La incoherencia del PSOE con sus promesas y las políticas que llevó a la práctica para pilotar las sucesivas crisis que vivió el país peninsular ha dado nacimiento a un profundo malestar social.

Los más de 10 millones de votantes del Partido Popular han dado un leve empuje a sus cifras, pero continúan dentro de los números que mantienen desde la llegada de Aznar al poder en 1996. Un treinta por ciento del padrón electoral español responde afirmativamente a las posturas conservadoras y filofranquistas del PP. Y ese 30 % ha sido suficiente para tener la mayoría absoluta en la cámara de diputados y ganar las presidencias de todas las comunidades, exceptuando Cataluña, parte del País Vasco y Sevilla. Javier Couso lo expresaba con claridad: “por más que los diarios y las televisiones enseñen una y otra vez los mapas de España pintados de blanco y que hablen de *abrumadora mayoría* del Partido Popular, las matemáticas son tozudas: 70 de cada 100 españoles no le han dado su respaldo. Mariano Rajoy es el presidente del gobierno de este país, segun las reglas de juego trazadas 40 años atrás, el PP tiene mayoría en el Congreso. Dicho esto, una cosa está clara: la base sobre la que sustentan su poder los grandes partidos politicos es cada vez más pequeña y, por tanto, más inestable”.

A los 5 millones de desempleados el PSOE no ha podido contestarle ni con el fin de ETA, ni con las leyes de matrimonio igualitario y de aborto aborto para mujeres a partir de 16 años, ni con la disminución de la criminalidad o la Ley de Dependencia, para que el Estado se haga cargo de aquellas personas solas y dependientes. La calamitosa política de ajustes que llevó adelante el gobierno de Rodríguez Zapatero ha generado una antipatía general. Antipatía que no se ha volcado en simpatía por el PP, como muchos medios intentan mostrar. La gente “progre” no puede votar a un partido que se basa en el azuzamiento de las minorías, ya sean homosexuales, inmigrantes, nacionalistas, minorías étnicas o religiosas. Amén de la defensa constante del franquismo, su justificación y reivindicación. Esperanza Aguirre, exministra de Educación de José María Aznar y actual presidenta de la Comunidad de Madrid ha atacado la ley de Memoria Histórica y ha pretendido tergiversar la historia argumentando que “Franco fue bastante socialista”.

Esa España filofranquista, retrógrada, clerical y reaccionaria ha conseguido volver a tomar el gobierno, con el cual afianzarán los poderes fácticos. Las campañas electorales de ambos partidos hegemónicos se han basado en falsedades de todo tipo y no cabe duda que ganase quien ganase no cumplirían sus promesas, ya de por sí totalmente ambiguas. Su representatividad sigue en entredicho y el Banco Central Europeo reposa tranquilo, sabiendo que el sur de Europa vuelve a estar bajo su mando y que no necesitará ejercer presión para que los gobiernos adopten sus medidas, planes y ajustes. Francia, pero sobre todo Alemania salen favorecidas de los nuevos gobiernos que “administrarán” los **PIGS** (los cerdos), Portugal, Italia, Grecia y España. Las grandes corporaciones van a poder seguir aumentando su poder y su influencia.

La pregunta inevitable es ¿hasta cuándo los pueblos europeos van a dejar que se degrade su nivel de vida, sus condiciones laborales, sus accesos a la salud y a la educación? El padre ideológico del achicamiento del Estado, Milton Friedman, lo tenía claro: “El límite del ajuste es el nivel de tolerancia de las poblaciones”.