiro de Colombia de UNASUR, el cual fue un retiro solitario que aun ni siquiera se ha concretado y que va a producir un gran aislamiento de Colombia de la región, en momentos en que se está viendo atacada desde distintos frentes, especialmente el de Estados Unidos.
Y en este punto considero importante señalar que el país norteamericano ya no es un socio confiable, en una decadente OEA, porque la agenda de los Estados Unidos es esencialmente una agenda antilatinoamericana, que va en contra de los migrantes latinoamericanos con la construcción del muro con México, que desatiende los compromisos relacionados con el calentamiento global o subiendo aranceles a nuestros productos. Es una agenda antihemisférica en el sentido más exacto de la expresión; por eso no creo que se justifique que, además de los ocho mecanismos de integración que ya existen, ahora creemos uno distinto solamente para identificar unas pretensiones de derecha respecto a lo que debe ser la integración.
-¿Cómo ve la postura del gobierno de México que no firmó la declaración del Grupo de Lima que no reconoce al presidente Maduro? ¿Cree que México hoy puede jugar un rol importante en América Latina a pesar de no formar parte de UNASUR?
-Por supuesto que lo puede jugar y me parece una postura digna y racional, muy racional; porque en el fondo lo que está diciendo es que tenemos que volver a hacer política respetando los principios internacionales, como el principio de la no intervención. No podemos jugar a un aislamiento de Venezuela que termine legitimando una salida de carácter cruento o fáctico a la situación que actualmente se vive en la región, sin que ello excluya ningún punto que pudiéramos proponer o liderar para que haya una salida que sea el resultado de un acuerdo entre los actores políticos en el hermano país.
Me pareció una posición sensata y muy latinoamericana. Creo que México puede jugar un papel muy importante en esta coyuntura y creo que lo debe jugar en un escenario que no debemos abandonar, que es el escenario de la CELAC, el cual es un espacio en el que estamos todos los países latinoamericanos juntos y sin Estados Unidos.
Creo que ese sería el mejor escenario para iniciar un proceso de convergencia de los mecanismos de integración subregional que hoy día están ocasionando confusión, caos, duplicidades y costos innecesarios. Hablo concretamente de MERCOSUR, UNASUR, ALBA, la Alianza para el Pacífico, el Sistema de Integración Centroamericana, la Integración Caribeña o el Pacto Amazónico. Tenemos una especie de arco iris de procesos de integración, de los cuales muchos se encuentran en este momento en una crisis o en una especie de parálisis, de la cual se podría salir si ellos hicieran una matriz de convergencia para terminar en una CELAC fortalecida, con una Secretaría General fuerte que permita que todos los países unificadamente podamos encontrar unos caminos comunes para salir todos adelante.
Ese liderazgo lo podría tener México, ya que en este momento Brasil, de alguna manera, está renunciando al protagonismo que ejercía en Suramérica desde UNASUR, MERCOSUR y desde la propia Alianza del Pacífico, con la que estaba buscando canales de entendimiento.
*Sociólogo y analista internacional argentino, director de nodal.am