Para algunos regímenes la “subversión”, el “ataque a la seguridad del Estado”, incluso la “apostasía” son algunas de las razones para castigar con la muerte la crítica de un gobierno, la caricatura de un dirigente o el tratamiento de un tema delicado. En Irán y en Vietnam, aún una decena de personas, la mayoría blogueros y netciudadanos, esperan su ejecución o corren el riesgo de ser condenadas a la pena máxima. ¿Qué sucede con Vahid Asghari, de 25 años de edad, encarcelado desde el año 2008 en Teherán? La fecha exacta de su condena a muerte nunca se hizo pública.
Negación de la Justicia por una justicia que mata, la pena de muerte es a la vez una amenaza y una incitación a la autocensura. En China –país que ocupa el primer lugar en ejecuciones en el mundo– existen 55 motivos por los que una persona puede ser condenada a muerte, al menos tres ellos tienen que ver con “ofensas mayores”, que constituyen obstáculos directos a la libertad de expresión: “amenaza de la seguridad pública”, “instigación a la división del país” y “divulgación de secretos de Estado”. En Uganda, los periodistas Augustine Okello y Patrick Otim se encuentran encarcelados y aún esperan saber si los cargos de subversión y traición que se les imputan les costarán la vida. Lo mismo sucede con el periodista de radio sudanés Abdelrahman Adam, quien se encuentra detenido desde octubre de 2010, acusado de haber violado el secreto de Estado.
No obstante, el número de periodistas condenados a muerte ha disminuido. Incluso en Irán, país que ocupa el segundo lugar en ejecuciones en el mundo, las penas de muerte son conmutadas o anuladas. La pena capital no desalienta el crimen ni tampoco repara la falta. Aún menos puede quebrantar el derecho inalienable de informar, cuestionar y tomar la palabra.
Entre las excepciones en que se han convertido los casos de periodistas condenados a muerte, se encuentra uno, el más antiguo de ellos, que se ha vuelto un símbolo de la lucha por la abolición de la pena de muerte. No se trata de un iraní, un vietnamita ni un sudanés, sino de un ciudadano de los Estados Unidos de América. Mumia Abu-Jamal fue condenado por el asesinato de un policía al final de un proceso enturbiado por irregularidades y racismo; muy pronto se cumplirán treinta años de que el periodista espera en el corredor de la muerte. ¿Habría corrido la misma suerte si no hubiera sido “la voz de los sin voz”, que continúa escuchándose desde su celda [http://mumiabujamal.com/site/index.php](http://mumiabujamal.com/site/index.php)? ¿Sería hoy víctima de este encarnizamiento judicial del Ministerio Público de Pensilvania que aún bloquea el establecimiento de un nuevo proceso?
Treinta años. Un tiempo interminable de reclusión sujeto a una ejecución programada. No hace mucho tiempo que la guillotina dejó de funcionar en Francia. Coincidencia de fechas. El símbolo no es sino más fuerte para reclamar, tras la ejecución de Troy Davis, que Mumia Abu-Jamal escape del asesinato judicial.
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