Por Roberto Malvezzi (Gogó) / Traducción de Pressenza
Copérnico fue un canónigo católico polaco, pero fue él quien demostró científicamente que la Tierra gira alrededor del Sol y no el Sol alrededor de la Tierra. Es el heliocentrismo, una tesis publicada en 1543. Fue condenado por Lutero y los católicos, pero la verdad científica triunfó.
Galileo Galilei, el primero en hacer uso sistemático del telescopio, confirmó la opinión de Copérnico, pero tuvo que renunciar a su afirmación científica para no ser condenado a la hoguera, como le había ocurrido a Giordano Bruno. Hoy los telescopios giran alrededor de la Tierra, descubren nuevas galaxias, nuevos planetas donde puede existir vida, inclusive vida inteligente.
El padre de la genética moderna es Mendel, un monje católico que en 1847, con semillas de arvejas, descifró el código genético y toda la herencia genética que pasa de un ser vivo de la misma especie a otro.
La teoría del Big Bang –del átomo primordial– que dio origen al universo que conocemos y a toda su evolución, es la de un sacerdote belga llamado George Lemaître.
Para la Iglesia Católica no hay contradicción entre el acto creativo ex nihilo –sacado de la nada–, la teoría del Big Bang y la evolución del universo. Hoy los científicos buscan la «Partícula de Dios», que dio origen a todo el universo condensado en el átomo primordial. Todavía no han encontrado esa partícula, y mucho menos pueden explicar cómo habría surgido. Sin embargo la ciencia continuará investigando y las religiones inteligentes irán reinterpretando el acto creador a través de los ojos de la ciencia.
La ciencia y la religión no necesitan atacarse entre sí, como sucedió tantas veces en la historia. La ciencia investiga el universo que está ante sus ojos; las religiones no fundamentalistas buscan entender, incluso a través de los ojos de la ciencia, cómo Dios creó su obra.
Mientras China pone una sonda en la cara oculta de la Luna, mientras la NASA pone otra sonda en los últimos objetos del sistema solar, Brasil pone en duda si el Sol es realmente el centro del sistema solar, si la Tierra es plana y si la teoría de la evolución debería ser debatida en las escuelas. Por tanto volvemos a la Edad Media, al pensamiento anterior a Copérnico y a la racionalidad de Descartes.
Ahora que el pensamiento de un astrólogo –que no es ni filósofo ni astrónomo–, orienta el pensamiento del actual gobierno brasilero, es necesario que las mentes lúcidas, inclusive las ateas, se manifiesten contra toda forma de oscurantismo. No se trata sólo de no exponerse al ridículo, sino de preservar el propio pensamiento científico frente al fundamentalismo religioso.
Sin embargo, nosotros ya sabemos de quién será la victoria histórica.