Una cosa es que les nieguen a premios Nobel de la Paz la posibilidad de visitar a Luiz Inácio Lula da Silva en prisión, o que impidan que la expresidenta Dilma Rousseff pueda dialogar con el líder del Partido de los Trabajadores. Y otra cosa muy distinta es que no dejen que a Lula lo visite un médico.
“Está atentando contra su vida”, dijo en referencia a la jueza que denegó la visita médica, el diputado federal Wadih Damous. La jueza Carolina Lebbos dijo que al no haber una urgencia, no había necesidad de que el médico viera al exmandatario.
El mismo Damous, que forma parte de la comisión externa de la Cámara de Diputados y que debía comprobar las condiciones de detención de Lula, también vio denegada su visita. El diputado aseguró que la denunciaría por abuso de autoridad.
Esa jueza “está produciendo un festival de arbitrariedades y abusos de autoridad”, dijo Damous en un video que circuló en los medios de comunicación brasileños, en los que aseguró que una jueza no puede negar a un detenido que se reúna con su abogado.
Lula está sufriendo un encierro que incumple las reglas establecidas por Naciones Unidas, torturándolo con un aislamiento total, impidiendo que puedan visitarlo sus familiares, amigos o abogados. Negando el encuentro con su médico o con un asistente religioso se lleva la ilegalidad a niveles nunca vistos en Brasil en democracia.