Los peligros de la retirada de Trump del acuerdo de desarme de armas nucleares de alcance medio
Por Francisco Castejón*/Ctxt
El pasado 21 de octubre, Donald Trump hizo otro de sus inquietantes anuncios; uno de esos que suelen tener gran repercusión en el mundo. En este caso se trataba, nada menos, que de la retirada de Estados Unidos del Tratado sobre Fuerzas Nucleares de Alcance Medio, INF por sus siglas inglesas (Intermediate-Range Nuclear Forces). La excusa que Trump aduce es que la Rusia de Putin tampoco está respetando ese acuerdo. Da la impresión de que el mandatario vive sumido en una competición consigo mismo para ver cuál de sus anuncios y declaraciones produce un mayor impacto. Y, desde luego, éste es el ganador.
En efecto, la retirada puede resultar devastadora. Este acuerdo fue firmado por los presidentes Reagan y Gorbachov el 8 de diciembre de 1987 y significó el principio del fin de la Guerra Fría, pues el desarme de este tipo de misiles, cuyo alcance iba desde los 500 hasta los 5.500 km, significaba un gran paso hacia la estabilidad y la seguridad mundiales. Estas armas eran verdaderamente operativas cuando se eliminaron, no como otros misiles que se han desmantelado, y generaban una gran tensión, tanto internacionalmente como dentro de los países donde se desplegaron. A raíz del tratado INF se desmantelaron entre 1988 y 1996 todos los misiles de alcance medio del mundo: 846 misiles estadounidenses y 1.846 soviéticos, todos ellos con cabezas nucleares. Antes del desmantelamiento de estas armas, Europa era el campo virtual de batalla en caso de confrontación, pues estaba al alcance de los misiles soviéticos, al igual que la URSS de los misiles estacionados en suelo europeo. Asimismo, los misiles de la URSS amenazaban por el Este a China y Japón en Asia, y a Alaska en Estados Unidos.
La firma de este tratado posibilitó, entre otras cosas, la distensión entre las dos superpotencias y la democratización, aunque imperfecta, de los países del antiguo Pacto de Varsovia, y contribuyó, en gran medida, a la construcción del actual orden mundial, también lejos de ser perfecto pero con menos peligro nuclear que antes de los 80. Si finalmente se produce la salida unilateral de Estados Unidos del tratado, será un enorme paso hacia atrás, con un aumento de las tensiones en diversas zonas del planeta y una vuelta a las pesadillas de guerra nuclear.
La excusa de Trump es que Rusia no está cumpliendo el tratado. Y para ello alega que ha desarrollado los misiles de alcance medio SSC-8, cuyas características no se conocen bien. El Kremlin, por su parte, acusa a EE.UU. de haber violado el tratado al desplegar las lanzaderas verticales MK-41 con el llamado escudo antimisiles en Rumanía, además de la construcción de un emplazamiento en Polonia cuya finalización está prevista para 2020.
Lo cierto es que, según el Instituto Sueco SIPRI (Instituto Internacional de Estocolmo para la Investigación de la Paz), ni Rusia ni Estados Unidos están demostrando interés en mantener el tratado vivo. Los diferentes desacuerdos que se han producido no han podido ser reparados por la conocida como Comisión Especial de Verificación (SVC, por sus siglas en inglés), el mecanismo de resolución de conflictos establecido en el acuerdo.
En esta situación, con un individuo como Putin, que pone a prueba constantemente los límites que la comunidad internacional interpone a sus ansias expansionistas, lo último que necesitamos es a un fanfarrón como Trump, que actúa como si se encontrara en el salvaje Oeste, donde los conflictos se dirimen desenfundando más rápido que tu oponente. Sin embargo, en el caso del botón nuclear hay que tener en cuenta que tu oponente puede disparar y matarte desde el suelo y que, de paso, puede aniquilar a todo el condado. La distribución de armas estratégicas permite a las dos superpotencias una respuesta devastadora a un primer ataque nuclear, con la muerte de millones de inocentes.
No es, desde luego, sensato abandonar el INF sino todo lo contrario, trabajar para mantener el acuerdo. Ya hemos vivido lo que significaría un relanzamiento de desarrollos de armas nucleares. Una loca carrera para ver quien construye ingenios más mortíferos y precisos, con amenazas frecuentes producidas por accidentes o malentendidos que aumentan la seguridad. Esta carrera pone en peligro la vida en el planeta, produce un gasto enorme de recursos económicos y humanos, que agrava la crisis económica en la que vivimos. Además, supone el reforzamiento de la industria militar, que tiene intereses y dinámicas propias y que influye sobre las tensiones en el mundo. Y, por si esto fuera poco, conlleva un impacto ambiental inaceptable, pues todas estas actividades requieren de plantas de fabricación de radioisótopos y de otras tecnologías nucleares que contaminan el medio y generan residuos radiactivos, algunos de cientos de miles de años de vida. Hay que tener en cuenta que una de las justificaciones de la industria nuclear para mantener las centrales nucleares en funcionamiento en algunos países es justo el intercambio de tecnologías entre las actividades civiles y militares.
Hay, sin embargo, un elemento nuevo que diferencia esta nueva época de la que se vivió en el tercer cuarto del siglo XX: China. El gigante asiático ha desarrollado su propia tecnología y puede participar, como cualquier otro actor, en este peligroso juego. La carrera de armamento ya no sería a dos, sino a tres. Esto elevará aún más la temperatura de la zona entre China y Japón, cuyas tensiones han crecido últimamente.
El problema puede ser aún más grave. Hemos visto cómo Trump está dinamitando el acuerdo antinuclear con Irán, que suponía un soplo de distensión en la zona de Oriente Próximo. Y, no contento con eso, hemos podido saber por algunos medios estadounidenses que John Bolton, el actual asesor de seguridad nacional de Trump, tiene intención de bloquear la prórroga del tratado New Start (Strategic Arms Reduction Treaty, o Tratado de Reducción de Armas Estratégicas), firmado en 2010 también con Rusia y que expira en 2021. Este tratado, firmado por Obama, dividiría por dos el número de armas estratégicas disponibles en el mundo. En fin, en su intención de destruir el legado de Obama, Donald Trump puede destruir muchas más cosas.
Una vez más, debe ser la sociedad civil quien tome la palabra. Tenemos la obligación de resucitar los impulsos pacifistas para parar esta sinrazón.
Francisco Castejón es Doctor en Físicas y es especialista en temas de energía. Es Investigador Titular de OPI con el cargo de director de Unidad. Cuenta con más de 150 publicaciones en revistas internacionales. Como voluntariado, es miembro de la comisión de Energía de Ecologistas en Acción. Además es portavoz del Movimiento Ibérico Antinuclear y miembro de la ONG Acción en Red y de la Plataforma por un Nuevo Modelo Energético. Es autor de ¿Vuelven las Nucleares?, publicado por Talasa en 2004, Claves del Ecologismo social (2013), Alta Tensión (2015).