La tragedia que es Egipto en agosto 2013 nos encuentra a los humanistas mirando desde lejos, parados a distancia, con ganas de hacer llegar nuestro mensaje respecto de la no violencia y la no discriminación, en una sociedad cada vez más polarizada y sin que a nivel local se alcance a ver cómo se va a superar esta situación de destrucción diaria.
Es evidente la necesidad de negociaciones y diálogo, entre el gobierno controlado por los militares, los parlamentarios destituidos que están con el presidente Mohamed Morsi y la Hermandad Musulmana, la coalición recién formada de grupos de activistas que son – junto con la Hermandad – parte de la protesta violenta ante el gobierno militar recientemente instaurado, y el pueblo en general, que en gran parte son está afiliado, que sólo quiere llevar adelante su vida diaria de modo pacífico.
Las Naciones Unidas, por muy defectuosas que sean, siguen siendo la única institución que puede atender adecuadamente a todas las partes de este conflicto civil. No los EE.UU., no la UE, no el bloque árabe des-unido, ni la Unión Africana.
La ONU puede pedir un compromiso por parte de la Hermandad Musulmana para comenzar a hablar con el gobierno encabezado por los militares anti-revolucionarios que tan recientemente se han impuesto sobre el pueblo de Egipto. Las naciones del mundo pueden poner fin a su apoyo material y financiero, especialmente aquel relacionado con las armas, sin nutrir tampoco a la contra que tiene el gobierno encabezado por militares.
Todo el mundo tiene que calmarse.
Es necesario dejar de utilizar personal de seguridad no uniformado en las calles porque la gente se confunde y comienza la creación de bandas de vigilantes, sin pensar en la necesidad de neutralidad por parte de todos los agentes de la ley.
Los medios de comunicación – en gran parte controlados por el gobierno – pueden transmitir un mensaje de «no a la violencia, sí a la vida». Sobre esa base el gobierno puede decretar el inicio de una era en la que no cunda el daño (obviamente no matar o disparar, etc) y en una acción transparente, velar para que su fuerza policial asuma sus funciones legales y mantenga el orden, dentro de las leyes normales y sin imposiciones marciales de toque de queda, etc…
Inmediatamente se debe enviar a los militares de regreso a los cuarteles. Los soldados no tienen la capacitación de minimizar las lesiones en condiciones de guerra civil y de disturbios, ni menos el manejo de las protestas callejeras. Ese es deber de la policía que ha sido entrenada para ello.
La Hermandad Musulmana debe formar parte del proceso político, como lo debe ser cualquier grupo que propone una salida política hacia delante, por mucho que se la considere una minoría. La violencia debe ser absolutamente prohibida por el liderazgo de cualquier grupo, evitando que los individuos recurran a ella, creando conciencia de que no es solución y es inhumana.
El camino a seguir es permitir que lo mejor de cada una de las diferentes facciones se exprese y se comience a trabajar aunando esfuerzos para un futuro en el que la libertad de expresión y de elección son de suma importancia.