Por Helmut Kramer A.
1904 el año que empezamos a hablar, 2018 el año en que gritamos
En 1904 sale en la prensa chilena la primera denuncia escrita que se conoce contra un sacerdote por abuso sexual a un niño de solo 8 años.
Varias veces he leído la historia de este primer sobreviviente del cual sabemos que fue hijo de un ex parlamentario del Partido Conservador, de buena clase, excelente estudiante del colegio San Jacinto, y me he preguntado qué fue lo que pasó en su cuerpo que lo llevó a hablar y decirle a su padre que el sacerdote Santiago Herreros había tenido conductas impropias en su cuerpo, que lo impulsó a decirle que el cura lo había tocado, abusado, qué tan brutal había sido lo que le sucedió que hizo que su padre terminara enfermo y muriendo al año siguiente.
Era un 26 de diciembre, el día que decide dejar de callar, y en su relato pedir ayuda, la ayuda de un padre que se desploma ante esta fría realidad.
La sociedad responde. Utilizan la historia del abuso para peleas políticas, la izquierda, los liberales, los radicales, todos homofóbicos, acusan que la iglesia no debe tener más a su cargo la educación de los niños porque son unos maricas anti naturales, la educación debe pasar al Estado. La iglesia católica toma a este sacerdote, más unos cuantos que también fueron acusados y los hacen desaparecer de Chile para que no vuelvan nunca más. La justicia los encuentra culpables, pero no logra llevarlos a la cárcel, ellos ya solo eran parte de un punto negro en la historia de nuestro país. Ya todos estaban tranquilos.
A ninguno le importó en verdad él y los niños que fueron abusados, a nadie le importaron sus familias, solo les interesaba cómo ganaban dividendos y cómo protegían a su institución.
Por este pequeño amigo sobreviviente 25 no se atrevieron a hablar, por cada uno que denuncia 25 callan.
Muchas veces al leer esta historia me he preguntado qué paso con él, cómo vivió su dolor, su vergüenza, su silencio.
Más o menos 100 años después su voz nuevamente empezó a hablar, casi como un resucitado, su dolor se hace realidad en nuevos denunciantes, nuevos sobrevivientes, los que poco a poco se empiezan a multiplicar.
Ya no solo son sacerdotes, también son monjas, el abuso de poder, el abuso de conciencia, el abuso sexual, toma forma en nuevos nombres, nuevas caras, una misma historia.
Nuevamente una clase política que no sabe cómo responder a esta realidad, otra vez una iglesia que sabe cómo silenciar, que sabe ocultar y aún muchos del laicado que casi culpan a las víctimas de ser abusados.
Pero tu historia hoy se plasma ya no sólo en un doloroso relato, hoy todes los sobrevivientes hemos tomado tu dolor y lo hemos levantado y hemos dicho sobre todes nosotres han abusado, sobre nuestros derechos humanos y hemos dejado de hablar para gritar, para decirles a los abusadores y encubridores que NUNCA MÁS vamos a aceptar su cruel infamia, por tu nombre desconocido los hemos puesto a todos de cara a la sociedad chilena, de cara al mundo, para que se sepan sus delitos, que todos vean sus caras, que nuestra sociedad sepa cómo han funcionado, para que se termine definitivamente su impunidad.
Hace 114 años lograste hablar.
Dulce niño, cada vez que pienso en tí siento que sigues viviendo en cada uno de los que hemos sido abusados, de los que hemos denunciado, de los que aún no logran hablar.
Por tí y por todes nosotres, Chile debe tener una ley de imprescriptibilidad que otorgue el derecho al tiempo, por tí y por todes, Chile debe tener una Comisión de Verdad, Justicia y Reparación para todas las víctimas de abuso de poder, de conciencia, de abuso sexual.
Nuestro acto de reparación para ti es seguir luchando para que nunca más un ser humano sufra abuso.
Nunca más en silencio.
Nos queremos y nos cuidamos.