Averiguando de donde viene, sabemos que es de origen pagano irlandés, celta para
más precisión; originalmente es la fiesta de Samhain que marcaba el fin del verano y
la llegada del frío y lo oscuro. Se creía que esa noche regresaban los muertos – nada
menos – al mundo de los vivos, así que había que hacer algo ante semejante evento,
entonces, los celtas se disfrazaban y colgaban nabos, las hortalizas, en forma de
calavera para ahuyentar a estos espíritus, que, sin duda, eran malignos…

En el siglo IX la Iglesia, ni lerda ni perezosa, designa ese día el 1 de Noviembre como
día de todos los santos para cristianizar el rito pagano (como con tantas otras fechas
ha hecho) así el termino inglés es All hallos eve (popularizado como Haloween) o
sea, víspera de todos los santos. En Irlanda sigue muy enraizada la celebración con
hogueras, una manzana colgada y demás. Pero es desde EEUU que se difunde a
gran escala, donde los niños se disfrazan (unos 41 millones) y van de casa en casa
pidiendo dulces, y lo hacen con aquello de *‘truco o trato’*, además el nabo se ha
reemplazado por la calabaza naranja… (sólo se disfrazan los niños). En fin, detalles
más o menos, que es por los inmigrantes del país del Norte al ir llevando la costumbre
a otros países, más la acción del *‘mercado’* su enorme divulgación. Que no parece
disminuir.
Algo que no sería mayor problema, pero ahora se disparan la alarmas de la
conservadora Iglesia católica por el avance de esta celebración importada respecto
a la tradición de Todos los Santos, en donde se visita a los propios fallecidos en los
cementerios – aunque disminuye la tradicional llevada de flores por el aumento de las
cremaciones, algo que tampoco le gusta a la Iglesia -.

Pero es en Italia, donde sin duda por la proximidad del Vaticano, donde se levantan
ampollas, aquí en diversas ciudades se promueven iniciativas católicas para explicar
bien el significado religioso de la fecha en cuestión y contraponerlo a las frivolidades
del Jalouin… La resistencia de los prelados a las calabazas, calaveras, brujas, heridos
y sangre va tomando cuerpo, pues desvirtúa la religiosidad original, ya que, afirman, el
sentido cristiano es muy distinto a esta extravagancia de moda.

Los más avezados ven que esto es parte de un fenómeno más amplio, como la
amplísima acogida que tiene la saga de Harry Potter; de modo que se complica para
los pilares católicos donde estas novedades llegan masivamente a niños y jóvenes en
su periodo de formación, donde esa fantasía unida a la vorágine comercial, hacen una
mezcla perniciosa. A propósito, no les ha parecido tan mal lo de Papá Noel, o Santa
Claus, legendario portador de regalos, y lo del árbol de Navidad, también de origen
celta, o anterior, y que sería como *‘una fiesta del árbol’*, también importados en tal
caso, muy bien explotados por los directivos de marketing. En fin, que nos lleva a otro
campo.

La Iglesia ve un claro ejemplo del relativismo moral en auge y que quiere combatir
en sus sociedades. Este año ha sido el prelado de Turín quien ha sido el principal
portavoz de esta postura, cuando al término de la misa del pasado domingo se dirigió
a sus fieles y les recordó celebrar la fiesta de los difuntos con *‘la fuerte tradición y
aspecto familiar del pueblo cristiano, tan contaminado desde hace años por esta
celebración extranjera …’* Y continua, *‘Deseamos que padres y educadores rechacen
la ilusión que esta fiesta importada de EEUU sea un carnaval alegre e inocuo que no
deja trazas y que comprendan el riesgo que comporta secundar una fuente inspiradora
del espiritismo y sentido de lo macabro’*.

Bien ahí lo dejamos, pero la confrontación de formas (e ideologías) está servida.
Pues en Roma, Venecia, Turín y otras ciudades hay actividades de grupos católicos
militantes para contrarrestar el tremendo efecto del Halloween famoso, pues
nadie había pensado que unos disfraces y la calabaza fuera algo tan pernicioso,
por el mensaje que envían: *“la noche es de los santos y no de Satanás”*. Faltaría
decir *‘¡Volvamos a la Edad Media!’*, y estamos hechos. Queda claro, otra vez,
que la mundialización es compleja y no responde a los designios de los poderes
establecidos, y mucho menos a su control, *‘con k’*, para mayor énfasis.