Como también es habitual en los encuentros asamblearios del movimiento que reclama una “Democracia Real Ya” los turnos de palabra se sucedieron durante horas sobre las gradas, megáfono en mano.

Mientras, a ras de suelo, se confeccionaban pancartas y una larga bandera donde los recién llegados eran invitados a escribir “las cosas que le hacían latir el corazón”. Entre ellos, se sucedían los músicos y malabaristas, que comenzaban a rodear un improvisado campamento para las personas que pasarían allí la noche.

La presencia policial impresionaba, con más de quince furgones y grupos de antidisturbios diseminados por los alrededores, de manera tal que las cientos de personas que se acercaron al campamento o a la asamblea popular no tuvieran dudas de que el espacio estaba sitiado.

Los policías del servicio de información van vestidos de paisano, pese a lo cual son fácilmente distinguibles y, de este modo, se convierten en inmediatos interlocutores del malestar general por la exagerada presencia represiva. Las respuestas cínicas de la parte de ellos no se hicieron esperar “Ustedes deberían valorar mucho más las libertades de las que gozan aquí en Francia. ¿En cuántos países creen ustedes que los dejarían manifestarse de este modo?”. Otro agregaba “Aquí los policías somos gentiles, os escuchamos y podemos mantener un diálogo”. Eran las 20 hs y esto era todavía cierto, pero en muy poco tiempo, esas gentilezas y esas libertades francesas se esfumarían.

**La ocupación**

Entre los asistentes a la “ocupación” se respiraba un ambiente festivo, no exento de inquietud por los antecedentes policiales y de cierto amargor por las manipulaciones de prensa. “Hay muchos medios dando vueltas, pero luego tergiversan todo” se contrariaba un indignado de la primera hora.

Otros conversaban sobre el por qué de su presencia en ese lugar “aunque el sistema se esté cayendo solo, creo que tenemos que crear algo que lo pueda reemplazar”. “¿Y ese algo es a nivel global o a nivel personal?” los interrogaba. “Es verdad que hay que romper los muros que separan a las personas y estos fenómenos (15M, Primavera Árabe, Ocupar Wall Street) permiten salir de la soledad, de sentirse solo en su rincón” exponía un veinteañero con la cara pintada y que desprendía una luminosa actitud. Le pregunté por las expectativas que le generaba este movimiento, qué esperaba conseguir. “Es una reflexión interesante para hacerse, porque hay respuestas locales y respuestas mundiales. Y personales. Pasamos mucho tiempo diciendo todo lo que está mal, pero muy poco en proponer soluciones”. Sentado a su lado y mirando a la policía otro indignado habló “Que la policía sea no-violenta sería un gran resultado. Porque eso mostraría que muchas violencias habrían desaparecido o se habrían apaciguado”. Todos sonreímos, imaginando esa policía pacífica y no autoritaria, educativa y no castigadora.

“La elección de La Defensa no es anodina, aquí está el corazón de las finanzas, de esas empresas transnacionales que se han apropiado de la democracia, poniendo a sus representantes en los partidos políticos que luego la gente vota. Nosotros queremos una democracia verdadera, digna, donde la gente se sienta representada y pueda hacerse escuchar” definía un indignado de una cincuentena de años. Las críticas se sucedían contra los Mercados, los Bancos, los Partidos políticos, los sindicatos, el trabajo, la constitución europea.

“En las instituciones europeas no existe ninguna manera de combatir los abusos de poder” remarcaba un profesor universitario indignado, para luego agregar “La democracia es la instalación del interés general por encima de los intereses personales o privados”.

**La desocupación**

Pasadas las 21 horas la policía recibió la orden de evacuar las tiendas de campaña, que estaban en el centro de un cordón humano de unas 600 personas. La policía embistió de forma brutal durante más de dos horas hasta conseguir retirar todas las tiendas, arrancándolas de entre las manos de los ocupantes a golpes y forcejeos. Entre los muchos heridos por el excesivo celo policial hubo dos hospitalizados, uno con gravísimas lesiones en la columna vertebral.

De hecho, en el momento que fue expelido por los antidisturbios fueron los mismos indignados quienes se ocuparon de socorrerlo, pero viendo la gravedad de la situación se reclamó la presencia de una ambulancia, que los policías quisieron evitar por todos los medios. Cuando el escándalo era ya evidente e innegable, los bomberos llegaron para trasladar al herido, que perdía y recuperaba la consciencia constantemente.

A la insistente violencia policial los manifestantes respondieron siempre de forma no-violenta y con cánticos diversos reclamando libertad, menos violencia, invitando a los policías a rebelarse o definiéndose como no-violentos e indignados. La policía también apabulló y agredió a algunos de los periodistas presentes.

Bien pasada la medianoche y en plena oscuridad, las luces cercanas fueron apagadas, la policía incursionó contra los 200 manifestantes que pasarían de todos modos la noche en La Defensa para retirarles los plásticos que utilizaban para cubrirse de la lluvia, así como confiscaron la comida que disponían y las mantas con las que cubrirse del frío.

**Continuación**

Pese al frío y la lluvia los indignados guardaron su lugar y tuvieron un sábado más tranquilo, sin sobresaltos con la policía. Aunque los uniformados controlaban a las personas que se dirigían a su encuentro y que pasarían el día con ellos. El domingo por la tarde se realiza una asamblea en el lugar para decidir si seguir acampando en esas condiciones precarias o no.

Durante las tres jornadas, los mismos acampados se ocuparon de la limpieza del lugar y se alimentaron de forma comunitaria, compartiendo las cosas que cada uno aportaba o que algunos equipos se ocupaban de conseguir o preparar. El espíritu se mantenía elevado y demostraba que la actitud de enfrentar a la policía reclamándole besos en vez de golpes permanecía.