Desaparición forzada: caso Daniel Solano
Fiske Menuko, Puel Mapu. Una gota de sudor cae sobre el costado izquierdo del rostro de un testigo. El testigo habla, pero no recuerda nada. ¡Es un testigo sin memoria que transpira! Su piel brilla. En su frente se pueden ver pequeñas gotas de sudor. La luz blanca de la sala cae sobre las líneas húmedas y oscuras que se forman, expresando un gesto de incomprensión, sobre la frente de este testigo (sin memoria). Los abogados y la fiscalía insisten en preguntar. Pero es en vano, el testigo insiste en no recordar nada. Tanto este testigo (un policía), como un ex policía (Mario Pehuenche), así como también el hijo menor de Carlos “tonelada” García (dueño del boliche bailable Macuba Megadisco) pronunciaron, en conjunto, 34 veces la(s) frase(s) “no recuerdo/no lo sé”. Frase(s) que pronunciada aisladamente y de forma económica puede beneficiar a los posibles imputados. Por el contrario, su uso indiscriminado y discrecional sólo los compromete más dentro de la causa. Y si bie, es verdad que el tiempo que pasó entre el hecho y la actualidad es real y contundente, el punto de inflexión se establece en la claridad que muestran éstos mismos testigos para recordar con nitidez, por un lado, hechos que favorecen a los imputados, mientras que, por otro lado, caracterizan sistemáticamente de forma negativa a la víctima y todo aquello que pueda apoyar y sustentar el móvil de los abogados querellantes (representantes de la familia Solano). En definitiva las gotas de sudor que se acumulan en la frente de un policía mientras declara no representan sólo un signo icónico de la mentira en la que éste está incurriendo, sino que también representa un signo visual icónico que expresa la precariedad discursiva, que por momentos, asumen las declaraciones (de los testigos ofrecidos por la defensa) dentro del juicio.
Introducción
En la vigésimosegunda audiencia (día 22) del juicio por la desaparición y el homicidio de Daniel Solano declararon once testigos, entre ellos uno de los hijos de Carlos “tonelada” García y Mario Pehuenche, un ex policía citado en repetidas ocasiones dentro de la causa. También declararon 3 policías, un taxista y dos hombres que estuvieron en Macuba la madrugada del 5 de noviembre de 2011. La lista se completó con un compañero de Daniel, una mujer y el sobrino de ésta última. Tanto tía como sobrino se encargaron, dentro de la sala, de desmentirse mutuamente. En este contexto fue aceptado un careo (declaración simultánea, frente a frente, de los dos testigos) realizado a ambas personas previo a esta audiencia.
Antes de introducirnos en las declaraciones, es necesario aclarar que la extensión en el número de testigos se debe a que se realizó un pedido puntual para que el juicio termine los primeros días de julio, es decir, antes del inicio de la feria judicial. Por lo tanto lo que se ha hecho es unificar dos días de testimonios en una sola jornada, dinámica que se mantendrá hasta finalizar todas las declaraciones.
Kiñe. Primer capítulo
El joven que apareció en la agencia de taxis llorando
El primer testigo (un taxista de Choele Choel) reconoció haber visto a un joven que llegó a la base de taxis donde él trabajaba, pero negó haber escuchado lo que el joven dijo. “Sólo vi que la operadora lo abrazaba, pero no escuché lo que decía. Luego se fueron juntos hasta la comisaría”. Contradictoriamente la operadora que cita este taxista ya declaró en el juicio y fue contundente al afirmar que el mismo joven llegó llorando y gritando de tal modo, que difícilmente alguien de los presentes no hubiera escuchado. “Estaba llorando y repitió varias que lo habían violado”, aseguró la operadora.
Por otro lado, tanto la segunda testigo (la tía) como el tercer testigo (el sobrino) se encargaron de dar un versión diferente de un mismo hecho. La primera aseguró que su sobrino le dijo que un policía (Vázquez) le había contado que a Daniel Solano lo habían matado la policía. “Le pegaron entre 4 policías, uno de ellos le pegó en la cabeza”. Luego el sobrino se encargó de desmentir la versión de su tía. “Yo hablé con esta señora, pero le conté las mismas cosas que decían en la radio. Nada más. Yo al oficial Vázquez lo conozco de jugar al fútbol juntos, lo cruzo en la cancha, pero nunca hable con él sobre el caso. Esa versión la inventó ella”.
¿Por qué la versión de la operadora de la agencia de taxi y la del taxista son tan disímiles? ¿Quién era el chico que llegó pidiendo ayuda a la agencia de taxis? ¿Qué policías identificó este chico, cómo los oficiales que sacaron a Daniel Solano de Macuba? ¿Por qué el sobrino rectifica los dichos de su tía? ¿A qué le tienen miedo? ¿Se trata simplemente de evitar “contratiempos judiciales” o existe una razón más profunda? ¿Qué valor tendrán esta clase de testimonios dentro de los alegatos finales y las sentencias?
Epu. Segundo capítulo
Las gotas de sudor que se acumulan en la frente de un policía mientras declara
El cuarto testigo (un policía) aseguró que hizo un adicional en el boliche Macuba Megadisco el sábado 5 de noviembre de 2011. “Hice adicional con Quidel. Le pregunté a la chica de la entrada y me dijo que había estado tranquilo. Con Quidel no hable. Lo salude y él se metió enseguida adentro (del boliche). Fue una noche tranquila. Habían pocas personas; habían unas cien u ochenta personas. Fue tranquila la noche”. Esta última frase, resultó, al ser pronunciada de forma sorpresiva, sospechosa, dado que el testigo la pronunció, casi por inercia, como si la estuviera leyendo. En definitiva fue evidente y notorio que dio una información sin que nadie se las haya requerido.
Las gotas de sudor de este testigo se acumularon sobre las líneas negras que se formaron en su frente. Dos grandes gotas caían, lentamente, del lado izquierdo de su rostro. En la sala no hacía calor. El testigo estaba en remera, mientras que todas las personas presentes en la sala estaban abrigadas (incluido quien escribe). Su rostro se cubrió de sudor de una pregunta a otra, casi vertiginosamente. No podría decir con exactitud en qué momento su rostro comenzó a cubrirse de humedad. Lo único que pude registrar con claridad es que el testigo estaba mirando a la querella cuando su rostro empezó a desdibujarse.
Volviendo al momento en que este policía se cruzó en Macuba con Quidel, en su primera declaración, este testigo dijo que luego de saludar a Quidel se cruzó con “tonelada” García y que al preguntarle cómo había estado la noche anterior, éste último le respondió “sólo se sacó a un chico que molestaba a las chicas. Se sacaba la remera y empujaba. La policía lo sacó luego de que el animador y el DJ le llamarán la atención en reiteradas ocasiones.”
Finalmente este testigo no dijo mucho, casi nada, porque aseguró no recordar mucho más. No recordaba qué otros policías estuvieron esa noche haciendo adicional en Macuba. No recordaba qué personas eran las que atendían (en esa época) la barra del boliche. Tampoco pudo decir si reconoció (o no) chicas dominicanas en Macuba.
Una actitud similar mostraron los dos policías restantes que también dieron su testimonio durante esta jornada (día 22). El primer testigo en declarar afirmó haber visto a Sandro Berthe haciendo trabajos de mantenimiento dentro de la comisaría octava. Mientras que el segundo policía (noveno testigo) señaló que fue compañero de Juan Barrera en la escuela de la policía. “Participábamos de las instrucciones de los oficiales (…) “Lo recuerdo porque fue la primera promoción de policías de Choele Choel”. Antes de terminar con su declaración el abogado querellante le mostró a este último testigo un video en donde se ve a grupo de cadetes corriendo en medio de la noche, mientras cantan canciones militares. Las imágenes del vídeo, claramente contradijeron las palabras vertidas por este testigo que aseguró: “solíamos hacer el entrenamiento de día. No era habitual trotar de noche”. Y si bien este policía se mostró sorprendido por el vídeo, no pudo desmentirlo.
Küla. Tercer capítulo
La investigación paralela
Uno de los testimonios más importantes y relevantes de la causa fue el de Mario Pehuenche (décimo testigo), un ex policía de Río Negro. Pero como ya advertí al inicio de esta crónica, este testigo negó y aseguró no recordar varios hechos relacionados en la causa. Incluso este policía sostuvo dentro de su declaración, la teoría de la defensa que sugiere que el abogado querellante Sergio Heredia le pagó a distintos testigos para incriminar y señalar a los policías imputados.
“Me juró por su hija que no había visto nada. Se lo comenté a un compañero; se lo comenté a Mario Berthe. Justo yo los estaba custodiando a ellos (a los policías imputados). Orellano estaba detenido. Yo lo custodiaba. Dos años antes de salir, él me solicita mi número personal de teléfono porque un familiar se quería comunicar conmigo. Yo accedí, pero nunca me imaginé que iba a ser para esto”.
Mario Pehuenche aseguró que una de las principales testigos del caso se comunicó con él mientras custodiaba a Sandro Berthe. “Me llamó un día. Hable varias veces con ella. Hasta que un día decidí grabarla, porque me parecía raro todo lo que me decía. Ella me confesó que el doctor Heredia le había pagado para declarar en contra de los policías, y me pedía asesoramiento para desligarse de la causa, que ya no quería saber más nada (…) Le pase el audio a Berthe, porque justo cuando me llama yo lo estaba custodiando a ellos. Entonces, yo le hice escuchar la conversación (…) Es la única grabación que tengo debido a que el año pasado ingresaron a mi domicilio y me robaron la notebook con todas las grabaciones que tenía”.
Muchas cosas relatadas por este testigo parecen inconclusas, inconexas, abreviadas, confusas. En un intento por acercar un poco de claridad en su relato el juez Oscar Gatti le consultó y le pidió que explique cómo era que nunca se había visto con la chica, que sólo se habían comunicado por teléfono, teniendo en cuenta que en una ciudad como Choele Choel todo el mundo se conoce.
“Frente a frente nunca nos vimos (…) Me llamó para preguntarme qué podía hacer. ‘Me podés asesorar, a ver qué puedo hacer, porque yo ya no quiero hacer más nada con ésto. Estoy podrida, estoy cansada. Estoy cansada que me estén apretando. Estoy perdiendo a mi familia, mi marido ya no habla conmigo, tengo dos milicos todo el día metidos dentro de mi casa. ¡Ya no tengo vida!’ Entonces yo le respondí: ‘si vos no sos parte de nada, anda al juzgado y declará las cosas como son. ¡Decí la verdad!’”
Por último, para cerrar este capítulo, me parece imprescindible reproducir el intercambio que mantuvo este testigo con la jueza García Balduini; un intercambio que será tenido en cuenta de seguro por los abogados querellantes, al momento de elaborar sus alegatos de clausura.
–“Usted estaba obteniendo información paralelamente a la policía. ¿Usted estaba autorizado por alguna magistratura, unidad policial?
–Es natural que si uno recibe un llamado telefónico lo atienda.
–Si, si atender un llamado telefónico normal sí, pero ésto es otra cosa. Todo esto en que una señora rectifica todo lo que dijo y lo jura por su hija, ¿usted lo acercó a la unidad policial, a los investigadores?
–No.
–¿Por qué motivo?
–Porque no eran de mi confianza.
–Pero usted estaba obligado, si es qué estaba autorizado a hacer averiguaciones paralelamente.
–Es que yo no estaba haciendo ninguna averiguación…
–¿Por qué grabó y no hizo llegar esas pruebas? Usted como policía, ¿sabía qué cualquier información que tuviera la tenía que aportar a los investigadores que son únicos, exclusivos y excluyentes? ¡No puede haber una investigación paralela!
–Es que yo no estaba haciendo ninguna investigación. Lo más correcto que me pareció es hacérselo llegar a la señora de Berthe, para que ella hiciera lo que le pareciera.
Meli. Cuarto capítulo
El testimonio de uno de los cinco pasajeros
Otro de los testimonios más esperados, por lo menos en términos comunicacionales e informativos, fueron los testimonios de un compañero de Daniel Solano y el de Lucas García (el hijo de Carlos “tonelada” García). Sin embargo, ninguno de los dos testimonios fue relevante. Ambos testimonios fueron breves e inconsistentes. Incluso el testimonio del compañero de Daniel se realizó recién cerca de las cuatro de la tarde (con casi tres horas de espera), dado que viajó específicamente de Salta para dar su versión de los hechos.
Por un lado, el hijo de “tonelada” García reconoció que trabajaba en la confitería que está al lado de la terminal de Choele Choel, y que recién se cruzaba a Macuba cerca de las cinco de la madrugada. “Alrededor de las cinco de la mañana llegaba al boliche, porque es el horario en que la gente se va a bailar. Después volvía a la “confi”, cerca de las seis de la mañana”. Este joven, perteneciente a una de las familias más influyentes de la ciudad, aseguró conocer sólo de vista a muchas de las personas imputadas. Y no sólo –cuando aseveró esto–, hacía referencia a los policías imputados, sino también indicando que conocía de vista a la jueza Marisa Bosco y a sus hijos.
Por otro lado, el compañero de trabajo de Daniel Solano, declaró en último lugar, luego de hacer un viaje de 30 horas desde Salta hasta Río Negro. “A nosotros siempre nos trataron mal, pésimamente mal. ¡Muy mal!. A los norteños siempre nos trataron mal. Cada vez que nosotros estamos trabajando teníamos que hacer un paro para que nos den aumento. Nos traían de Mosconi diciéndonos una cosa, llegamos acá y nos salían con otra”. Este testigo no reconoció a ninguno de los policías imputados, ni a los que estuvieron presentes dentro de Macuba. Tampoco pudo reconocer y dar detalles sobre la golpiza que le dieron a un joven a la salida del boliche (véase “Limón, café y cocaína”). El peso del testimonio de este testigo radicó en que confirmó que él fue uno de los cinco trabajadores que viajaron en taxi la madrugada del 5 de noviembre de 2011, y que entre esos cinco pasajeros que salieron de Macuba no estaba Daniel Solano, como había intentado argumentar los (dos) testigos propuestos por la defensa (incluida la hermana de Juan Barrera).