Publicamos acá la columna de opinión del diputado chileno del Frente Amplio, Gabriel Boric, que circula por las redes sociales y diversos medios digitales, que nos merece atención:
La idea de “oposición” en mi opinión es muy reduccionista de la función que una fuerza política que no está en el ejecutivo debe cumplir. No podemos quedarnos en la reacción a las iniciativas del gobierno, tampoco basta con la elaboración de políticas públicas alternativas a las que surjan de la derecha. Tenemos que instalar nuevos temas en el debate, tanto producto de nuestras reflexiones como fuerza política con autonomía como del permanente diálogo que debemos tener con los movimientos sociales y los territorios en los que estamos insertos.
Los términos binarios a los que nos hemos acostumbrado en la política chilena desde el retorno a la democracia deberán necesariamente actualizarse. Chile ya no es binominal y ello sin duda es una buena noticia para la representatividad de nuestra desprestigiada política institucional. Esto es producto de la emergencia del Frente Amplio como alternativa política con representación social y parlamentaria, cuya consolidación es una de las tareas a la que los frenteamplistas deberemos dedicar mucho trabajo y generosidad, para proyectar nuestro proyecto en el tiempo resguardando la diversidad del mismo.
Y el escenario en el que nos tocará vivir nuestra primera etapa de existencia como coalición no será fácil: el segundo gobierno de Sebastián Piñera. En este contexto es relevante preguntarnos sin complejos qué rol queremos jugar en estos próximos 4 años. La respuesta no es obvia, porque pese a que la tentación podría ser afirmar ramplonamente que vamos a ser una “oposición dura al gobierno de derecha”, creo que el asunto es de mayor complejidad.
Lo primero a identificar es la pulsión que ya se ha manifestado por parte de algunas organizaciones de la actual Nueva Mayoría de armar una gran alianza contra la derecha, que abarque desde la DC hasta el Frente Amplio. Alianzas que solo tienen en común al adversario y se pactan por arriba sin mediar procesos sociales y discusión política profunda están inexorablemente destinadas al fracaso. No nos olvidemos que como Frente Amplio fuimos críticos de parte importante de la agenda nuevomayorista y hasta ahora no han existido conversaciones serias para abordar esas diferencias. Somos proyectos distintos y es importante que cada uno tenga su propio proceso de reflexión. La recomposición de la política de alianzas en Chile es algo que tomará tiempo y mucho debate, pero no se decretará por la prensa ni en la ansiedad por la negociación de uno u otro efímero cargo.
Dicho lo anterior, es evidente que con Piñera y su coalición tenemos profundas diferencias políticas y de concepciones de mundo. Mientras la derecha chilena cree que el mercado (lo menos regulado posible) es el mejor asignador de prioridades y recursos, en el Frente Amplio tenemos la convicción que hay esferas de la vida que deben estar sustraídas del ámbito comercial, y ser aseguradas como derecho a partir del cual no es razonable hacer negocio. La determinación y extensión de estas áreas y el carácter de su provisión es un punto de debate permanente, pero al menos educación, salud, pensiones y vivienda entran en esta categoría.
Pero no basta con señalar nuestras diferencias, tenemos que ofrecer alternativas. Una de las lecciones que hemos aprendido del gobierno de la Nueva Mayoría es que la improvisación a la hora de diseñar e implementar políticas públicas atenta directamente contra sus posibilidades de éxito y apoyo popular. En ese sentido será nuestro deber no sólo decir que no a los intentos de la derecha por profundizar la mercantilización de nuestras vidas, sino paralelo a ello comenzar desde ya a elaborar profesionalmente, más allá de las consignas, nuestras propuestas.
Por otra parte, la idea de “oposición” en mi opinión es muy reduccionista de la función que una fuerza política que no está en el ejecutivo debe cumplir. No podemos quedarnos en la reacción a las iniciativas del gobierno, tampoco basta con la elaboración de políticas públicas alternativas a las que surjan de la derecha. Tenemos que instalar nuevos temas en el debate, tanto producto de nuestras reflexiones como fuerza política con autonomía como del permanente diálogo que debemos tener con los movimientos sociales y los territorios en los que estamos insertos.
La democratización de las consecuencias de la revolución tecnológica, en particular lo relativo a la destrucción de empleos tradicionales y la concentración del capital, el feminismo y la agenda de género, la situación de la población penal, las nuevas inmigraciones, el desarrollo de nuestras zonas extremas y aisladas, qué y cómo estamos enseñando en nuestros liceos y universidades (y no solo la institucionalidad que rodea el proceso educativo), una política respecto a nuestros pueblos originarios que asuma la pluri-culturalidad de nuestro país, la institucionalidad que requiere el cuidado y estudio de nuestras áreas silvestres protegidas, entre muchos otros temas que en algún momento habrá que priorizar, debieran ser desarrollados e impulsados por el Frente Amplio independiente de la agenda del gobierno.
El concepto de ser opositores también resulta muy estrecho para entender que hay ciertos temas en los cuales las diferentes fuerzas políticas más allá de nuestras legítimas diferencias, tenemos el deber de llegar a acuerdos transversales y duraderos. El ejemplo más claro de esto es la crisis del SENAME: 1313 niños y niñas muertos que no deberían haber muerto y que se encontraban directa o indirectamente bajo la responsabilidad del Estado (ya sea vinculados a programas ambulatorios o internados en hogares de residencia estatales o en organismos colaboradores privados) debieran ser argumento suficiente para dejar los conflictos y agendas particulares de lado y abocarnos de lleno a construir un consenso sobre la reforma que el SENAME necesita con un profundo sentido de urgencia.
De seguro existen otros temas en los que se pueden explorar y construir puntos de convergencia para sacarlos adelante y será tarea del todos el tener la voluntad para encontrarlos y trabajarlos.
Finalmente, algo que como Frente Amplio no podemos olvidar es que la política no es solo lo que sucede en los pasillos o comisiones del Congreso, y que construir una fuerza con capacidad de realizar transformaciones estructurales en nuestro país requiere mucho más que una política electoral y parlamentaria. Nuestro despliegue en los territorios, participación en los movimientos sociales (sin jamás instrumentalizarlos ni suplantarlos) y consolidación de nuestras organizaciones más allá de los tiempos institucionales debe ser una tarea prioritaria para todos quienes nos identificamos como frenteamplistas.
El desafío es grande. Se vienen tiempos interesantes.