Mientras la matanza perpetrada por los militares egipcios se prolonga en el tiempo, el Pentágono ya ha movilizado barcos de guerra en preparación de un posible ataque con misiles contra el gobierno de Al Assad. La operación sería limitada, ya que Obama teme entrar en otro conflicto en la región.
Las crónicas de las matanzas que se llevan a cabo en Egipto y Siria son algo más que la descripción cruda del comienzo de una guerra civil y el desarrollo de otra, en la que se anudan las motivaciones políticas con las religiosas: son la evidencia de la tormenta de odio y violencia que la geopolítica retroalimenta en ambos países. La ley del talión, adobada por el doble standard que aplican EE.UU. y Europa ante esos conflictos: en Egipto bastaría que EE.UU. anuncie la suspensión de la ayuda militar de 1300 millones de dólares anuales para que los carniceros en el poder caigan por su propio peso, pero Obama prefiere lanzar un ataque limitado con misiles contra el régimen sirio de Bachar al Assad siguiendo el fallido modelo de la guerra de los Balcanes. En lo único que se parece Siria a los Balcanes es en la exaltación de la violencia sectaria y la represión, la caída en el terror como recurso primario, la indifrencia ante la vida humana. Antes de que se ponga en escena la quimera de la intervención extranjera –siempre justificada por razones humanitarias–, la sociedad se polariza y escinde a favor o en contra de las partes. El odio brota por todas partes. Los discursos se incendian antes de que las balas de los francotiradores caigan contra la multitud, mientras la ciudadanía convalida la deshumanización de los procedimientos, la utilización de la fuerza como argumento exclusivo. El resultado es que se producen nuevos horrores a diario, escenas espeluznantes que los egipcios o los sirios nunca podrían haber imaginado. No se necesita ser un experto para ver cómo se instala la lógica del conflicto amigo/enemigo donde las víctimas, los otros, no son reconocidos como aeres humanos. En uno y otro país, la principal responsabilidad le toca al Estado, que decidió arrasar a sangre y fuego la protesta.
En Siria, las imágenes de video muestran los cadáveres apilados de 1300 personas que han sido asesinadas en un supuesto ataque con armas químicas perpetrado por fuerzas gubernamentales contra las ciudades de Zamalka y Ein Tarma, mientras los inspectores de la ONU están de visita cerca de Damasco para una investigación sobre las denuncias del uso de armas químicas por parte tanto de los rebeldes como del ejército sirio.
La oposición se ha valido de las imágenes para insistir en que no hay “solución política” a la crisis en Siria, una llamada no tan sutil a la intervención militar de la OTAN.
Sin embargo, varios expertos han puesto en duda el relato detrás de las grabaciones, teniendo en cuenta que todo su surgimiento es demasiado conveniente justo cuando los inspectores de la ONU están en el país.
“En primer lugar, el momento es singular, bordeando lo sospechoso”, escribe el corresponsal de la BBC, Frank Gardner, citado por el portal Infowars. “¿Por qué el gobierno de Assad, que ha ido recientemente ganando terreno a los rebeldes, llevaría a cabo un ataque con armas químicas, mientras que los inspectores de armas de la ONU se encuentran en el país?”
Sus sospechas son compartidas por el diplomático sueco y ex inspector de armas de la ONU, Rolf Ekeus, quien dijo a Reuters: “Sería muy peculiar que el gobierno hubiera hecho esto en el momento exacto en que los inspectores internacionales entran en el país… Por lo menos, no sería muy inteligente”.
El experto sueco en armas químicas, Ake Sellstrom, que dirige la inspección actual de la ONU en Siria, dijo a la televisión sueca SVT que el elevado número de muertos y heridos parecía “sospechoso”.
Charles Lister, analista de terrorismo del Centro de Terrorismo e Insurgencia IHS Jane, dijo al Jerusalem Post que el momento del ataque es confuso. “Lógicamente, no tendría mucho sentido que el gobierno sirio empleara agentes químicos durante ese tiempo, sobre todo teniendo en cuenta la relativa proximidad de las ciudades seleccionadas por el equipo de la ONU”, dijo.
La evidencia sugiere que los ataques con armas químicas en Siria anteriores se llevaron a cabo por los rebeldes del ELS y luego culparon a Assad, en un intento de cumplir la “línea roja” de Barack Obama para la intervención militar de EE.UU.
El Ejército Libre de Siria (ELS) ha perdido ya el control de sus unidades, cada vez más dependientes de los grupos yihadistas vinculados a Al Qaeda. Todos los datos que, por distintas vías, salen de Siria al exterior, indican que el Estado Islámico de Irak y Siria, el Frente al Nusra y otras organizaciones similares soportan el peso de la guerra contra el régimen baasista. En muchos frentes, son quienes toman las iniciativas y el mando de las operaciones, jugando las unidades “oficiales” del ELS un papel secundario.
En Egipto, los Hermanos Musulmanes se creyeron intocables al creer que la cúpula militar no se atrevería a romper la solución vigilada por Estados Unidos, el gran patrocinador del orden. La oposición al gobierno de Mohamed Morsi golpeó las puertas de los cuarteles, supuso que el ejército derrocaría al presidente electo para instaurar un poder consecuente con las demandas de la primavera árabe. Y, en efecto, el ejército dio el golpe, aunque el gobierno estadounidense prefiera calificarlo con eufemismos para no alterar el papel de sus aliados egipcios en Medio Oriente.
La escritora egipcia Ahdaf Soueif retrata lo ocurrido en el reino de las pirámides. “Una de las cosas más deprimentes que vimos fue cómo una rama progresista o liberal de lo que fue la revolución retrocedió por completo, apoyó e incitó a los militares y a la policía y demonizó implacablemente a los Hermanos Musulmanes y a las corrientes islamistas”.
Walter Goobar