La «Ruta de los Balcanes» se abrió en 2015, cuando miles de refugiados viajaron por los estados de los Balcanes Occidentales desde Grecia para llegar a la UE. En una huida sin precedentes cruzaron Macedonia, Serbia, Hungría y Croacia, hasta que se cerraron las fronteras en la primavera de 2016 cuando se firmó el acuerdo entre la UE y Turquía. La antigua Ruta de los Balcanes se selló de manera efectiva, y la cantidad de personas que viajaba disminuyó significativamente. Sin embargo, hasta el día de hoy, algunas personas refugiadas y migrantes todavía logran cruzar a Europa, recurriendo a rutas cada vez más peligrosas y ocultas para evitar encontrarse con las policías fronterizas croata y húngara. Uno de esos sitios que ahora conduce a Europa es a través de Bosnia. En 2017, el gobierno bosnio registró 755 personas; este año 2018, solo entre enero y Marzo, llegaron 800 personas.
La Organizacion Internacional para las Migraciones (OIM) asegura que alrededor de 2500 personas refugiadas permanecen en suelo bosnio. Las instituciones no están preparadas para responder y las personas voluntarias ya rebasaron su capacidad de asistencia, como ocurrió en Sarajevo. Bosnia hace frente a un creciente flujo de llegadas, en su mayoría hombres jóvenes que intentan cruzar a la Unión Europea a través de la vecina Croacia. Esperan burlar los controles que la Policía croata mantiene para custodiar su frontera con Serbia. Bosnia es el país más pobre de las ex republicas yugoslavas y no está preparado para responder a este desafío. La ayuda internacional, que las grandes organizaciones deberían gestionar, no ha llegado y éstas permanecen a la espera de que el Gobierno de Bosnia se implique y gestione la situación de manera organizada. Solo cabe desear que no sea demasiado tarde.
En los últimos meses, el número de refugiados y solicitantes de asilo que han llegado a Bosnia procedentes de Serbia ha aumentado considerablemente.. Los cierres fronterizos, tanto políticos como físicos, en otros estados del este de Europa han empujado a miles de personas a viajar a través de Bosnia en su intento de llegar a la Unión Europea. Estar varadas durante meses en ciudades, que no les permitieran subir a un tren para viajar dentro del continente, ser enviadas a improvisados centros de refugiados y ser víctimas de ataques racistas o xenófobos, fue un trato común para las personas que habían llegado desde Turquía para encontrarse con un bloqueo cruel al llegar al este de Europa, que sin duda era el mejor camino para llegar a Alemania o Inglaterra antes de la firma del famoso acuerdo con el gobierno turco de Marzo de 2016. Destinos soñados por la mayoría de ellas.
Quizá la desesperación ante la falta de respuesta de las autoridades serbias que, a día de hoy, bloquea a miles de personas en los campos que el gobierno mantiene abiertos en todo el país, donde las condiciones de vida no son las adecuadas para las familias allí acogidas, sobre todo para los niños y las niñas de corta edad que tienen que convivir con adultos en espacios muy deficitarios y a veces sin las mínimas condiciones higiénicas.
La fuerte presión impuesta por el gobierno húngaro en sus límites fronterizos con medidas agresivas que van en contra de la dignidad de las personas (vallas electrificadas, concertinas, policía y ejército fuertemente armados acompañados con perros de presa) que el primer ministro, el ultranacionalista y xenófobo Viktor Orban, considera como “necesarias” para “evitar la invasión de musulmanes en Hungría”. La grave situación humanitaria que están padeciendo miles de personas refugiadas en los bosques serbios, donde hasta hace escasos meses intentaban cruzar sin exito por las tecnificadas y peligrosas vallas de la frontera serbo-húngara en el norte, ha hecho que lo intenten por Bosnia. Más al oeste en el lado croata, las violentas actuaciones de la Policía en los rechazos y devoluciones en caliente (push-back) en los bordes que limita Croacia con la localidad serbia de Šid, también han servido de detonante para el cambio de ruta en los Balcanes.
Unas devoluciones en caliente que en alguna ocasión han producido muertes, como el caso de la niña afgana de seis años Madina Hussiny, que fue arrollada por un tren en medio de la noche tras ser obligada junto con su familia en plena noche y con temperaturas bajo cero a volver a Serbia. Una muerte que se podría haber evitado si los agentes croatas hubieran oído las súplicas de la madre de Madina y les hubieran permitido pasar la noche en el parque donde los encontraron. Eran seis niños y sus padres y les obligaron a volver, según denunció Are You Syrious, organización croata defensora de los Derechos Humanos y que recogieron Médicos Sin Fronteras y la española No Name Kitchen, organizaciones que trabajan sobre el terreno asistiendo a las personas que huyen y que se encuentran vulnerables en ese punto de los Balcanes.
Llegada a Bosnia
Tras el duro invierno comenzaron a llegar a Sarajevo las primeras personas procedentes de Serbia, Bulgaria y Macedonia. “Nos acogieron bastante bien en Sarajevo proporcionandonos alojamiento y haciéndonos sentir personas después de haber sobrevivido en los bosques de Serbia gracias a la ayuda de los voluntarios de algunas organizaciones” comenta Stevan, un refugiado de Pakistán que logró llegar junto a siete compañeros desde el norte de Serbia. La población bosnia empezó a colaborar en las tareas de entrega de ropa y alimentos a los recién llegados, sabiendo que éstos son una población transitoria: la mayoría pretende seguir su viaje hacia una Europa más segura y no quiere establecerse en el país.
Velika Kladuša
La mejora de las condiciones climatológicas y el boca a boca (alertando del buen trato dispensado) han propiciado la llegadas masivas que han colapsado los sistemas de atención social en la capital Bosnia, obligando a muchas de estas personas a desviarse hacia localidades cercanas a la frontera con Croacia, como, Velika Kladuša,una ciudad bosnia de 7.000 habitantes que se ha volcado en ayudar a las personas migrantes y refugiadas que han llegado hasta allí. Son civiles que no disponen de muchos recursos, pero muy activas y con ganas de ayudar en lo que puedan. Los habitantes del pueblo han acogido con satisfacción la llegada de algunas organizaciones de ayuda humanitaria foráneas desplazadas desde otros lugares para trabajar junto a ellas. Hay personas voluntarias trabajando allí de distintas nacionalidades, nos comenta Bilal, un pakistaní que se siente agradecido por el trato recibido.
La ong española No Name Kitchen, con media docena de personas voluntarias, se desplazó hasta la zona en Abril. Ofrecen duchas, ropa, comida y apoyo moral en el campamento improvisado que las autoridades bosnias ha habilitado a las afueras de la ciudad, donde se concentran unas 300 personas que duermen a la intemperie en defectuosas tiendas de campàña, entre ellas niñas y niños. Menores que según relatan sus padres se han enfrentado a expulsiones ilegales al intentar cruzar la frontera de Croacia. “La policía rompió mi teléfono y nos quitó los zapatos a mi y mis hijos. Antes de echarnos de nuevo a Bosnia tomaron mis huellas y amenazaron con separarme de ellos si volvían a encontrarnos en Croacia” cuenta Zharah, una refugiada iraní que dejó su país por ser cristiana ante las amenazas de los fundamentalistas musulmanes “cualquier actividad cristiana en Irán es ilegal y los cristianos de origen musulmán son perseguidos severamente” comenta la mujer con resignación. La mayoría de personas que han llegado hasta aquí son musulmanas. Sirias, afganas,iraníes, pakistaníes, argelinas, kurdas e iraquíes conviven en paz dentro del campamento y se ayudan las unas a los otras porque todas están en las mismas condiciones.
En el momento de escribir este artículo, tras una noche de lluvias intensas, el campamento ha quedado anegado y las personas han tenido que abandonar las tiendas de campaña donde vivían. Una vez más las inclemencias meteorológicas no han hecho más que agravar la situación en el asentamiento de Velika Kladuša.
Bihac, otro asentamiento al sur
Bihac, más al sur, es otra ciudad donde en el el último mes se han concentrado personas refugiadas en mayor número que en Velika Kladuša. Allí están esparcidas por los alrededores y solo la Cruz Roja Bosnia les atiende hasta el momento. La información que llega desde Bihac no retrata un panorama tan bueno como en la vecina ciudad del norte. Según afirman algunas personas voluntarias que se han desplazado hasta la ciudad cifran en más de 600 las personas llegadas en el último mes. “La Cruz Roja Bosnia está desbordada y lo peor es que no dejan ayudar a nadie”, cuenta una voluntaria bosnia incrédula ante la poca capacidad de respuesta de organizaciones como el ACNUR o la propia Cruz Roja. “Muchos vienen devueltos de Croacia mal heridos y no tienen quien los atienda. Hay muchas familias que no han comido en dos días. La situación es grave. No se que va pasar con tanta gente aquí, pero si esto continua así tendremos que lamentar alguna desgracia porque no hay garantizada la atención para algunos casos que necesitan cuidados médicos” nos dice esta joven bosnia notablemente afectada por lo que está viviendo en Bihac.
Menores desamparados
La naturaleza transitoria de la población refugiada en Bosnia crea desafíos en sí misma, que se ven agravados por la deficiente infraestructura del país y la falta de recursos. El impacto de esto es multifacético, pero tiene un particular efecto entre en las personas más vulnerables y que requieren de apoyo especializado. La identificación y acogida de menores no acompañados que viajan solos, es un quebradero de cabeza para las autoridades bosnias. Los menores no acompañados deben, por ley, contar con tutores legales que puedan tomar decisiones de cara a la inserción en la comunidad, defendiendo los derechos que asisten a los menores de manera urgente; sin embargo, la identificación, la acogida y la comunicación (debido a la falta de intérpretes disponibles) hace que sea una difícil tarea para intentar ofrecer las mejores condiciones de vida a estos menores que han pasado la traumática situación de verse separados de sus familias en algunos casos y huérfanos y desamparados en otros.
Las puertas cerradas
En los próximos meses y si nadie lo remedia, asistiremos a otro episodio cuyas protagonistas, las personas refugiadas, seguirán siendo moneda de cambio entre los gobiernos, que más allá de intentar revertir una injusta y dramática situación. Seguirán condenando al ostracismo a miles de seres humanos al decidir cerrar las puertas de una Union Europea cada día más herida por su propia hipocresia y que camina inequívocamente hacia el desastre . Bosnia es otro ejemplo. Se hace realidad el dicho “el pueblo ayuda al pueblo”. Mientras, la herida de Europa se hace más grande.