por Jeferson Miola
Lula no fue juzgado por el TRF4; fue ajusticiado por la segunda instancia de la Operación Lava Jato. Al condenar a Lula en un proceso fraudulento, sin pruebas y con ritos manipulados, la judicatura brasileña profundiza el régimen de excepción y asume una fisonomía fascista.
La comunidad jurídica internacional, académicos, políticos, activistas sociales e intelectuales del mundo entero denuncian la implacable persecución jurídica y mediática de Lula. La judicatura brasileña, aun así, y a pesar de la alerta internacional, practicó un crimen premeditado, cuyo resultado era conocido de antemano.
Cuando decidieron forzar la anticipación del juzgamiento para este 24 de enero de 2018, los justicieros también ya estaban decididos a clavar el marcador de la condena por tres a cero, coherente con la estrategia de rápida consumación del crimen. La audiencia judicial, en este sentido, era una mera formalidad exigida para la escenificación judicial.
Las sentencias de los tres jueces se combinaban entre sí – en los elogios a los fiscales y al juez Moro; en el premio judicial a los delatores que mintieron para incriminar a Lula y que, por eso, tuvieron sus penas reducidas; en el aumento de la pena a Lula; en el desempeño como promotores de la acusación y no como jueces; y en el esfuerzo inútil de propagar y propagandear una falsa e inexistente imparcialidad del poder judicial.
Los medios hegemónicos, motor del golpe, lo sabían todo de antemano. Tanto que a las 10:18 horas de la mañana la red Bandeirantes publicó anticipadamente aquel resultado que sólo sería formalmente conocido después de las 18 horas, al final de la sesión.
En aquel justo momento, a las 10:18 horas del 24 de enero, el brillante abogado de Lula recién presentaba los argumentos de la defensa, y los jueces del tribunal de excepción ni siquiera habían presentado sus votos.
Lula fue víctima, por lo tanto, de una violencia brutal: condenado por unanimidad y, más grave, con pena aumentada a 12 años y 1 mes de prisión. La decisión unánime también fue calculada por los canallas: redujo los recursos de defensa, anticipó su prohibición para participar de la elección presidencial y la prisión inmediata se convierte en una amenaza tangible, apenas se cumplan los escasos plazos para los recursos.
Está claro como la luz del sol que el propósito de la Lava Jato desde su inicio nunca ha sido el combate a la corrupción, sino poner fin al ciclo de gobiernos progresistas inaugurado por Lula en 2003, que ha retirado a más de 40 millones de personas de la miseria .
El golpe de estado de 2016, que derrocó a la presidenta Dilma con el juicio político fraudulento patrocinado por Cunha, Temer, Aécio, Geddel, Fernando Henrique Cardoso y Padilha, fue la primera etapa de esta estrategia. La condena de Lula es la segunda etapa de este golpe que fue diseñado por el capital financiero en los centros de poder de EEUU.
Es innegable el activismo de fiscales, comisarios, jueces y policías federales del PSDB que instrumentalizan el cargo público para atacar y aniquilar a sus enemigos de clase. Los medios capitanearon la masacre implacable contra Dilma, Lula y el PT a lo largo de estos últimos años, y la Red Globo, como en el golpe de 1964, fue el capitán del abastecimiento contra la democracia y el Estado de Derecho.
La condena del mayor líder popular de Brasil es la razón de ser de la oligarquía golpista sumisa a EEUU y al rentismo, y la operación Lava Jato es el instrumento para ello. La burguesía intolerante pretende prohibir a Lula no sólo de la elección de 2018, sino de la historia de Brasil.
Todavía es temprano para predecir los desdoblamientos de este arbitrio. Es cierto, sin embargo, que la interferencia mediática y jurídica en el proceso electoral puede agravar el conflicto en la sociedad y alterar la calidad de la lucha política y de la resistencia democrática en Brasil.
Lula no tendrá su candidatura impedida inmediatamente, porque deberá recurrir a otras instancias judiciales, pero sin la ilusión de conseguir revertir la tenebrosa injusticia, porque todo el aparato judicial brasileño, en todas sus instancias -incluso la Suprema Corte- está implicado en el golpe.
Con esta condena ilegal, Lula deberá intensificar la actividad política de masas, los actos, las caravanas y la formación de comités de solidaridad en todo el país. Eso podrá aumentar aún más la conciencia del pueblo de que Lula es víctima de una odiosa persecución, aumentando las posibilidades de que, aún condenado e impedido de ser candidato, Lula podría elegir el candidato que represente el proyecto democrático-popular.
La prohibición criminal de Lula no soluciona el problema de la clase dominante, que continúa sin contar con un candidato competitivo y viable electoralmente. Por eso, no se puede despreciar la hipótesis de que, de persistir la inviabilidad electoral de la derecha, se profundice la dinámica fascista y autoritaria con, por ejemplo, intentos de proscripción del PT.
En caso de materializar el intento de prisión ilegal de Lula, la clase dominante podrá abrir las puertas del infierno. Este mito vivo, llamado Lula, será entonces transformado en el Nelson Mandela de Brasil.
En la era Lula, quedó escaso el stock de empleadas domésticas humilladas y esclavizadas por la clase media y por una burguesía esclavócrata. ¡Eso es una ofensa imperdonable!
*Integrante del Instituto de Debates, Estudios e Alternativas (Idea) de Porto Alegre (Brasil), fue coordinador-ejecutivo del 5º Fóro Social Mundial y Director de la Secretaría Administrativa del Mercosur. Distribuido por el Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, estrategia.la)