Por Daniel Botero
El próximo domingo 27 de mayo se realizará en Colombia la primera vuelta de elecciones presidenciales, donde entre otros temas de la agenda, se destacan los avances en materia de paz, alcanzados durante los últimos años con las guerrillas de las FARC y el ELN. A pesar de que los retrocesos que ya ha sufrido la implementación de los acuerdo de La Habana y el riesgo en el cual están en la actualidad, debido al caso Santrich, será determinante esta elección para el futuro de la paz territorial en Colombia.
A pesar de que el censo electoral supera los 30 millones de personas habilitadas para sufragar, la abstención ha rondado entre el 50% y 52%, por lo que unos 15 millones de colombianos y colombianas son quienes tradicionalmente han elegido presidente. El nivel de polarización generado entre los candidatos que ofrecen la continuidad entre Uribe y Santos y los que ofrecen un cambio a estas políticas de los últimos 16 años, ha generado un ambiente favorable para la participación electoral, sumado a lo sucedido en las elecciones legislativas anteriores, donde bajó 3 puntos la abstención, según los datos de la Registraduría Nacional. Esto porque, por lo general, suele ser mayor la abstención en las legislativas, frente a las presidenciales, así que sería de esperar que bajará mucho más el nivel de abstencionismo.
Ha sido una campaña donde han predominado los discursos que se mueven entre temas de transformación profunda de la democracia, a través de la lucha contra la corrupción, la desigualdad, la reforma de la justicia y el fortalecimiento de la educación, la transformación del sistema de salud y la estabilización de la economía. No obstante, los candidatos de la derecha, Duque y Vargas Lleras, han manifestado su animadversión frente a la implementación del acuerdo de paz y dicen proponer modificaciones al acuerdo de La Habana e, incluso, suspensión de las conversaciones con el ELN. La superación del conflicto armado con las guerrillas, ha demostrado sus beneficios en cuanto a la ostensible reducción de las muertes en Colombia y en la introducción de temas en la agenda electoral, que antes eclipsaba el conflicto armado.
La decisión de los colombianos y colombianas del domingo, es una decisión trascendental para el futuro próximo del país, en no retroceder en los avances y en superar por primera vez, la política que por siglos ha dominado la esfera pública nacional.