Publicamos acá los tres comentarios al libro de Dario Ergas «Unidad en la acción», publicado por Editorial Catalonia, en ocasión de su presentación en la Feria Internacional del Libro de Santiago, Chile, que también puede seguirse en el siguiente vídeo:
Intervención a cargo de Nuriluz Hermosilla:
«Por esas cosas de la coincidencia de sentido, me atrevo presentar el libro “La unidad en la acción”, de este joven y esmirriado hombre de 60 años, dueño pleno de una vida vivida y reflexionada. Desde esta voz de arqueóloga, los invito a leer esta reflexión
profunda y generosa de Darío, quien sigue las rutas trazadas por Silo, del Humanismo por excelencia de nuestro siglo.
Pienso que este documento reflexivo constituye un gran resultado, en tanto sistematización y presentación de realidades no objetivas, no probables en el sentido de la ciencia. Sin embargo, su gran valor de prueba está justamente en que las imágenes presentadas HACEN SENTIDO. Todos hemos experimentado estar al borde de los acantilados del fracaso, la soledad frente a la realidad de la muerte, y sin embargo salir de allí abordo de las alas delta de la libertad. Creo no equivocarme al pensar que los que aquí estamos hemos tenido la oportunidad de vivir varias vidas, acercándonos a la muerte y saliendo de allí más vivos, más bellos que nunca. Cuántos de nosotros –en el silencio dialogante interior- hemos reconocido que buscamos afanosamente enamorarnos para vencer a la muerte. Este marco explicativo de yo-mirada interna-conciencia de unidad-acción conjunta, me hace sentido como posibilidad personal, pero también como explicación de mi cotidianeidad intuitiva, como ser-en-sociedad, como posibilidad evolutiva de este colectivo contemporáneo.
El tema de la memoria aparece como un excelente conjunto de ladrillos para construir nuestra interpretación del pasado. Dario recurre a sus ladrillos personales y allí me hace sentido. Sin embargo, cuando se refiere a la Historia de la Humanidad, recurre al imaginario compartido con los suyos, y allí tomo distancia: desde los homínidos, pasando por Sumeria y el romanticismo europeo, lo que hace es recorrer el Mito elaborado en su cultura. Allí nos distanciamos, no por un efecto de Verdad, que no es tal porque cada uno recurre a su versión de la Historia, para validar el presente, para dar sentido al futuro. Es que allí encontramos un espacio que no ha sido llenado: la cultura que portamos ha sido y es construida por los grupos de que participamos, partiendo por la familia y los particulares antepasados. La Memoria es un verdadero cajón de sastre, desde donde hacemos distinciones, hacemos visibles aquello que nos entrega la llave inglesa o el martillo explicativo. Hay allí una estratigrafía de las capas de Memoria, depositadas por el accionar cotidiano de quienes nos criaron y de sus anteriores criadores; en el dinamismo cotidiano, vamos agregando elementos de la experiencia. Y tanto en el origen de las distinciones de memoria, como en las selecciones actuales, está el símbolo, como resumen de verdad. Y esta verdad se mide por coherencia ética. Te propongo Darío, que a este Homo sapiens, originado en los utilizadores de instrumentos Homo habilis, le llamemos Homo memorians en tanto constructores de mundo.
En este parámetro de coherencia ética radica la felicidad del encuentro consigo mismo, pero sobre todo, la maravillosa experiencia de encuentro con los otros. Allí nacen los mejores afectos, las confianzas. Es allí, en el encuentro afectivo que se vive la utopía.
Volviendo a Darío, su texto transita por este camino de unión entre los campos de lo público y lo privado, y lo lleva a un proyecto utópico colectivo (en el sentido de ese punto en el horizonte que nos moviliza hacia él). Propone como utopía nada menos que elevar el proyecto humano a la ampliación de la conciencia en las personas, para la construcción de una sociedad mundial y libertaria. Él, nada menos:
• propone que los buenos tenemos las herramientas para realizar la utopía.
• Confía en que -si dejamos de lado el menosprecio que deja a algunos debajo de la micro- esta diversidad humana nos enriquece y potencia.
• Valida la experiencia de la profundidad.
• Abre las puertas a la unidad de acción de las personas en tanto comunidades de sentido existencial.
E el fondo de cada uno, la inquietud radica en que necesitamos explicarnos la existencia. El cumplir con nuestra “deuda existencial” nos moviliza como individuos.
Actuar honestamente en este sentido, sin necesidad de imponer o borrar al otro, nos vuelve seres confiables. Y nos reconocemos en la mirada, al pasar las hormigas que juntan antenas en el instante del encuentro.
De esta manera, los invito a leer este texto de Dario Ergas, encontrar en él los sentidos personales que nos inquietan, romper con las inercias que le son tan caras al sistema e integrase al conjunto de seres válidos que somos.»
[media-credit name=»foto David Andersson» align=»aligncenter» width=»888″][/media-credit]
Comentarios de Carlos Pérez:
«He conocido a Dario Ergas hace dos horas; por supuesto sabía de su existencia por su hijo, por su hermano y por el partido Humanista, pero no lo conocía. No sabía, ni sé aún la intensidad y el afecto de su vínculo con Silo. No sabía, ni sé aún de sus intentos existenciales y políticos, ni de sus dos libros anteriores. Leyendo éste, que es el tercero, siento que no haberlo conocido es una desgracia para mí. Una desgracia penosamente común: la de vivir tan cerca y tan lejos de tantas personas con las que de pronto sabemos que habría sido enriquecedor, vital, conversar, diferir, converger en anhelos, diferir en fundamentos, y volver a converger en la amistad política y personal que debería unir a las muchas izquierdas y a los incontables Dario Ergas que insisten porfiadamente en buscar el modo de construir un mundo mejor.
Paradójicamente el no conocer nada específico ni cercano de su trayectoria me permite un privilegio que es un poco cruel. Puedo comentar su libro por las ideas que contiene, con cierta independencia de su autor. No es la mejor manera de comentar un libro como este que está tan ligado a las vivencias concretas de un ser humano muy concreto, las vivencias de alguien cuya profunda humanidad se adivina en cada línea.
Puedo decir que me llamó la atención que Dario quiera que yo comente su libro. Yo tengo una cierta fama de ser marxista. Es genético, lo que pasa es que mi papá era comunista, y bueno… no puedo evitarlo. Uno hace lo posible por ser todo lo marxista que se puede ser. Los tiempos son difíciles, ya se sabe.
Hago entonces estas consideraciones como marxista….
Este es un libro que como él mismo lo dice, continúa los dos libros anteriores. Lo que yo leo en el es un camino, desde el desgarro existencial hacia la esperanza. Un camino de auto-conocimiento hacia el fundamento de la posibilidad del diálogo. Del diálogo hacia la reconciliación, primero consigo mismo, luego con el otro. El camino del diálogo de la reconciliación que nos pone en el mundo y nos hace ver grandes tareas a realizar en común: la construcción de un mundo mejor que es el camino del sentido. Lo que veo es un modo de encontrar y seguir ese camino, desde el dolor asumido y trabajado, asumiendo una apertura permanente hacia lo trascendente en uno mismo, en lo que nos rodea, elaborando experiencias compartidas con ánimo de totalidad, entender más allá de lo visible, comprender más allá del esfuerzo cotidiano. Lo que leo es que Dario recurre para esto a una argumentación muy amplia, racional y existencial a la vez, fundada en una psicología holística muy particular, en un concepto del sentido de la vida que está fuertemente marcado por la voluntad de realización, de entrega. Una argumentación que denuncia sus propias ilusiones, y busca cómo superarlas. Y por supuesto un fundamento en que se acoge y se recrea íntimamente la influencia de un poderoso y sugerente maestro, Mario Rodríguez Cobos.
Si vemos esto con algo más de detalle, Dario recurre a una idea esencialmente budista de la relación entre el dolor, la ilusión y el deseo; describe cómo conducen a una visión distorsionada de sí mismo y del mundo, cómo conducen al resentimiento.
Formula un modo de volver del resentimiento y de la ilusión hacia el sentido y la esperanza a través del autoconocimiento, de la apertura hacia la espiritualidad. Pero luego relaciona esto con la ilusión y el dolor a nivel social, la violencia, la discriminación, la explotación, la venganza. Lo pone en el contexto de la gran crisis cultural de nuestros tiempos que, sin embargo le parece una gran oportunidad. Una oportunidad para que el camino personal se transforme en un camino social de paz, de acción, de reconciliación.
Propone una lógica profunda de la acción desde su origen, una lógica del sentido propio de las posibilidades de la acción. Y se enfrenta en esa lógica al drama de la muerte y lo muestra como nudo que nos abre hacia la trascendencia.
Se enfrenta a la omnipresencia del yo y la conciencia, y muestra el camino hacia su interiorización, hacia el reconocimiento propio que es condición hacia la apertura al otro. Propone modos y condiciones para esa apertura y muestra en ellos la necesidad de la justicia social, de la libertad, de la equidad, de la unidad en uno, en los otros, con los otros.
Y desde todo esto formula una idea de revolución, esa noción que a los marxistas nos gusta tanto.
De revolución desde lo humano, desde la intencionalidad, desde la libertad. Una revolución desde la paz, desde la voluntad de diálogo, un llamado a la acción conjunta.
¿Qué es lo que puede decir un marxista de estas cosas? Lo que a mí me pasa es que creo que los marxistas tienen que escuchar y aprender. Escuchar lo que habitualmente no escuchan. Aprender un montón de cosas que bien nos haría falta aprender. Lo que podemos decir como marxistas, es que Dario apunta sobre una espina en el zapato de la política que es la vinculación entre la autenticidad humana, personal, individual, y esa puesta en escena que es la lucha política, esa tarea interminable de conciliar voluntades diversas que es la política.
Lo que a mí me llama la atención, lo que me admira es la capacidad que él tiene de arraigar una postura política desde un examen radical del propio ser, desde una valentía radical respecto de uno mismo y del lugar que él ve que puede ocupar en el mundo. Hay en este libro el contenido profundo de una izquierda entre las muchas izquierdas.
Lo puedo decir como viejo marxista, más viejo que marxista, es que lo que necesitamos es una gran izquierda, una izquierda hecha de muchas izquierdas. Lo que necesitamos no es un partido único y una línea correcta. Lo que necesitamos es un conjunto de izquierdas que operen en red, congregadas bajo un espíritu común. Necesitamos pelear más con la derecha que con la izquierda.
Todo lo contrario de lo que ha pasado en los últimos 150 años. Necesitamos una cultura de la tolerancia, de la más amplia tolerancia al interior de este espíritu común. No necesitamos que todas las izquierdas estén de acuerdo en todo, eso sería muy malo. Necesitamos colectivos de izquierda que tengan propósitos parciales, que tengan fundamentos propios, que sean incluso parcialmente contradictorios entre sí. Esa es la lógica de una red. Estamos en esa época. En la época de Internet, en la época de redes comunicacionales y de acción. Necesitamos que una diversidad auténtica de colectivos de izquierda que, aunque apuntan en direcciones parcialmente diversas, tengan una resultante común. Necesitamos la idea de que no a todas las peleas va todo el mundo. Hay algunas peleas que convocan más, hay otras peleas que convocan menos. Y los que no van a las peleas que convocan menos, no son traidores, ni se han entregado al imperialismo. No! Lo que necesitamos es la idea de que no hay una jerarquía de las luchas: primero el salario, después la salud, la educación gratuita, después el «yo», como si uno pudiera relegar esa inquietud esencial, la espiritualidad, como si fuera una preocupación pequeñoburguesa.
Lo que necesitamos es una cultura de izquierda que fomente la más amplia tolerancia bajo este espíritu común: ¿qué es lo que queremos? Yo lo puedo decir de manera marxista y hay otras maneras de decirlo: Queremos una sociedad sin lucha de clases. Queremos una sociedad donde no sea necesario cambiar la historia, derrocar las instituciones, para tener derechos tan básicos como la salud, la educación, la cultura, la realización personal y, también, el derecho más básico que no es sino el de poder desarrollar libremente nuestra espiritualidad. Qué espiritualidad se puede tener bajo el endeudamiento, con una educación precaria, con una salud en la miseria.
Creo que he leído un libro de izquierda. Un libro que dentro de las muchas izquierdas debería enseñarle a los marxistas algo de la tolerancia que en general no han tenido.
Por eso, y por las muchas cosas que he aprendido, gracias Dario».
[media-credit name=»foto David Andersson» align=»aligncenter» width=»389″][/media-credit]
Cierre de Dario Ergas:
«Quiero dar las gracias a Arturo Infante que ha accedido a publicar mis escritos. Es oportuno decir que el primer libro de Silo, Humanizar la Tierra , publicado por Editorial Planeta a principios de los 80, fue durante su gestión en Buenos Aires. Agradezco a mis presentadores Carlos Pérez y Nuriluz Hermosilla, que casi sin conocerme, me abren la posibilidad de diálogo con puntos de vista y pensamientos diferentes al mío. Y a los que no alcanzo a nombrar, que me han contenido, animado, aceptado, corregido con cuidado y afecto, fotografiado, dibujado, abierto su puerta para que esta intención se exprese, gracias. Nada puedo sin ustedes. Hoy me hago responsable de este libro, que en realidad se ha escrito entre muchos. Todos muy cercanos.
He intentado en estos trabajos comunicar experiencias sobre la reconciliación y la unidad interna.
En esta ocasión he puesto el acento en la pregunta sobre qué hacer. Qué hacer para que la reconciliación y la unidad, se conviertan en la orientación de la vida personal y sean a su vez una propuesta social. Busco respuestas escudriñando en mi propia existencia . Cuento lo que me pasa, y lo que me pasa, lo primero que aparece no es la reconciliación, sino los enojos; no es la unidad sino la separación; no es el sentido, sino la desorientación. Entonces no parto de un saber, sino mas bien de un no saber. No saber, que por lo demás crece cada vez que siento estar cerca de la meta. Esa es mi situación y pudiera haber otros en una situación existencial parecida a la mía.
La solución a estas cuestiones no parece estar en los libros. Los libros son útiles por el cotejo que puedo hacer con autores que están en problemas similares, pueden ayudarme a destrabar posiciones mentales que me tienen atrapado; muchas veces me permiten reconocer experiencias que no sabía como expresar. Pero la respuesta misma, creo que surge desde adentro, desde la interioridad de cada cual. Y dónde quedará esa interioridad que guarda secretos tan importantes.
Dónde está tu interioridad y dónde está la mía, y ¿hay alguna relación entre la tuya y la mía?
He aquí la paradoja. Para tocar esa profundidad de mi mismo, donde están las respuestas que ansío, necesito a los otros. Los otros, para mí, son ustedes. Yo que me siento tan yo, no existe ningún momento, ni siquiera en el mas grande de los desiertos, que sea posible constituirlo sin ustedes, sin otros. Si hasta cuando duermo sueño con otros, cuando divago en silencio estoy relacionándome con otros. Ni siquiera los muertos rompen su vínculo con uno. Quién soy entonces, que me siento tan separado del que está a mi lado. Esos otros a mi alrededor que suelo considerarlos una casualidad de mi vida, como si mi vida fuera la misma con ellos o sin ellos, pudieran ser parte de su constitución esencial; tu ser parte de lo que fundamenta mi propia vida. Y si esto es así, si los otros no son una circunstancia azarosa, sino un constituyente fundamental de lo que soy, la comunicación y el reconocimiento del otro, resulta al mismo tiempo, una comunicación y un reconocimiento de mi mismo, de mi ser esencial y de mi sentido. Pero qué es lo que me comunica con otro, qué me permite reconocerlo como otro independiente de mí, dueño de sí, poseedor de libertad, en definitiva como ser humano. Es gracias a la acción y a cierto modo de acción que puedo lograr ese contacto.
Este encuentro con los otros que es al mismo tiempo un encuentro conmigo mismo, se experimenta como unidad. Esa unidad va adquiriendo una consistencia interior y va despertando una mirada interna, que abre un nuevo ámbito mental y un nuevo modo de estructuración de la realidad, es decir un nuevo nivel de conciencia.
Sin embargo el temor, el sufrimiento y la violencia me salen al paso, como si estuvieran cristalizados como realidad social y naturaleza humana. A veces me aplastan, pero otras, me siento empujado por un proyecto hacia la unión de los pueblos de la humanidad. La posibilidad de sintonizar con ese impulso y orientar mi acción hacia un cambio personal, junto a mis seres mas
queridos y más allá, hacia el cambio de la sociedad, me abre un enorme futuro.
Para terminar hago un pedido. Me gustaría iniciar en distintos ambientes, especies de diálogos sobre la unidad, la reconciliación y el sentido, aprovechando la presentación de este libro. No se muy bien como crear esas instancias, pero se los comento por si alguien puede ayudarme.
Una vez mas, gracias.
[media-credit name=»foto David Andersson» align=»aligncenter» width=»389″][/media-credit]