Ahora bien, luego de las celebraciones bien merecidas, muchos entendemos que si el país ha cambiado y para bien en estos últimos ocho años, son muchas las cuestiones que se deberán abordar para acercarnos a ese ideal de sociedad igualitaria, participativa y libertaria en el que pretendemos se desarrolle el futuro más inmediato posible.
Muchas veces la alegría popular, tiende a soslayar cuestiones que deben ser tomadas con preocupación o cuando menos con inquietud en función de los resultados electorales producidos.
Nadie desconoce las indiscutibles condiciones que reúne como dirigente, como cuadro político, y como persona, la presidenta electa. Sin embargo, la construcción de poder del llamado kirchnerismo se ha valido de socios de ocasión (léase gobernadores e intendentes) que han encontrado en estos tiempos de bonanza política un traje a su medida, y con algunas reformas cosméticas, más el arribo de fondos nacionales, son parte de esta estructura de poder de la cual participan en muchos casos desde el apogeo del menemismo.
La presencia de Soria en Río Negro, Gioja en San Juán, el perseguidor de originarios Gildo Insfrán en Formosa, o el mismo Scioli en Provincia de Buenos Aires, demuestran que el proyecto nacional y popular no tiene bases fuertes en las provincias dominadas por el PJ y que la única garantía de continuidad la da la presencia de la Presidenta.
Seguramente, y con el apoyo obtenido un nuevo paradigma se trazará desde el 10 de diciembre. A partir de este nuevo período será necesario abordar definitivamente una reestructuración de los ingresos que termine de una vez con la pobreza estructural en la Argentina. No podemos seguir esperando traspasos de fondos a cuentagotas de los sectores medios a pobres, sino será indispensable avanzar en una reforma impositiva y en gravar la tierra, para que sean los sectores dominantes de la economía quienes aporten a una verdadera redistribución del ingreso.
La integración de las comunidades aborígenes que luchan contra el olvido y por mantener viva su cultura, deberá ser prioridad en la nueva agenda, reintegrándoles su territorio y otorgándoles los mismos derechos que a todos los ciudadanos; como así también terminar con la contaminación del suelo a través de la minería a cielo abierto; el cuidado del medio ambiente por encima de los intereses corporativos debería ser política de estado.
En el camino hacia una sociedad humanista estará la implementación de los mecanismos de democracia directa, el libre acceso a la información, el respeto a las minorías, la economía solidaria, la desmonopolización cultural, y la lucha contra todo tipo de silenciamiento, censura y discriminación.
Que la gente siga en las plazas, celebrando, acompañando, pero también exigiendo para ser cada día más libres y más igualitarios.