Por Gerardo Alcántara Salazar
Existe una cultura perversa, la del subdesarrollo, que nace del subdesarrollo y lo reproduce, que no solamente castiga y desprotege al hijo diligente, sino que además le sobrecarga las obligaciones del hijo holgazán. Esa retorcida cultura del atraso se presenta también, como el sermón que dirige a su mejor hija aquel padre ignorante y machista: “Tienes la suerte de ser profesional, estar soltera y sin hijos, y como no tienes carga familiar debes ayudar a tus hermanos varones, porque los pobrecitos tienen muchos hijos que alimentar y ganan muy poco”.
Esto es castigar la meritocracia y fomentar la irresponsabilidad y dependencia en el seno de la familia, cultura que se disemina y se filtra en la mente de los gobernantes. El Estado no debe obligar al cuerpo médico del Perú, hacer el papel del hijo diligente que cubre las obligaciones del padre irresponsable.
Para alcanzar vacante en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos los aspirantes deben dedicar miles y miles de horas en capacitarse, invirtiendo además de tiempo y dinero, pasión, un despliegue extraordinario de energía mental. Muchas veces he pensado que para alcanzar una vacante en la Facultad de Medicina hay que ser algo así como atletas mentales, porque el postulante debe resolver preguntas de razonamiento verbal y matemático, química, física y humanidades en tiempo récord. Una sola pregunta de matemática podría requerir las dos horas que dura la prueba, aunque en realidad en ese tiempo debe resolver la totalidad del cuestionario. Y quienes estudian Medicina en universidades privadas, además de todas privaciones que exige la carrera deben pagar mensualidades por encima de lo que van a cobrar una vez profesionalizados, porque convertirse en médico implica también mucho tiempo. Siete años de pregrado, tres años de especialización y por lo menos cuatro para obtener el grado de doctor. En realidad el médico, como todo profesional de élite, solamente deja de estudiar con la muerte.
Es cierto que los gastos que realice el estado deben guardar coherencia con los ingresos fiscales, pero aún más cierto es que los haberes en el Perú deben corresponder a criterios meritocráticos y los médicos están entre los que más méritos han hecho y hacen para ser lo que son y cumplir con eficiencia su trabajo.
En la universidad peruana que estudié y trabajo, estoy enterado que en el segundo semestre del primer año de estudios de Medicina, dentro del plan de estudios los alumnos llevan el curso de Anatomía. El catedrático entrega a cada estudiante el cadáver de un ser humano, les dice “tócalo” y a partir de entonces deben conocer cada una las partes del cuerpo humano, actuando con cuidado, con lujo de detalles, “pelando” muy cuidadosamente las capas de la piel, hasta revisar todo, absolutamente todo el cuerpo humano. Se trata de un esfuerzo titánico. Luego que termina el semestre y cuando los alumnos han aprobado el curso se practica una ceremonia cual si fuera un acto de graduación.
El comandante Ollanta Humala se presentó a las elecciones como hombre de izquierda interesado en practicar la inclusión social, obviamente con criterio meritocrático. Se sabe que su padre, don Isaac ha sido marxista, aunque Ollanta Humala no ha dicho que lo fuera, pero de todas maneras es pertinente saber cómo fundamenta Marx el precio de la fuerza de trabajo, el salario. Según Marx la fuerza de trabajo funciona como mercancía en el sistema capitalista y el valor de la mercancía, el precio, debe corresponder al tiempo socialmente necesario invertido para producirlo. “Tiempo socialmente necesario”, útil, compatible con el que históricamente se necesita para producirlo. Solamente llega a ser médico el ser humano que desde niño invirtió miles y miles de horas extras para ingresar a la universidad y miles y miles para aprobar las exigentes cátedras.
El médico no es médico por casualidad.
Además hay que tomar en cuenta las ilusiones de quien se enrola en una de las carreras más difíciles, motivo por el cual, los médicos son los mejor pagados del planeta. Pero en Perú parece suceder lo contrario, como si los representantes del Estado quisieran condenarlos a la indigencia.
Seres humanos que se criaron con grandes sueños, con conocimiento del sacrificio que implica formarse adecuadamente, enfrentan a una realidad que los obliga a trabajar como obreros en diferentes centros médicos para cubrir las necesidades básicas de su hogar. Debe ser frustrante que profesionales con gran estatus intelectual sean tratados como a individuos sin calificación y como si fueren seres descartables fácilmente reemplazables como sucede con los trabajadores dispuestos a trabajar “en cualquier cosa”, porque no tienen especialidad.
Los médicos son profesionales altamente calificados. Nadie puede reemplazarlos, sino otros médicos y obviamente todos merecen el máximo respeto.
Al presidente Ollanta Humala le interesa cumplir con su promesa de la inclusión social. A este concepto se lo puede entender de manera equivocada como regalar dinero a diestra y siniestra, criterio populista de muy graves consecuencias porque puede desestabilizar la economía y generar hiperinflación que lejos de mejorar al pueblo lo puede colocar en la ruina. Recordemos que Alan García en su primer gobierno provocó tan catastrófica crisis económica que polarizó al pueblo en ricos y pobres y la clase media despareció totalmente. Alan García ya no cometió el mismo error en su segundo gobierno.
La única manera de hacer adecuada inclusión social es realizando obras de carácter general que beneficien al pueblo. Por ejemplo: crear nuevos hospitales, incrementar el número de médicos, fomentar la presencia de médicos por especialidades, equipar y modernizar los equipos de los hospitales es una ayuda al pueblo, porque recibirá mejor atención más rápida y más eficiente. Deberían relanzar las farmacias que hay en los hospitales del Estado, ofreciendo medicamentos con el nombre científico, mal llamado nombres genéricos, porque no se les ha puesto sobrenombres, que son precisamente los nombres de marca. Todo el apoyo social en medicamento debería hacerse a través de los hospitales del estado, resultando muy peligroso otros procedimientos que se prestan a distorsiones, como los “desembolsos” por pagos realizados a clínicas o farmacias privadas.
Los médicos son seres humanos y no androides. Hay que valorar la ciencia y la técnica que hay en ellos. Un país nunca abandonará el subdesarrollo si no practica la meritocracia. Si no puede repatriar a sus mejores profesionales que están en el extranjero, debe evitarse la fuga de talentos. Los mejores profesionales deben ser considerados como patrimonio cultural del país y entre ellos debe tenerse muy en cuenta a los médicos.
No existe justificación para que tradicionalmente el gobierno obligue a los médicos del Perú, profesionales de la más alta calificación, a exponer sus vidas, mediante huelgas de hambre, para vergüenza del país, menos ahora en que economía es una de las que más crece en la subregión.
El presidente Ollanta Humala debe demostrar que tiene la mente suficiente clara y considerar la meritocracia como el recurso estratégico más valioso para salir del subdesarrollo.