El libro “Crónica del subsuelo. El petróleo en Neuquén 1918-2013”, una investigación periodística de Gerardo Burton, será presentado el miércoles próximo en la Casa de Neuquén en Buenos Aires, como parte del programa para recordar los cien años del hallazgo de crudo en Neuquén.
Con motivo de conmemorarse el próximo miércoles 24 de octubre el centenario del descubrimiento de petróleo en Plaza Huincul, se presentará en la Casa de la Provincia del Neuquén en Buenos Aires el libro Crónica del subsuelo. El petróleo en Neuquén 1918-2013, escrito por Gerardo Burton y publicado por Ediciones con Doble Zeta en 2017.
En la presentación del trabajo, que tendrá lugar a las 15, participarán Daniel Badillo, presidente de la Asociación Amigos de Plaza Huincul, y representantes del Instituto Argentino del Petróleo y el Gas, IAPG.
Declarado de interés provincial por la Legislatura, el trabajo de Burton relata la parábola histórica de la producción petrolera en Neuquén, desde su hallazgo en Plaza Huincul en 1918 hasta la prórroga de las concesiones hidrocarburíferas firmada 90 años después. Es la crónica de una actividad que se adhirió en los pliegues de la identidad de la provincia, de sus habitantes, y modeló una forma de construir la sociedad y entender, en muchos casos, la existencia. El libro concluye con una serie de entrevistas, entre las que sobresalen las realizadas a ex trabajadores de la YPF estatal.
Burton es periodista, poeta y editor, y se radicó en Neuquén en 1986. Ha publicado varios libros de poesía y uno de artículos periodísticos sobre temas culturales. Fue redactor especializado en economía y energía en el diario Río Negro entre 1996 y 2005. Colabora con El extremo sur, de Comodoro Rivadavia, en temas de política y energía, con a través de una columna semanal.
El libro abarca desde las primeras exploraciones de los precarios equipos de la Dirección de Minas y Geología en los años posteriores a la campaña de exterminio a las poblaciones aborígenes de la Patagonia hasta el descubrimiento y explotación inicial de los recursos no convencionales al comenzar la segunda década del siglo XXI.
El Estado, que había sido hegemónico durante un prolongado período, fue borrado de la escena durante más de una década -entre 1990 y 2002-. Ése fue el final de una batalla que había comenzado en 1955 apenas derrocado el gobierno del primer peronismo. La resistencia fue tenaz, pero la derrota total llegó de la mano de otro gobierno peronista que completó la obra de la dictadura cívico militar y tuvo la anuencia de casi todos los actores: los trabajadores –a través del sindicato-, los gobernadores, los organismos estatales nacionales y provinciales, los políticos y los empresarios. El comercio, desde su segundo plano, también aplaudió hasta que todo estalló.
Plaza Huincul, en 1918, fue el tercer descubrimiento del petróleo en la Argentina con fines comerciales luego de los hallazgos en Comodoro Rivadavia y en el Noroeste argentino. El de 1907 en Chubut convirtió al país en la séptima nación del mundo donde se hallaba petróleo con fines de explotación. El dato no resultaba menor en épocas de posguerra, cuando había gran demanda de combustibles. Ese hecho despertó de inmediato el interés de las compañías privadas por el recurso.
El petróleo de la cuenca neuquina demoró su desarrollo pues los intereses británicos, que trabaron también su explotación en Salta, incidieron negativamente: no estaban dispuestos a que las compañías subsidiarias de la Standard Oil explotaran el recurso en esas provincias.
En la Patagonia –Neuquén, Río Negro y Chubut precisamente- la explotación del recurso se realizó, durante la mayor parte del siglo XX, mediante la economía de enclave, que significaba que las empresas u organismos nacionales funcionaban como feudos donde el gobernador territoriano designado por el presidente de la Nación no tenía tanta autoridad como el administrador, en este caso, de la petrolera. Como ejemplo, hasta la vida cotidiana en los campamentos de YPF tenía mejores condiciones que la desarrollada en las ciudades y poblaciones de las provincias donde se asentaba la compañía.
Desde entonces hasta la provincialización en los años cincuenta, la explotación del petróleo en Neuquén fue solamente oficio de YPF y de las empresas con que ésta acordaba. Inclusive, la única población abastecida con gas natural era Plaza Huincul.
El petróleo extraído se llevaba casi por completo a la provincia de Buenos Aires para su refinación, en tanto una pequeña porción se destilaba en Plaza Huincul para abastecer la red de estaciones de servicio patagónicas y cumplir con los compromisos que YPF tenía firmados con el Automóvil Club Argentino.
La década peronista significó un cambio importante que tuvo luego sus consecuencias en la vida política de la flamante provincia a partir de la década de 1960. El aumento del peso relativo de la “comarca petrolera” en la política provincial nació entonces, cuando el SUPE generalizó la afiliación de los trabajadores de la empresa estatal y los incorporó definitivamente a la vida social, económica y cultural propuesta por YPF. Esa articulación sirvió luego para sostener –y acaso alentar- el mantenimiento de la gran huelga a finales de la dictadura de la Revolución Libertadora y durante el gobierno de Arturo Frondizi.
También fue importante en la génesis del Movimiento Popular Neuquino a pocos años de la provincialización y luego de comicios generales a los que se convocó al pueblo de la provincia, con la proscripción del peronismo en todo el país. La provincialización no es un acto menor: en el mismo día de la asunción del primer gobernador, Ángel Edelman, comenzó la disputa por el recurso petrolero, cuya renta iba a utilizarse para la construcción de un Estado que no existía. La puja por la renta se incorporó rápidamente al ideario federalista con que el MPN comenzó a discutir sus intereses en Buenos Aires, en dos ámbitos específicos: el Senado y en los escritorios de los burócratas. De hecho, las políticas desarrolladas por los gobiernos del MPN –en democracia o en dictaduras- permitieron dirigir los recursos obtenidos por la explotación petrolera hacia la construcción de la infraestructura necesaria para poner en marcha el Estado.
Esta situación cristalizó en Neuquén una importante dependencia económica y social de la actividad petrolera, a tal punto que cada cambio en el escenario influía directamente sobre la vida cotidiana de sus habitantes. El ejemplo más claro de esta “petrodependencia” se verificó en la década de 1990 luego de la desregulación, privatización y venta de YPF con sus secuelas de despidos y retiros masivos y la incorporación brutal de una manera de ejercer la actividad con parámetros desconocidos hasta entonces en el país. Algo parecido ocurre en nuestros días, con la fiebre de los hidrocarburos no convencionales y su explotación en la formación Vaca Muerta.
Entre 1990 y 1993 las privatizaciones significaron ingresos de casi diez mil millones de dólares en efectivo para el Tesoro nacional. En lo social, se generó la crisis más profunda de la historia, con una desocupación que llegó, en el conglomerado Cutral Co-Plaza Huincul, a casi el 35 por ciento de la población activa.
En la reforma de la Constitución nacional en 1994, las provincias productoras lograron incluir la cláusula de propiedad del subsuelo, que se realizaría a partir de la reversión de las áreas ya concesionadas. El gobierno neuquino, pionero en la prórroga de los contratos, extendió en 2000 la vigencia de la concesión de Loma La Lata por diez años una década antes de su vencimiento, lo que permitió a Repsol pagar la deuda que había tomado para comprar YPF un par de años antes. Así, el gobernador Sobisch funcionó como un gestor de buenos oficios con los españoles y después tuvo que convencer al presidente de la Nación para que firmase el acuerdo de prórroga. Lo hizo a cambio de un canon de 300 millones de dólares que la provincia negoció para la extensión.
En 2006 se sancionó la denominada “ley corta” o ley 26197, que estableció la propiedad provincial de los yacimientos hidrocarburíferos existentes en sus respectivos territorios entre otras cláusulas. Sobre esa base, se elaboró una ingeniería jurídica que habilitó a las provincias para negociar con las compañías las prórrogas de los contratos de concesión.
Este nuevo esquema permitió ingresar a las áreas provinciales a varias empresas asociadas a las estatales neuquina –Gas y Petróleo Neuquén- o nacional –Enarsa- y a YPF y sentar las bases para el ejercicio provincial de la propiedad del recurso.
La crónica reflejada en este libro termina con esas renegociaciones y la ley 2615 que la habilitó en Neuquén. Como conclusión, figura el testimonio de protagonistas de la etapa de auge de YPF en la provincia y de su posterior desguace, en coincidencia con la entronización del neoliberalismo en la Argentina. Para ellos, como para muchos, la utopía estuvo, muchos años, en el pasado: en ese tiempo cuando YPF contenía y desarrollaba las existencias personales.
Síntesis del libro: Gerardo Burton