Con menos ministros que antes — con el que Rajoy se enfrentará a la enorme crisis económica y social en España.
“No hemos prometido milagros,” es lo que Rajoy ha destacado en sus primeros palabras públicas como próximo presidente del país. Es cierto: no ha prometido nada – o mejor dicho, no ha concretado ninguna de sus vagas promesas de que todo irá mejor. Nunca antes España había votado a una incógnita tan grande. Sólo se sabe que Rajoy gobernará como quiera; pero no con qué ministros, ni con qué políticas (aparte de la austeridad fiscal que le impone Bruselas).|
**Cuestiones internas**
Desde luego será un gobierno centrado en las cuestiones domésticas, tanto económicas como políticas. No es para menos, con un récord europeo -22%- de desempleo, y con una deuda soberana bajo ataque inmisericorde y continuo en los mercados. Por cierto, el hecho de que desde hacía días ya no había la más mínima duda de que los conservadores iban a gobernar con mayoría clara en España, no cambió en absoluto los ataques de los especuladores en la bolsa contra los bonos españoles; no parece que Rajoy les aportara más confianza que Zapatero.
Además de la economía doméstica, lo que absorberá la atención de Rajoy será la política regional. O dicho más claro: el problema del separatismo vasco. El movimiento terrorista vasco ETA ha anunciado que deja de matar, y los votantes vascos han expresado su alivio dándole al brazo político de ETA una mayoría de los escaños elegidos en esa región. Probablemente es el dato más impactante de estas elecciones. Como Mariano Rajoy ya ha dicho de antemano que desde el gobierno de Madrid no va a darles nada en absoluto a los partidarios de ETA, la frustración explosiva está garantizada.
**Política exterior**
En comparación con esa bomba de relojería interior, la política exterior le dará poca preocupación a Mariano Rajoy; mayormente pasará inadvertida. En los anteriores gobiernos conservadores, de 1996 a 2004, ocupó todo tipo de carteras ministeriales, menos la de Exteriores; no es lo suyo. Es curioso que, en cuanto se confirmó que Rajoy efectivamente había ganado la mayoría absoluta en estas elecciones, su partido filtró qué llamadas de felicitación había recibido del exterior: Sarkozy, Van Rompuy, el embajador norteamericano, y Durao Barroso. En esa primera lista no figuraba la canciller alemana Angela Merkel ni mandatario alguno de América Latina.
Y eso que en la política latinoamericana se puede producir la variación más visible entre el anterior y el nuevo gobierno de España. Ningún cambio frente a Europa ni frente a Estados Unidos; pero sin duda, otra actitud frente a Cuba y Venezuela. Cosa que no va a facilitar las relaciones diplomáticas con Argentina ni con Brasil, que nunca vieron con buenos ojos la dureza “anti-castrista” del anterior líder conservador español Aznar, que sigue siendo el dirigente más activo de su partido en el mundo exterior.
Pero hasta en eso es posible que Rajoy tarde algún tiempo en definirse. A fin de cuentas, está prestando cada vez más atención a los consejos de los principales empresarios españoles. Y entre ellos destacan los que tienen grandes intereses en América Latina, que no les interesa poner en entredicho. Los dos grandes bancos españoles tienen cerca del 50% de su negocio en América Latina. La mayor petrolera española depende de Argentina para el 40% de sus beneficios. La mayor telefónica española gana cuatro veces más en América Latina que en su propia casa.
En otras palabras: igual que su papel en Europa estará marcado por el dinero que necesita y no por las ideas que aporta, el gobierno de Rajoy se moverá ante América Latina con el ojo más puesto en cifras que en ideologías.
No es que Rajoy no vaya a ser un primer ministro de clara ideología conservadora, muy al gusto del Vaticano por cierto. Dentro del panorama europeo estará visible a la derecha, pero le pesarán mucho más los intereses que las ideas.