Por Germán Gorriaz López
El término distopía fue acuñado a finales del siglo XIX por John Stuart Mill en contraposición al término eutopía o utopía de Thomas More y sería “una utopía negativa donde la realidad transcurre en términos antagónicos a los de una sociedad ideal” y se ubican en ambientes cerrados o claustrofóbicos enmarcados en sistemas seudo-democráticos donde la élite gobernante (establishment) se cree investida del derecho a invadir todos los ámbitos de la realidad en sus planos físico y virtual. Asimismo, no dudarán en restringir los derechos básicos de la ciudadanía y estigmatizar a todos los sectores refractarios a la doctrina oficial del establishment con un anatema recurrente, prácticas que se estarían instaurando en la España del siglo XXI y que contarían con el beneplácito del Bipartidismo dominante (PP-PSOE).
A ello contribuye el encefalograma plano de la conciencia crítica de la sociedad actual favorecida por una práctica periodística peligrosamente mediatizada por la ausencia de la exégesis u objetividad en los artículos de opinión así como el finiquito del código deontológico periodístico y tendría su plasmación en la implementación de la autocensura y en la sumisión “nolis volis” a la línea editorial de su medio de comunicación. Así, el periodismo se habría transmutado en mera correa de transmisión de los postulados del establishment o sistema dominante, (fruto del endemismo atávico de la servidumbre a los poderes fácticos del status quo), deriva involucionista extrapolable a todos los ámbitos de comunicación interactiva del Estado español.
La libertad de expresión en España agoniza pues ante la nueva ofensiva represora del Gobierno de Rajoy que vendrá marcada por la aplicación de los llamados “delito de odio” y “de enaltecimiento del terrorismo” que constreñirá hasta el paroxismo la libertad de expresión mediante la imposición sistemática de multas estratosféricas y condenas de prisión para incontables tuiteros como Boro o raperos como Valtonyc y cuyo penúltimo episodio sería la retirada de ARCO de la obra de Santiago Hierro “Presos Políticos españoles en la España Contemporánea”, hecho regresivo que habría contado con el aplauso de la portavoz del PSOE en el Congreso, Margarita Robles.
La mencionada deriva totalitaria del Estado español estará amparado por la “espiral del silencio” de los medios de comunicación de masas del establishment (PRISA, Vocento, Grupo Planeta, Grupo Godó, Grupo Zeta, Editorial Prensa Ibérica, Unidad Editorial, TVE y Mediaset España), teoría formulada por la politóloga alemana Elisabeth Noelle-Neumann en su libro “La espiral del silencio. Opinión pública: nuestra piel social” (1977). Dicha teoría simbolizaría “la fórmula de solapamiento cognitivo que instaura la censura a través de una deliberada y sofocante acumulación de mensajes de un solo signo”, con lo que se produciría un proceso en espiral o bucle de retroalimentación positiva.
Todo ello serían elementos constituyentes de la llamada “ perfección negativa”, término empleado por el novelista Martín Amis para designar “la obscena justificación del uso de la crueldad extrema, masiva y premeditada por un supuesto Estado ideal”, política regresiva del PP que contaría con la colaboración necesaria de un PSOE que seguirá ignorando la gravedad de la aplicación de dichas medidas regresivas en la creencia de que no serán los siguientes. Sin embargo, y para que no puedan alegar como atenuante ante el juicio de la Historia el desconocimiento por miopía intelectual, me permito parafrasear el poema “Cuando los nazis vinieron” del pastor protestante alemán Martin Niemöller (1.892-1.984): “Primero vinieron a buscar a los filoterroristas y yo no hablé porque no era filoterrorista. Después, vinieron por los separatistas y yo no hablé porque no era separatista. Después, vinieron por los indignados y antisistema y yo no hablé porque no era lo uno ni lo otro. Finalmente, vinieron por mí y los demás socialistas y ya para ese momento no quedaba nadie que pudiera hablar por mí”.