Por Nancy Ortiz
Próximo a cumplir 98 años y a casi “vivir un siglo”, el corazón del Gato Gamboa dejo de latir. El mismo que albergó su pasión por las letras (leyendo y escribiendo), por la justicia social y los derechos de los postergados, la libertad y la democracia real.
Cuesta creer que el joven con estudios de pedagogía y periodista autodidacta, llego a editor y director de dos de los diarios más importantes en la historia reciente de Chile: “El Clarín”, cerrado en septiembre de 1973, y “Fortín Mapocho” (1984- 1991)
Amado y odiado por sus titulares y textos de ácido humor político, irreverente hasta hereje, deslenguado y “pasado pa la punta”, hoy está siendo valorado y reconocido por amplios sectores políticos por su consecuencia y perseverancia en su creencias.
Recibió todos los galardones periodísticos que se entregan actualmente en el país: Premio a la Trayectoria Periodística, otorgado por el Colegio de Periodistas de Chile; Premio a periodistas destacados de Chile por la Intendencia de Valparaíso; el Premio Camilo Henríquez; el Premio Bicentenario de Periodismo de Chile y en el 2017 recibió el Premio Nacional de Periodismo.
No obstante, también conoció las peores miserias a las que puede ser sometido un ser humano: la tortura y la prisión política que consumió tres años de su vida y donde también dejó su legado replicando su querido diario Clarín en el campo de prisioneros de Chacabuco.
Y como si eso no hubiese sido suficiente, luego de recobrar su libertad decidió quedarse en Chile y contribuir -a su manera- a derrocar la dictadura. Asumió la dirección del diario “Fortín Mapocho”, uno de los principales opositores al régimen militar inspirado en su amado y primer periódico El Clarín.
Poseedor de un don extraordinario para sintetizar en una frase de muy pocas palabras, la esencia misma de un hecho noticioso como son los titulares, no ha podido ser superado por colega alguno hasta el día de hoy. Y fue precisamente uno de ellos que nunca nadie olvidará y deberá ser conocido y estudiado por generaciones y generaciones de periodistas. Cuando Pinochet perdió el plebiscito, el Fortín Mapocho tituló “CORRIÓ SOLO Y LLEGÓ SEGUNDO”.
Herejía de los 70
En la década de los 70, cada mañana se esperaba ver en los quioscos de todo Chile, el principal titular de El Clarín bajo la dirección de Alberto “Gato” Gamboa. Causó grandes disgustos a los opositores del presidente Allende y le valieron muchas demandas y más de algún día de prisión en el antiguo cuartel de calle Capuchinos, donde se recluía a personajes destacados por delitos económicos u otro “pecado” menor.
‘Firme junto al pueblo’, era el eslogan del diario. El Clarín con lenguaje coloquial y profundamente popular siempre se le identificó como el más cercano a los sectores desposeídos y por ello al gobierno del Presidente Salvador Allende.
La edición de El Clarín del 11 de Septiembre del 73 no alcanzó a llegar a los quioscos. En la madrugada, los militares allanaron las oficinas ubicadas en calle dieciocho y, junto con otro grupo de periodistas, el Gato Gamboa fue llevado al Estadio Nacional, la más grande de las prisiones políticas del golpe de Pinochet. Después de tres meses de tortura y vejaciones fue trasladado a Chacabuco. Estuvo allí tres años y fue liberado en marzo de 1976. Durante su estancia creó el diario mural redactado por los presos y editado por Gamboa, hasta con el consultorio sentimental de El Clarín original. Todo ello contribuyó a elevar la moral de los prisioneros
Su experiencia fue resumida en su libro “Un viaje por el infierno”, que recopila testimonios de él y sus compañeros en Chacabuco, donde rescata el lado humano tanto de los presos como algunos militares que se cruzaron en su camino. En su libro, Gamboa relata que, a su salida del centro, logró comprender que “esa pelea de la mente y el espíritu, tan agotadora, la había ganado yo. De nuevo estaba entero”.
El Fortín Mapocho fue su vuelta a la vida y al periodismo. Recogió parte de lo que fue la línea editorial de El Clarín, convirtiéndose en otro periódico de oposición trascendental en la lucha contra la dictadura.
Añorando sus periódicos emblemáticos, dijo alguna vez: “Yo ya no veo ningún diario como antes. El diario que nosotros hicimos (El Clarín), era popular porque íbamos a la casa de la gente, cosa que hoy es poco usual. Yo dejé ‘las patas’ en la calle, no como ahora que el ‘hueveo’ es por Internet”.
Así resume, en parte, el drama del periodismo actual y del momento social. Desconectados y por tanto deshumanizados, los medios de prensa van por la búsqueda individual donde poco puede importar el otro.
Adiós, querido Gato, con la confianza que tu sentido de vida y referencia inspire a las nuevas generaciones de colegas periodistas.