Por Ana María Mahserdjian
En mi breve pero profundo viaje por Armenia y Artsaj tuve el placer de conocer maravillosas personas, maravillosas mujeres.
Armenia es un país con cultura patriarcal. Desde mucho tiempo atrás, la joven armenia, crece en el hogar familiar, bajo las normas patriarcales para luego de casarse, a temprana edad en la mayoría de los casos, pasa a depender de la familia del esposo. Hay mujeres armenias que se han acostumbrado a esto, y aun hoy, están las que no trabajan y dependen económicamente de su marido, hay quienes aun trabajando siguen manteniendo la cultura patriarcal y transmitiéndola a sus hijas e hijos.
Dentro de las familias armenias existe la violencia física, verbal, y casi de todo tipo. Pero las mujeres, siguen tolerando esa construcción familiar, aun a costa de ser humilladas por sus maridos, suegras y otros familiares del cónyugue.
Años atrás, a raíz del asesinato de una joven de 24 años por parte de su marido y la suegra, con la posterior entrega de la custodia de su pequeña hija al padre y abuela, asesinos de su madre, se comenzaron a levantar las primeras voces de indignación contra estos hechos de violencia. Fueron las mujeres jóvenes quienes empezaron a organizarse y a formar grupos de reclamo por sus derechos. Estos movimientos se presentan como un rayo de luz para las mujeres que están empezando a abrir sus ojos y corazones.
Un párrafo aparte merecen las mujeres que viven en el interior de Armenia, que no siendo nativas de esas localidades han llegado a radicarse en áreas de conflicto, abandonando su zona de confort, haciendo cambios familiares y de costumbres profundos.
Por último, mi recuerdo es para las mujeres que quedan en sus pueblos, a cargo de sus familias, mientras los maridos viajan a otras localidades por trabajo, incluso a lejanos países desde donde algunos vuelven y otros no. Las mujeres con sus convicciones firmes, fuerte arraigo en su pueblo, trabajan, luchan, no solo por mejorar su vida y la de su familia, sino también para su localidad y sus habitantes. Mujeres activistas que logran muchas cosas para su gente. Pierden horas por “el otro y los otros” para ayudarlos a lograr una mejor calidad de vida, haciéndoles ver sus capacidades reales a las demás mujeres y tratando de frenar el desarraigo de su tierra. A todas ellas, las sojuzgadas, las maestras, las que están despertando y las activistas mis sinceros y mejores deseos de paz, fuerza y alegría!