Las concepciones y dichos del ministro son justamente lo contrario que necesita la educación chilena. El ministerio de Educación tiene la obligación de construir escuelas y repararlas cuando se deterioran. Las familias que envían a sus hijos a colegios públicos apenas les alcanza el dinero para vestirse y alimentarse y por tanto imponerles que realicen bingos resulta una crueldad.
El ministro de Educación, Gerardo Varela, nuevamente hace noticia, provocando críticas del mundo político, incluso de su propia coalición y, por cierto, de las redes sociales. En un discurso no improvisado -un texto escrito- Varela sostuvo que resultaba cansador recibir en el ministerio los reiterados reclamos sobre deterioros de infraestructura en los colegios. ¿Por qué desde Santiago tengo que ir a arreglar el techo de un gimnasio? ¿Por qué la gente no se hace cargo de sus problemas y quiere que el resto lo haga? ¿Por qué mejor no hacen un bingo?
El ministro no se hace cargo de lo que le compete. Y, hablaba en el décimo aniversario de Enseña Chile, una organización sin fines de lucro, que provee de profesores a escuelas de los niveles socioeconómicos más bajos, profesionales sin el título de profesor los que desempeñan como maestros durante dos años a tiempo completo, en los establecimientos educacionales más vulnerables del país. La propia naturaleza de Enseña Chile dificultaba a sus miembros entender hacia donde apuntaba ministro con su discurso.
Es difícil indagar en la mente de Varela. No sabemos a qué obedece su comportamiento. Puede ser su fundamentalismo neoliberal, el odio a las escuelas públicas, o simplemente una torpeza de nacimiento, que sale la luz de tanto en tanto. Sus artículos en El Mercurio lo muestran como un defensor furibundo del lucro en la educación, del copago y de la selección. Ha sostenido sin vacilaciones que la educación es un bien económico.
Por otra parte, uno no puede olvidar que el presidente Piñera pensaba (¿o piensa?) lo mismo. “La educación es un bien de consumo”, afirmación que, durante las protestas del 2011, provocó indignación en el movimiento estudiantil. Ello probablemente explica la selección del abogado y empresario Varela como ministro. Quizás hayan ayudado también sus declaraciones en favor del mundo empresarial “Si yo legislara no pondría penas de cárcel para la gente que gana plata”, colocándose así del lado de los que hacen trampas en los mercados.
Ahora no hay que quejarse. La culpa no es del chancho. Sin embargo, los dichos de Varela generan nerviosismo en el día de hoy en la Moneda, especialmente en la gente más lúcida. Por cierto, también molestan a los que se autodenominan “derecha social”, como el senador Ossandón e incluso el alcalde Lavín, quien levanta su candidatura presidencial impulsando la construcción de edificios en las Condes para familias de clase media.
El ministro de Educación es un fundamentalista neoliberal, enemigo de los colegios públicos y de los impuestos. Ha dicho: “el derecho de propiedad siempre debe prevalecer por sobre la obligación de pagar impuestos”. Pero, también muestra escasa delicadeza y mucha soberbia. Desde luego, ya lo conocimos en el episodio de los condones. En esa ocasión, junto con rechazar los dispensadores en los colegios, en un manifiesto desprecio por la salud de los estudiantes, mostraba su cara de macho sexista cuando señalaba que sus hijos “Son unos campeones, que necesitan más de tres condones, y que el mismo se los compra”.
A Varela no le interesa la educación pública, sino el dinero, los que ganan plata, como dice él. Y todo vale para conseguirlo. Y lo dice sin vergüenza.
El ministro se olvida que los chilenos ganan poca plata. El 70% gana menos de 500 mil pesos al mes y el 50% menos de 380 mil pesos. Por ello es tan importante la educación pública, porque la mayoría de nuestros compatriotas no pueden pagar un colegio privado ni tampoco una universidad. Por ello, es necesario apoyar y mejorar la educación pública; y por ello es necesario que la universidad sea gratuita.
El ministro debiera saber que mejorara la educación de todos nuestros hijos es fundamental para el progreso de Chile; para que su economía crezca, para elevar la productividad, para que avance la ciencia y se creen nuevas tecnologías. También una buena educación promoverá la diversidad, un mayor respeto por la mujer, reducirá la delincuencia, y favorecerá una mejor vida todos los chilenos. Todos Sr. Varela, y no solo los ricos e hijos de empresarios, merecen una educación de calidad.
Las concepciones y dichos del ministro son justamente lo contrario que necesita la educación chilena. El ministerio de Educación tiene la obligación de construir escuelas y repararlas cuando se deterioran. Las familias que envían a sus hijos a colegios públicos apenas les alcanza el dinero para vestirse y alimentarse y por tanto imponerles que realicen bingos resulta una crueldad.
Necesitamos otro ministro de Educación. Uno que asuma la responsabilidad que le corresponde. Que construya escuelas decentes y de calidad para nuestros hijos. Que respete a los niños y a sus padres. Que ame la educación pública. Varela no puede ni quiere hacerlo.