Por Patricio Hales Dib
En medio de la repetida esgrima coyuntural de los columnistas políticos de El Mercurio, destellan frases de un artículo de un joven Covarrubias que en reciente Sábado de Septiembre, previo al No de Octubre, clama, desde su adhesión a la derecha, porque no siga existiendo pinochetismo en la derecha. Aunque anhelo que eso sea la sinopsis de una película que ya viene, es evidente que por ahora se trata de aquella socio-ficción que nos ha fascinado leer en Bradbury.
El estilo de nuestra política me mandata que debería analizarlo citando a Carlitos y no a Ray, a Gramsci y no a Mafalda, a Lenin y no a Gurdjieff, porque en Chile cuesta mirar la política de manera integral. La tendencia es a la reflexión colectivista deshumanizadora que descompone y convoca a hacer política en un individualismo teorizante amparado en un fichero doctrinario tan distinto al valor del individuo que incluye lo personal y ojalá lo emocional, que es por donde siempre cautiva principalmente la política y por donde debe ir el sentido perdido que la salvaría de degradarse tanto .
Leo y asocio.
En corte de planos, propio del cine, me saltan las imágenes .
Dice Covarrubias, en parte de su crítica a su propio sector.
”No fueron suficientes los muertos, no fueron suficientes la ausencia de libertades mínimas, no fue suficiente la corrupción. La paradoja es que con más o menos cafeína, el pinochetismo sigue corriendo por las venas de un importante sector de la derecha….¿como pudieron terminar votando por el si (1988)?….” Agrega increpando a su correligionarios.
El remezón de las líneas del joven derechista del diario conmueve por su audacia, por su ilusión un poco ingenua ajena a los jefes del aparato y me catapulta a la escena en Paris 2014: Yves Censi, presidente del comité interparlamentario francés con Chile, diputado derechista, está sentado al lado de Isabel Allende en el almuerzo con que la recibimos en la embajada de Chile en Francia como Presidente del Senado chileno.
Ella, a pesar de su “cancha“ internacional, se desconcierta un poco cuando sabe que Censi, que ha sido destacado protocolarmente a su derecha, además de la posición de su silla, su militancia también está en la derecha .
Están en la misma mesa en la que el general de Gaulle se sentó con Eduardo Frei Montalva en los 60 y donde tantas veces almorzó Neruda el 71 y otros.
El diputado francés se ríe comprensivo con la Presidenta del Senado chileno y le fundamenta con fuerza su rechazo al pinochetismo y toda forma de dictadura, como razón de ser de una derecha republicana.
Los ciudadanos franceses entienden así. Ser derecha no implica ser pinochetista y para la mayoría lo contrario.
Es que la Europa desarrollada no es solo el PIB. Es una manera distinta de mirar al ser humano.
El presidente del Senado francés, Gerard Larcher me dijo una vez: “yo soy un hombre de derecha pero mi primera salida a la calle en política, a los 24 años, fue contra el golpe de estado en Chile.”
La derecha chilena por el contrario, parece creer que esa mirada europea constituye una contradicción a su identidad. Quizás por eso en vez de observarse para progresar, se solaza hurgueteando con lupa hasta encontrar ultraizquierdistas, evocan a los que siguen en la nostalgia UP y destacan las minorías izquierdistas negativistas de irresponsabilidad programática. Es decir, es una derecha que goza criticando sin autocriticarse.
La ausencia de evolución en la derecha chilena, no solo dificulta el diálogo sino que estanca el progreso cultural de la sociedad no solo por los valores que inculca sino porque estimula lo peor de sus contrarios.
La izquierda, en cambio, a pesar de todos nuestros errores, ha demostrado, gobernando, una renovación hasta exagerada y con una abundante biblioteca que promueve su evolución, a veces hasta la renegación.
Pocos, ni los que somos más allendistas, nos atrevemos a defender varios errores que cometimos junto al Presidente Allende y nadie se atreve a defender, ni doctrinariamente la dictadura del proletariado, el muro, la censura de prensa socialista, la desaparición de las elecciones libres, el paredón, la colectivización de la propiedad de los medios de producción, los crímenes de Stalin, las invasiones de Checoeslovaquia, Afganistán, las violaciones de los DDHH en el socialismo.
Y el marxismo, de gran valor teórico sociológico histórico, ya no es el manual conductual de nadie.
La renovación en Chile ha sido un atributo de izquierda.
Y así dio paso a nuevos partidos políticos de grupos que han ido intentando construir nuevos caminos, nuevas inspiraciones, nuevas doctrinas, nuevos comportamientos y nuevos partidos desde hace más de 30 años.
Probablemente en el futuro el columnista Covarrubias podrá ser recordado como autor de derecha en la sombra de esos con gestos audaces, impulsores, apenas percibidos, que pueden marcar un comienzo, más al hueso, de una literatura política que estimule ese débil debate que nuestro país requiere en la derecha.
Por el momento este nuevo espíritu lo levantan apenas, pero no menos valioso, algunos personajes de la derecha. Hay nombres que ya son referentes, hay sectores con liderazgos de una derecha que despierta del sueño.
Han iniciado nuevos movimientos, donde entre medio del oportunismo, la búsqueda de nuevos votos, las rencillas internas y el absurdo de algunos de creer que lo generacional transforma la sociedad.
Parece necesario, desde la izquierda, ayudar a regar este terreno sin inocencia, sin escuchar las sirenas de Homero, pero con apertura, estimulando ese debate. Aunque por ahora sea incipiente y no resuelva el lastre político de ese sector.
El propio Presidente Piñera de firme historial antidictadura intenta administrar las almas perversas que dan importante poder electoral a su coalición.
Ese lastre, ese sobrepeso, no solo le carga la mochila al caminar de la derecha sino que impregna la atmósfera social de un retardo peligroso en la discusión política.
La derecha chilena mayoritaria, primitiviza los contenidos del debate, clausura el pensamiento renovador y estimula solo reacciones negativas de sus adversarios.